¿¿MUJERES PERFECTAS O PERFECCIONISTAS-.??
Hoy trataremos un tema profundo, reflexivo y digno de ser consignado con toda la autenticidad y verdad que el mismo requiere, con el ánimo de ver en qué forma se manifiestan los actos y sentimientos del cotidiano vivir, y la manera cómo reaccionan algunas mujeres ante vuestras actitudes que resultan muchas veces desgastantes para algunas y devastantes para otras, cuando las cosas se salen fuera de su control.
Me refiero enfáticamente al perfeccionismo en todo lo que hacemos, desde el más sencillo movimiento de un objeto dentro del hogar, hasta el de más alto y refinado protocolo efectuado para quedar bien con nosotras mismas y con todos los que nos rodean.
Algunas mujeres se han formado y han crecido en ámbitos muy estoicos y tradicionalistas en los que pareciera un crimen descuidar el orden exagerado en el hogar y hasta en la educación y formación de los hijos y la familia.
Mujeres hay tan celosas y meticulosas en el cuidado y atenciones exageradas de su hogar, tan hacendosas, trabajadoras y expertas refinadas de todos los detalles, que se vuelven cenicientas imparcialmente perfectas, y no toleran que sus agotadoras tareas se queden inconclusas.
Ellas van vigilantes y alertas por toda la casa como celadoras empecinadas y empedernidas, con el plumero y el sacudidor prendidos como estandartes en la cintura, con la escoba, el trapeador y el recogedor siempre listos para dejar impecables y relucientes los pisos, los techos, las paredes de la casa, y pobre de aquél que se atreva a pasar cuando ella anda haciendo su ritual de limpieza y le dejen sus huellas marcadas… ¡Sienten que se les viene el mundo encima! ¡Casi les da un infarto por tanta cólera!
Gritan desesperadas con la vista inyectada de rabia, y airadas patalean como fieras heridas e invadidas en su terreno para defender su trabajo: “¿Pero qué te pasa imbécil, qué no ves que me estoy matando para tener la casa limpia, y tú estás ciego?”, “Oye idiota fíjate por dónde pasas”, “Acabo de limpiar allí y ya pusiste tus manotas”, “Me pasé horas aspirando los muebles, tú llegas, te echas y te revuelcas como un cerdo en ellos”, “No me tienes consideración” “Me dejaste la cama revuelta” “Me tienes harta con tus porquerías”, “No soy tu sirvienta”, “Eres un estúpido que no valoras lo que hago”, etc.
¿Y qué decir cuándo estas mujeres se meten a la cocina?, lavan y pulen los platos, ollas y cazuelas dejándolas rechinando de limpias, tallan y vuelven a tallar insistentemente los vasos de cristal y las cucharas hasta sacarles brillo, sellan los frascos de los condimentos como si fuera para siempre, que cuando los van a volver a usar no pueden ni abrirlos, meten en doble bolsa de plástico los alimentos sobrantes para ser recalentados, y cuando los recalientan, vuelven a pasar el trapo húmedo por encima de la estufa limpia o del horno de microondas que acaban de limpiar, lavan hasta los ajos después de ser pelados, se esmeran a conciencia para dejar impecable la presentación de la mesa y hasta apuran con la mirada a sus comensales para arrebatarles de nuevo la bajilla y volverla a lavar casi de inmediato. Y a la pobre familia no le queda otra opción más que aguantar resignadamente a la sultana de la desproporcionada exageración, mostrando evidentemente su absoluta falta de adaptación, consideración y respeto a los suyos.
Así explotan en grandes crisis emocionales las ejecutivas domésticas gratuitas. Así revientan diariamente como palomitas de maíz esas pobres mujeres que padecen de exasperante pulcritud para las cuales, la limpieza y el orden se convierte en una obsesión enfermiza.
Las reglas, las disciplinas, el orden y la limpieza de un hogar o de las personas, no son malas por supuesto, pero cuando todo esto raya en la inmoderada exageración desmedida, el hogar se convierte en un caos, una guerra sin cuartel, en el que sabemos quién será el perdedor: Este, lógicamente es el consumidor.
Y la verdad es que no resulta ni es nada grato vivir ni convivir con una persona con tales manías y hábitos enfermizos. Aberraciones de tipo psicológico, que no son más que pura paranoia, vicios y hábitos nefastos, que en vez de generar armonía y bienestar su vuelve tóxico para todos. Entonces La compatibilidad de caracteres se hace insostenible, casi nula o imposible cuando se está siempre en el ojo del huracán, que si hace algo está mal, y que si no lo hace está peor. ¡Vaya complicación! ¿Qué hacer cuando se tiene que vivir al lado de una persona con tales características psíquicas?
Ser flexibles y comprensivas amigas queridas, es parte de la escuela activa integral que tenemos en casa y que también es, o al menos debería ser un gimnasio psicológico que nos permita crecer interiormente. Aprendamos junto a los nuestros a ejercer el derecho al respeto ajeno, que es índice de sana tolerancia y armónica convivencia, único camino que yo conozco, para encontrar el amor y la paz en el seno familiar y sobre todo… ¡En nuestro afable y perfecto corazón de mujer!
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