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EL NIÑO ENFERMO
En ocasiones la vida habitual de los niños se ve alterada por alguna enfermedad o fractura, y más aún si se requiere de hospitalización. Esta experiencia afectará en mayor o menor grado al niño dependiendo de la edad de éste y de cómo le afecte emocionalmente esta vivencia.
En caso de hospitalización el menor verá afectada su vida a todos los niveles: se hallará en un entorno nuevo, rodeado de personas desconocidas, su vida llevará una rutina diferente, alejado de sus familiares y amigos, y probablemente sometido a algún tratamiento doloroso o desagradable.
Lógicamente el niño se adaptará mejor o peor a esta nueva situación dependiendo de su edad, la duración de la hospitalización, la explicación que se le dé a cerca de ésta, si ha tenido ya alguna experiencia o no en este sentido y las habilidades que tengan los padres para hacer la situación más llevadera para ellos.
Como norma general los niños mayores de seis años se toman mejor la enfermedad, tienen mayor capacidad para comprender su situación, aunque siempre hay que darle al niño, sea cual sea su edad, una explicación de la enfermedad y de por qué tenemos que estar en el hospital. Esta explicación siempre será lo más verídica posible y adaptada a su edad o estado de maduración, si el niño descubriera que le hemos mentido se agravaría aún más el estrés emocional que sufre ante una situación tan anómala para él. Si el niño ya ha tenido alguna experiencia médica (hospitalizaciones anteriores, exploraciones o simplemente alguna prueba como análisis, etc.) tolerará mejor la situación, ya no existirá ese miedo a lo desconocido.
Las habilidades paternas serán de gran importancia y jugarán un gran papel tanto en la recuperación del niño como en su estado de ánimo. Evidentemente no será lo mismo una hospitalización de unos días a la de una larga temporada, o después de haber permanecido en el hospital tener que estar postrado en casa durante un período más o menos largo. Pero sea cual sea el caso personal, los padres evitarán siempre manifestaciones alarmistas o de preocupación exagerada, especialmente delante del niño hay que mostrarse serenos y tranquilos.
Si el niño se halla en edad escolar, tendremos que establecer con el colegio unas pautas de trabajo para que la enfermedad no se interponga en el desarrollo intelectual del niño, eso sí, habrá que tener en cuenta el estado emocional del niño, el trabajo propuesto deberá ser motivador y alcanzable para él.
El juego resultará esencial, si ya es algo habitual en la vida cotidiana del niño, ahora más que nunca cobrará mayor importancia, hay que procurar que el niño se encuentre activo y distraído, esto hará más llevadera la enfermedad. Si el menor se halla convaleciente en casa podrán visitarlo sus amigos, es importante que no pierda el contacto con ellos, si se halla en el hospital puede mantenerlo mediante llamadas telefónicas o cartas, lo mismo ocurrirá con los hermanos pequeños que no puedan acceder al hospital.
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