No nos faltan motivos de estrés, si la vida de toda mujer ya de por si está llena de preocupaciones, mucho más lo está la de una madre.
A los hijos les afecta el estrés de los padres, también lo viven a su modo, incluso cuando ese estrés es por darles una mejor vida.
Intentemos ser conscientes de como influimos en ellos, de qué piensan y porqué actúan como lo hacen. Dediquémosles tiempo, son nuestros hijos, lo merecen.
La vida de toda madre está llena de motivos de estrés: trabajo, hijos, tener la casa limpia, cuidar de nuestra apariencia física, cocinar, lavar, planchar, afrontar gastos… y vuelta al trabajo, semana tras semana, mes tras mes. Apenas nos queda tiempo para ocuparnos de nosotras mismas porque como padres estamos siempre pensando en la familia, debemos cumplir con un horario, debemos cubrir las diferentes necesidades de toda una familia.
Tal parece que la vida cada día nos exige más, mucho más de lo que muchas veces podemos dar. Sin embargo lo damos, se sacan fuerzas de flaqueza y lo damos porque son obligaciones que no podemos dejar de lado.
Diariamente nos encontramos cumpliendo obligaciones, el horario de trabajo, los niños, los gastos, la casa, el esposo/a, el cansancio el prepararnos para el día de mañana empezar de nuevo la rutina.
Todo esto resulta en una gran acumulación de estrés al final de un día de trabajo, empezamos la otra parte del día, las obligaciones no terminan, nos abruman, nos exigimos demasiado, nos sumergimos el cumplimiento de los quehaceres de la casa y esto hace que muy difícilmente en los hogares se viva un ambiente de afecto. Se vive más bien un ambiente de estrés, mismo que sin darnos cuenta afecta también a nuestros hijos, con el exceso de estrés, aumenta también el grado de las exigencias, poca o ninguna atención le ponemos a las diferentes situaciones que nuestros hijos enfrentan diariamente, enfrentan presiones que muchas veces o casi siempre pasan desapercibidas por nosotros los padres.
Estudiar, sacar buenas notas, exámenes, tareas que les resta tiempo libre, aun así muchos de los niños en la actualidad tienen un programa de actividades que seguir, las relaciones con sus compañeros, amigos y profesores que deben cuidar, el estrés en el adulto puede provocar angustia, dolores de cabeza, irritación constante, fatiga que puede ir desde leve a severa, todo esto sin que nos demos cuenta provoca en el niño hiperactividad, falta de atención en las clases, puede sentirse fatigado, si sufre de asma, los ataques de la misma pueden agravarse, al igual que las alergias y hasta trastornos intestinales.
Los niños y los jóvenes enfrentan muchos factores que pueden provocar estrés, la escuela es uno de ellos, el temor a la reacción de los padres por no tener buenas notas o por no aprobar el año le provoca angustia, y consecuentemente les provoca estrés porque se exigen a sí mismos tener el mayor rendimiento por que es lo que los padres quieren y esperan.
Si a todo esto le agregamos que en el hogar hay muchos mas factores que si bien es cierto están catalogados como normales, a nuestros hijos les provoca cierto grado de angustia, el nacimiento de un hermano/a, discusiones entre los padres, las deudas, la separación para dar algunos ejemplos, incluso el socializar se convierte en estrés, porque cada vez es menos el tiempo para relacionarse y disfrutar de la compañía de sus compañeros y amigos.
Se dice muy comúnmente “dichosos los niños que no conocen de penas”, sin embargo algunos expertos en la crianza del niño han dicho que se empieza a sufrir de estrés desde los 2 años de edad y de allí, que se diga muy a menudo que los niños lo absorben todo, lo presienten todo, incluso desde que están en el vientre materno, porque viven sin que nos demos cuenta las angustias y penas de los padres.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos?
Conviene ser conscientes de que el niño es la victima más inmediata de los efectos del estrés del adulto, especialmente del de los padres, porque en determinado momento están a merced de nuestras exigencias de nuestras presiones aunque sintamos que todo lo que hacemos es por ellos. El estrés por darles todo lo necesario también nos provoca estrés y también les afecta a ellos.
¿Cómo podemos evitar que el estrés del adulto los afecte?
Es necesario tomarnos nuestro tiempo para observarlos, poner atención en cambios de sus hábitos, tales como:
Morderse las uñas.
Halarse el cabello.
Irritación sin ninguna razón aparente.
Dolores y/o trastornos estomacales.
Alergias de las que antes no padecía.
Temblores de cuerpo o tics nerviosos.
Come demasiado o muy poco.
Duerme poco o mucho.
Todas esto son los síntomas externos, mismos que nos pueden servir para ponernos en alerta para ayudarlos.
Intentemos ponernos en su lugar, tratemos de mirar las cosas desde su perspectiva, en lugar de programarles muchas actividades que los mantengan ocupados, dediquémonos un tiempo con ellos, para salir al aire libre, correr y brincar o por lo menos ver que lo hagan por lo menos un día a la semana no hacer nada, solo dedicarles tiempo, compartirlo con ellos, dejar que aprendan a relajarse, no regañar por todo, para que aprendan a superar sus limitaciones, a salir de sus frustraciones reconociendo sus propios errores.
Es muy importante eso sí, establecer reglas que más tarde serán parte de sus hábitos. ¿Cuánto tiempo se pasa frente al televisor? ¿Qué tipo de programas mira? Pero lo mas importante es dejarlos que sean niños, permitirles que desarrollen actividades propias de su edad, juegos infantiles de héroes que salvan a la princesa o el chófer intrépido que gana todas las carreras, o la princesa encantada, dejarlos que exploren y conozcan su entorno.
Después de todo, se es niño una sola vez y cuando esa niñez se nos escapa sólo nos quedan los recuerdos que llevamos por siempre y que más tarde se transmite a las siguientes generaciones
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