ES DIFICIL, PERO NO IMPOSIBLE
Últimamente oigo con mucha frecuencia cómo algunas mujeres hacen comentarios agresivos sobre los hombres:
No dudo que comentarios del mismo calibre se dan también entre muchos hombres. Prueba de ello son los agresivos chistes sexistas que tanto nos divierten a los unos y las otras, en cualquier noche de juerga. Ahora, en plena "liberación femenina" nosotras no nos callamos, y por narcisismo, imitación o resentimiento, muchas mujeres juegan con verdadera afición al juego de: "o me das lo que te pido o vas a sudar sangre". La guerra está garantizada.
Nada nos impide vivir solas, o con algún amigo:
Pero la mayoría de nosotros nos empeñamos en convivir, en imaginar un amor que nos salvará de inconscientes dolores, en querer que nuestra vida sea tan "bonita" como la de las películas. En tener una pareja estable.
Y así dicen: Los hombres son tontos, los hombres son débiles, los hombres son unos cerdos, unos críos... pero no podemos vivir sin ellos; y ellos sin nosotras. Y una vez descubierto el secreto, que el "happy end" no existe, o se separan o se produce una especie de acuerdo tácito, de negocio entre parejas asqueadas, en las que se aprovechan las ventajas socioeconómicas que proporciona una relación muerta.
Desde mi punto de vista, el mundo es un gran hospicio. Salvo afortunadas excepciones, todos hemos sufrido importantes carencias afectivas en nuestra infancia. Por eso, hombres y mujeres buscamos un sueño, una fantasía que alivie ese malestar que no nos deja vivir y que suponemos se curará cuando encontremos el "amor de nuestra vida". Es más barato y más placentero enamorarse que hacer un psicoanálisis que nos ayude a madurar.
Pero lo curioso es que nos emparejamos con personas muy parecidas a las que no supieron querernos; por eso, en lugar de reparar el mal, lo repetimos una y otra vez, sin entender en qué espantoso maleficio hemos caído. Somos como los pollitos que creen que el granjero es la gallina, lo siguen por todas partes y acaban en la cazuela.
La relación entre dos huérfanos reclamando amor es un verdadero infierno. Nos enamoramos y una tremenda esperanza nos invade. Imaginamos en esa persona todas y cada una de las cualidades que necesitamos para que nuestra vida funcione. El problema empieza cuando, acabada la euforia inicial, vemos la realidad: ¡todo era mentira!
Pero somos niños y no sabemos de autocrítica. Creemos que el otro nos ha engañado, y entonces, rabiosos y decepcionados, nos empeñamos en cambiarlo, en que se adapte a lo que YO necesito: si yo quiero pasear él tiene que acompañarme, si yo quiero tirarme en parapente ella tiene que venir conmigo, si yo quiero un crucero él me lo tiene que regalar, si yo quiero que vengan mis amigos del equipo de rugby a casa ella tiene que cocinar para todos, si yo quiero tener un hijo, él tiene que aceptar... si es que me quiere...
En el día a día de una pareja hay cientos, miles de motivos para pelear, para torturarnos mutuamente. Desde el tipo de comida que hacemos, cómo dejamos la tapa del WC, pasando por los conflictos con las respectivas familias, los hijos, el dinero, las enfermedades, los trabajos, etc. Y cuanto más necesitemos dominar, ganar, que el otro nos complazca, peor será nuestra historia...
La convivencia es complicada. Hace falta sinceridad, diálogo, paciencia, generosidad, disfrutar de la compañía del otro, pero también querer estar solo. Saber dar pero también recibir. Hace falta no verlo como un consuelo, como un esclavo de nuestra desesperación, como un objeto de usar y tirar. Hace falta apreciarlo, saberlo distinto, valioso. Ser conscientes de lo que nos gusta de él y lo que a él le gusta de nosotras. Hace falta saber por qué estamos con esa persona y por qué nos resultaría difícil encontrar otra mejor. Hace falta, en fin, saber quiénes somos y lo que queremos.
Pero la mayor falta es que no hemos crecido y menos madurado.
Qué difícil, ¿verdad?
|