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De: esperanzaotoñalcaribe  (Mensaje original) Enviado: 12/09/2010 20:29

“De Cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).

“Cuando tengamos una consagración completa y sincera al servicio de Cristo, Dios reconocerá el hecho derramando su Espíritu sin medida; pero esto no ocurrirá mientras la parte más grande de la iglesia no trabaje juntamente con Dios”

Nuestra responsabilidad como cristianos es conocer, ser y hacer. Cuando obramos de acuerdo con la orientación de Cristo, entonces el mismo poder que descendió sobre los discípulos en el Pentecostés vendrá también sobre nosotros. Veremos la gloria de Dios como nunca la vimos antes; alcanzaremos resultados ilimitados. Milagros y prodigios serán vistos en todas partes, y el mundo será iluminado con la gloria del Señor Jesús. “[obras] mayores hará…”. Garantiza aquel que tiene todo el poder, en los cielos y en la tierra.

Debemos leer en la Biblia no solo para obtener conocimiento sino también para desarrollar una intimidad con Dios. Entonces, vamos a tomar la Palabra de Dios y leer, en espíritu de oración y búsqueda del Espíritu Santo, Hechos capitulo 2. Dejemos que el propio Espíritu nos diga lo que ocurrió en aquella época, e intentemos recordar la promesa que Cristo nos hizo.

Lo que sigue es un verdadero festival de milagros y prodigios nunca antes visto. Los apóstoles Pedro y Juan decían: “Míranos […] no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hech. 3:6). Note el discurso valiente y determinado de Pedro. “y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (Hech. 3:15). Las personas oían, atónitas, y muchos creían, y “el número de los varones era como cinco mil” (Hech. 4:4).

Pedro y Juan fueron presos, pero los acusadores quedaron sin palabras, siendo obligados a soltarlos. Más tarde, los apóstoles nuevamente fueron tomados presos, pero la iglesia se unió en oración y los ángeles vinieron para liberarlos. Esteban fue lleno del Espíritu Santo, testificando inclusive en la hora de su muerte. El mundo civilizado de entonces vio, como nunca, la gloria y el poder de Dios. En todo el mundo fue escuchado el mensaje del evangelio, según la estrategia del Espíritu Santo.

Hasta los judíos enemigos y envidiosos de la ciudad de Tesalónica tuvieron que reconocer: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido aquí” (Hech. 17:6).

Escribiendo a los romanos, el apóstol Pablo afirma: “Vuestra fe se divulga en todo el mundo” (Rom. 1:8).

Ahora vamos a pensar en la promesa de Cristo. Estaba destinada a la iglesia primitiva, pero también llega a la iglesia de nuestros días.

“De cierto, de cierto os digo. El que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).

Los discípulos sabían muy bien que en sí mismos ellos eran completamente incapaces de realizar algo de esto, pero él les empezó a hablar de la venida del paracleto, que los capacitaría y transformaría en testigos eficaces. Las obras mayores de las que él habló continúan siendo obras de él, no ya realizadas por su presencia visible entre ellos, sino por el Espíritu dentro de ellos”.

Pocos meses después los discípulos fueron testigos de la veracidad de aquella profecía del Maestro. Vino la lluvia temprana, y fueron maravillosos los resultados. Aquella lluvia inicial del Espíritu prenunciaba la lluvia tardía, que será derramada para que madure la siembra de la tierra, un poco antes de la segunda venida de Jesús.




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