Marcos 10:1 al 12  Levantándose de allí,  vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán.  Y volvió el pueblo a juntarse a él,  y de nuevo les enseñaba como solía.

Se acercaron los fariseos y le preguntaron,  para tentarlo,  si era lícito al marido repudiar a su mujer.

Él,  respondiendo,  les dijo: 

 --¿Qué os mandó Moisés?

Ellos dijeron: 

 --Moisés permitió dar carta de divorcio y repudiarla.

Respondiendo Jesús,  les dijo: 

 --Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero al principio de la creación,  hombre y mujer los hizo Dios.

Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre,  y se unirá a su mujer,  y los dos serán una sola carne;  así que no son ya más dos,  sino uno. Por tanto,  lo que Dios juntó,  no lo separe el hombre.

En casa volvieron los discípulos a preguntarle sobre lo mismo, y les dijo: 

 --Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra,  comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro,  comete adulterio.

Este es un tema que ha traído muchas discuciones, aún desde la antigüedad, desde el momento en que la ley fue escrita por Moisés en Deuteronomio:

Deuteronomio 24:1  "Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella,  si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente,  le escribirá carta de divorcio,  se la entregará en la mano y la despedirá de su casa”.

La pregunta gira en torno a la división que había entre los rabinos judíos respecto a la interpretación de la Ley de Dt 24.1: los seguidores del rabino Shammai eran muy estrictos y permitían el divorcio únicamente en caso de adulterio; los seguidores de Hillel lo permitían por varios motivos, incluso por algunos bastante leves.

Un pueblo acostumbrado a regirse por la ley. Un pueblo al que debía indicársele lo que estaba bien y lo que estaba mal, porque daba la impresión de que habían perdido la capacidad de discernir a través del pensamiento propio qué era lo correcto.

Dice el texto bíblico que sin embargo, la pregunta había sido hecha de manera intencionada para tentar a Jesús. ¿Era realmente un rabino doctor de la ley y respetuoso de normas que conducían al pueblo judío desde hacía miles de años? ¿O era un blasfemo que desafiaba lo establecido?

Cada vez que hablo sobre matrimonio y divorcio pienso si tengo autoridad para hablar del tema, dado que después de 33 años de casado puedo decir que hemos tenido muchos momentos duros. Y que no sé qué pasará mañana.

Soy consciente además de que muchos de los que hoy leen son personas divorciadas que han vuelto a casarse. Esto es algo tan frecuente hoy en día como que 6 de cada 10 matrimonios de personas de mi generación han fracasado.

De modo que trato de ser muy respetuoso. Sin embargo, debo confesar que en sueños tomé el texto de Marcos 10 y que sin saber su contenido, encendí la computadora para saber qué era lo que el Señor tenía para darme.

Cuando pasé por un momento muy dificil en mi pareja, que no tenía que ver con adulterio sino con esas etapas en que aunque nos amáramos estábamos caminando en veredas distintas, recibí de mi pastor la habilitación para divorciarme, porque las circunstancias según la ley me habilitaban para ello. De modo que a ojos de la ley, no entraría en pecado.

Pero fue mi decisión continuar, fue mi decisión seguir adelante y enfrentarme a aquellas situaciones que no podíamos resolver como pareja. Hasta de buscar ayuda para encontrar respuestas. Y las respuestas vinieron, y la situación pudo resolverse de modo que hemos entrado después de aquel momento, en una etapa plena como matrimonio.

En ese momento hice público ante mi pastor, ante mi esposa y ante la persona que nos asistía profesionalmente, que renunciaba a la palabra divorcio. Que ya no volvería a mencionarla como una posibilidad, por lo menos de mi parte.

Fue mi decisión, no una cuestión de la ley.

Me pregunto en cuántas situaciones necesitamos todavía como cristianos y hasta secularmente en cuestiones de nuestra relación como ciudadanos argentinos, conocer el texto de la ley para  saber qué hacer.

Lo que se esconde detrás de esto, es también la hipocresía de mostrarnos como respetuosos de las leyes escritas, aunque en realidad buscamos la mejor forma de evadirlas.

Nos aferramos y defendemos leyes viendo fallas en los demás que nosotros mismos no cumplimos.

Si ahora, en este momento de intimidad cerrás los ojos y tratás de ver tu matrimonio con ojos de Dios, ¿Cuál te parece que es su voluntad? Creo que la respuesta es una sola. “Ustedes fueron hechos una sola carne. No puede separar el hombre lo que Dios ha unido”.

Y vienen los peros, las excusas, las justificaciones. Y vienen los pormenores.

Reconozco que hay situaciones en que lo mejor es que la pareja no siga conviviendo (como en los casos de violencia familiar por ejemplo) pero en estos casos, lo que se recomienda es una “separación transitoria”, en la que cada persona trabaja por separado su situación, tomando consciencia de lo que está haciendo mal y haciendo centro en aprender cómo corregir sus actitudes y conductas. Luego vendrá la posibilidad de restauración.

El centro, el verdadero nudo de esto es el amor. ¿siguen amándose? Entonces hay que luchar hasta el final por recuperar la relación, que muchas veces pasa por crisis a partir de elementos que son de resorte personal de uno de los miembros.

Una y otra vez, recibo comentarios o me toca asistir a personas que me dicen “mi espos@ me dejó. Se fue o me dejó con mis hijos.  ¿Cómo hago para restaurar mi matrimonio si él o ella no quieren hacerlo?

No puede darse una respuesta sencilla ante una crisis en la que no se conocen en profundidad las causas. Pero eso, la separación, podría haberse evitado. Siempre, siempre. Si se hubieran dado la posibilidad de buscar ayuda, en el mismo momento en que comenzaban los problemas. Si se hubiera dado la oportunidad a cada uno de los dos, de hablar de las cosas que le pasaban frente a un tercero preparado para escuchar. Si cada uno de los miembros del matrimonio hubiera mostrado una actitud honesta y abierta, hablando desde el corazón de las cosas que le pasaban.

No sé dónde estás vos en este momento, ni sé cómo está tu pareja. Sé que si estoy hablando de estos temas es porque vos que estás escuchando necesitabas que fueran hablados.

Creo que Dios te está invitando a revisar tu relación. A dejar de seguir “careteando” como dicen los pibes hoy en día, y a estar dispuesto a enfrentarte a los hechos, a sacarlos a la luz y decir lo que está pasando. Todavía estás a tiempo de salvar tu matrimonio, y vale la pena intentarlo. ¡VALE LA PENA!

No esperes la habilitación de los hombres para tomar tus decisiones. No esperes el permiso de tu pastor o tu sacerdote para separarte. Buscá la presencia de Dios en tu vida, la ministración del Espíritu Santo sobre tu pareja. Salí a buscar ayuda cuánto antes. Ahora mismo si es posible.

¿Qué harías si te enterás que tenés un cancer en tu cuerpo? ¿No agotarías hasta la última energía en sanarte, en que ese mal fuera expulsado definitivamente y para siempre? No recurrirías a toda la ayuda a tu alcance para recuperar la salud?

Bueno, tengo que decirte que hay un cancer instalado en el cuerpo único que forma el matrimonio. Como toda célula cancerígena, seguirá creciendo a menos que tu cerebro tome conciencia de lo que pasa, y que tu aparato inmunológico cree los anticuerpos necesarios para enfrentarlo y limitar o destruir su crecimiento.

Esta forma de cancer espiritual está comiéndose a tu pareja. Lo está devorando y llegará un momento en que estará tan avanzado que no habrá nada que hacer para volver atrás.

A partir de este momento, sos consciente de esta enfermedad espiritual. La salud de tu matrimonio está siendo amenzada y hay riesgo de muerte.

Está en vos decidir si dejás que el cancer avance o salís ya mismo a buscar ayuda. Hay un Médico que puede ayudarte a recuperar la salud. Pero es necesario que hables de lo que te pasa,  que las cosas salgan a la luz. Si los problemas siguen en la oscuridad será muy dificil y hasta imposible que la salud de la relación matrimonial sea restaurada.

¡Tu matrimonio vale la pena!    Es tiempo de hacer lo que sea necesario. Más vale encender una luz que seguir maldiciendo la oscuridad.

HECTOR SPACCAROTELLA

Río Gallegos

tiempodevocional@hotmail.com

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