Un largo camino
Mucho se ha escrito sobre
nuestra lamentada pérdida
del Paraíso, que se estima
nos sumió en este largo
camino de dolor y esperanza,
a lo largo del cual
Dios y sus Enviados nos
han acompañado,
redoblando
sus esfuerzos para que no sucumbamos
y sigamos siempre adelante.
Hoy, que en nuestro largo
debatir llegamos al tercer
milenio de nuestra era, contado
desde el día en que
el dedo de Dios se apoyo por
ultima vez en nuestra
querida tierra; somos un poco
más maduros y realistas, y
mirando a nuestro alrededor
podemos descubrir en
que modo, natural y paciente,
Dios gusta de hacer las cosas.
Tengamos en claro que la
esencia de la pérdida del
Edén, no fue sin duda un
cambio de lugar físico
desencadenado por la simple
ingesta de un enigmático
fruto prohibido, sino que fue
motivado por profundos e
inexorables cambios intelectuales
y físicos, producto
de nuestro natural crecimiento
espiritual y evolutivo,
desarrollado bajo la atenta
mirada de nuestro
Padre Altísimo.
Pensemos por un momento
en nuestro amado planeta,
tan singular y solitario en el
vasto océano del firmamento;
que ocurriría si nosotros,
magníficos dueños y también
principales predadores,
desapareciéramos un día por
completo de la faz de la tierra.
Que ocurriría con este
maravilloso lugar que Dios nos
ha regalado para habitar,
no se convertiría acaso en
un verdadero paraíso.
Imaginemos que llegan unos
visitantes desde afuera y
encuentran nuestro mundo,
con sus plenas maravillas
naturales, cargado de
exuberante vida, pero sin
rastros de nosotros ni de
nuestra ominosa presencia.
Sin duda estos visitantes
habrán descubierto un
maravilloso edén, capaz
de procrear y sostener
innumerables formas de vida.
Además estos viajeros
encontrarían este invalorable
tesoro luego de un largo
viaje donde se habrán topado
con infinidad de mundos
por demás inhóspitos e
impensables de habitar, como
conocemos que son los
mundos que nos rodean.
Pero hagamos una reflexión
aun más importante,
preguntémonos si estos visitantes,
en este maravilloso
y solitario mundo, encontrarían
alguna manifestación de
los conceptos del bien y del
mal; dicho de otra manera,
el bien y el mal existirían
o serian concebibles en
nuestra tierra sin nuestra
presencia.
Sin duda los conceptos del
bien y el mal solo pueden
ser concebibles entre seres
conscientes, y si nosotros,
siempre soberbios, nos
consideramos los únicos seres
conscientes sobre este planeta,
entonces el bien y el
mal no existirán si un día
nuestra humanidad desaparece
de la faz de esta tierra, como
no existen en otros
mundos donde seres
conscientes aun no habitan.
Entonces como dijimos,
estos visitantes que llegan
desde muy lejos, encontrarían
un lugar de ensueño,
un verdadero paraíso donde la
Creación se ha prodigado
generosamente en maravillas
y exuberante vida; y en
donde todavía, la semilla del
bien y el mal no habrá
germinado; un maravilloso
reino sin rey, esperando
un amo que lo habite,
lo domine y construya
junto a él, su propio destino.
Y esto mismo ocurrió en el
principio, cuando este
hermoso paraíso esperaba
a su rey, y nosotros
aparecimos sobre el suelo
que pisamos, señalados
por el dedo de Dios como la
criatura elegida para llevar
sobre nuestros espíritus la
pesada carga del conocimiento,
la Fe y una amplia libertad
de elección; y así recorrer
el largo camino que comenzó
junto a las demás
criaturas hermanas y finalizará
junto al Padre Altísimo,
pues así esta escrito por
Él en su Divino Plan.
“No busques a Dios, ni en la
mas alta de las estrellas,
ni en la mas grande
de las iglesias.
Búscalo en la profundidad de
tu corazón, y en el de
tus semejantes, pues ese es
el lugar donde El habita”
Dios está entre nosotros
Jorge Alberto Dini Mar del Plata - Argentina
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