GUIANDO A MIS HIJOS.
Nuestros hijos son personas con una mezcla de entusiasmo, ternura y belleza, caracterizados por ser sensibles, ingenuos y traviesos, pero sobre todo con una inmensa capacidad de aprender.
La tarea de criarlos es nuestra ineludible responsabilidad que día a día requiere dedicación y perseverancia, desde la infancia hasta llegar a ser adultos.
Todos sabemos que cuando nuestros hijos son pequeños pueden reír a carcajadas y al momento cambian y lloran con profundo dolor. Y cuando van creciendo, nos quedamos admirados por todo lo que son capaces de hacer. Démosle el afecto que necesitan para que puedan disfrutar la vida, apoyándoles cuando lo necesiten y guiándoles hacia una vida con propósitos.
Sin duda, nuestros hijos son un regalo de Dios, que los ha puesto a nuestro cuidado para que los formemos con cariño y dedicación. Dediquemos nuestros esfuerzos en amarlos, disciplinarlos y perdonarles, a fin de que ellos aprendan a hacer lo mismo con sus semejantes.
La tarea de criar, educar, disciplinar y guiar a nuestros hijos es una ardua labor. El desafío más grande que tiene toda pareja es aprender la importante responsabilidad de criar a sus hijos en todos los sentidos. Pero casi siempre los padres carecen de una orientación previa para llevar a cabo esta tarea.
Muchos padres anhelan un hogar unido, lleno de amor. Pero, con las preocupaciones económicas, las dificultades sociales y la falta de apoyo para con la familia, muchos padres se sienten “náufragos en un mar de problemas”. Sin embargo, para ser una familia, cada hogar requiere no sólo de vivir bajo el mismo techo sino que también necesita una estabilidad. Por eso toda familia es una escuela de valores.
Para enfrentar la vida en familia con todos sus problemas, desafíos y sinsabores, cada individuo necesita sentir que tiene un propósito en la vida, que tiene la fortaleza para seguir adelante y la certeza de que Dios, nuestro creador, lo ama y lo protege. Es necesario aprender a confiar nuestra familia al cuidado de Dios.
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