BUSCA MARIDO QUE TE MANTENGA…..(EXPERIENCIA DE UNA MUJER REAL)
Definitivamente el casarme no era una de las soluciones más a la mano, dentro de las alternativas que yo barajaba para solventar mis necesidades, al menos las económicas no. Seguramente la pasaría más difícil, pero decidí abrirme camino por mí misma. El matrimonio llegó, sí, pero no con el afán de encontrar alguien que me mantenga, fue más bien sin afanes, diría yo. De ahí que casi de inmediato me divorcié.
¿Y para qué? me preguntaba... casarme ¿para qué? Si conmigo me basto, si soy tan o más hábil que cualquiera de esos hombres, para ganar el pan de cada día, e inclusive para mucho más. No tengo nada en contra de los hombres, es más, siempre han sido el punto débil, dentro de mi ansiada carrera hacia la consecución de mis metas personales, ser una buena persona, una excelente profesional, madre, hermana, he tenido tantas ambiciones que muchas personas en mi camino llegaron a decirme que pensaba como hombre, nunca supe si eso era un halago o un insulto.
Pero cada una de esas metas las fui logrando, avanzando, peleando, luchando, casi al mismo nivel de los hombres. No paso tampoco por feminista, aún me gusta que los caballeros abran la puerta a mi paso, me cedan el asiento, (especialmente que paguen la cuenta en un restaurante) todo eso lo tomo a bien. Pero lo que me ha provocado a escribir este artículo, es cómo la mujer se deja llevar por el refrán que encabeza el mismo, cómo la sociedad nos empuja poco a poco, a formar una pareja, a establecerte dentro de los pilares de un matrimonio, que analizado y vivido más que analizado, es dependiendo de la suerte, un laberinto sin salida, no lo llamo túnel, porque el túnel es de forma definida y al fin siempre hay una salida, pero el matrimonio te envuelve, te confunde, te hace pensar que tienes escapatorias, que tienes opciones, pero ¡No!, no las hay. Y la sociedad no lo entiende, la sociedad es una palabra con género femenino, pero es eso, una palabra y no puede casarse para comprobar lo que digo.
Tal vez me di demasiadas vueltas para llegar al punto que me interesa, y es que es eso precisamente lo que me encontré analizando, luego de haber dado un giro de 180 grados a mi vida. La mujer que se las ha arreglado sola por mucho tiempo, luego de un divorcio, con niños, sin matrimonio anterior, sin niños, no importa, el hecho es el haber permanecido sola, y por voluntad propia, esta mujer ha aprendido a sobrellevar las cargas, a solventar problemas, ha aprendido a ser de todo un poco, su propio soporte, ha manejado su vida a su criterio, desde su físico, todo lo controla.
Aquí llego a donde quería llegar, la mujer que luego de tanta experiencia busca un marido, ya no es para que la mantenga, es para que la quiera, para tener una compañía, y nos volvemos más exigentes, ya no nos aguantamos sus peroratas típicas de culebrones, o las infidelidades de antes, o sus machismos, ya no aceptamos "cualquier marido". Nos hemos hecho exigentes y hasta radicales en nuestros requerimientos a la hora de aceptar compañero.
Pero, cuando estamos solas (pero felices), tendemos al igual que nuestras amistades lo hacen, a buscar pareja, a buscar alguien que nos acompañe, al fin y al cabo somos humanas, necesitamos sentirnos queridas, amadas, pero como un complemento más para nuestra sensación de bienestar, es algo así como "me lo merezco" pues hemos logrado un especial control en nuestras vidas, un balance que nos permite el mirar con otros ojos la posibilidad de una relación con fines serios, porque las de otro tipo, ya nos las hemos permitido (no todo es trabajo y sacrificio... ¿verdad?).
Cuando anuncié a mi familia y a mis conocidos que me casaba de nuevo, todos se sintieron felices, al fin iba a hacer lo correcto, mi madre pensaba que sería lo mejor para los niños, mi hermana fascinada con la idea de que ya no sería ella la única casada y con límites en su vida, mis amigas sintieron renovadas sus esperanzas de que una mujer de mi edad encuentre marido que la mantenga, y encima aceptara a los niños. Algunos conocidos me dijeron algo así como que ¡al fin, pobrecita, tan duro que las he pasado sola! (no saben que fui yo la que escogió mi tipo de vida). En fin, nadie me dijo... - pero, ¿para qué te casas, si lo pasas tan bien sola?-. Tal vez tampoco lo hubiera escuchado.
Yo misma no me hice la pregunta, simplemente di un vistazo a mi vida y en aquel momento, estaba todo bajo control, trabajo, economía, diversiones, todo donde debía estar. Así que cuando conocí al que hoy es mi esposo, no lo vi como una "solución", no lo vi como una necesidad, lo vi como una opción de vida, una opción que de ser tomada le daría un poco más de color a mi vida, pero eso nada más, porque color, ya tenía.
Me olvidé por completo de los viejos esquemas, pensé que con toda mi experiencia podría ahora si disfrutar de amar y ser amada. Pero no pensé en que el matrimonio de por sí viene con sus cargas conceptuales, con esquemas que se mantienen aunque tratemos de decir que no, que ahora todo es diferente, no lo es. Matrimonio, matrimonio es.
Pero, ¿cual es el problema, me dirán quienes lean esto?. El problema es que las expectativas se crecen, el problema es que escogemos a un compañero con otros parámetros, esperamos de nuestra vida algo más, y eso nos predispone a no aceptar sin remilgos un matrimonio común y corriente. El problema es que hemos crecido, que ahora sabemos lo que queremos y lo queremos ya. Es entonces cuando la frase "un marido que te mantenga" pasa a ser un chiste y de los de mal gusto.
|