Tendencia a prejuzgar negativamente
En el fondo de todo chico hay una serie de buenos sentimientos que la naturaleza ha impreso en él, y a los que hay que saber sacar brillo. Debemos fomentar todo ese conjunto de valores positivos que irán configurando un carácter y una personalidad de la que broten, sin necesidad de órdenes, todas esas cosas que nos agradaría ver en él.
Para ello, primeramente hay que suponer en el chico las cualidades que se quieren ver en él.
Cuando se le acusa continuamente de tener un determinado defecto, acabará por pensar que es algo tan arraigado en él que es inútil luchar por corregirlo.
En vez de agobiarle diciendo que es un perezoso y un inconstante, dile que estás seguro de que conseguirá sacar esas buenas calificaciones porque va a estudiar mucho.
En vez de decirle que nunca ha tenido voluntad y que jamás termina lo que empieza, dile que ésa es una buena ocasión para que demuestre que en realidad sí puede.
Y en vez de insistir en que es una criatura sin corazón, o un egoísta, apuesta por sus buenos sentimientos, y no te defraudará.
Conviene apoyarse en ese sentimiento natural que tiene de agradar y de ser útil, de sentirse valorado. El chico da mucha importancia a lo que opinan de él y es muy sensible a los estímulos. Hay que saber apoyarse en esos sentimientos propios de la edad para ayudarles a superarse en su mejora personal.
Se trata, por decirlo de alguna manera,
de poner a su amor propio del lado del bien.
Otro principio sabio es creer firmemente en las buenas intenciones de los chicos, siguiendo aquel elemental principio jurídico:
El bien debe ser supuesto,
el mal debe ser probado.
Tenemos los humanos una lamentable tendencia a pensar mal, a prejuzgar negativamente. Una extraña manía que reduce a cenizas las mejores esperanzas de los chicos.
El viejo aforismo de piensa mal y acertarás que cierta tradición ha acuñado, lo corrobora tristemente. A veces nos fijamos más en lo negativo que en lo positivo de las personas, y tenemos propensión a agrandar el mal con la medida de nuestra propia mezquindad, trivializando las razones de las cosas y buscando dobles intenciones donde no las hay.
Es mala política etiquetar al niño:
si ha sido sorprendido en una mentira,
no es por eso un mentiroso.
Y si ha cogido dinero del bolso una vez a mamá no es por eso un ladrón. Sería aplicar aquella otra sentencia de "por un perro que maté, me llaman mataperros".
Las afirmaciones tajantes y malpensadas con que algunos se adelantan a prejuzgar siempre negativamente, acaban con la esperanza de cualquiera. Es una hostilidad impertinente que llena de conflictos la familia y enfría el calor del hogar.
O sea, que se trata de pensarlo bien antes de decir algo negativo.
Sí, pero no suele bastar con pensar mal y no decirlo.
Por eso es mejor juzgar positivamente también de pensamiento.