nuestros gigantes
Uno de los temas en los que recurrentemente vuelvo una y otra vez a meditar, revisarme dónde estoy parado y buscar dirección es en la búsqueda de entender qué pasa en los demás cuando hablo o guardo silencio, cuando actúo o me quedo quieto.
Uno de los mensajes cristianos que escuché en mis primeros meses iniciado el camino de esta búsqueda de estar más cerca de Jesús, vino de un pastor guatemalteco llamado Lemuel García.
Nunca supe más nada de él ni encontré nada en internet.
Traté de localizarlo a través de otros pastores de Guatemala o de México pero nadie lo conocía.
De modo que él nunca sabrá en esta vida de qué forma su prédica impactó mi vida.
El mensaje estaba basado en Génesis, capítulo 6 verso 4, dice:
Génesis 6:4 “Había gigantes en la Tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre”
Había GIGANTES. Estos gigantes conocieron a las hijas de los hombres y engendraron la misma raza, Gigantes.
Cuando la Biblia dice “gigantes”, está hablando de personas que tenían un tamaño bastante fuera de lo normal.
Me recordó esta cita bíblica una película inspirada en ella que dieron en canal 7 de Buenos Aires.
Allí se mostraba a los gigantes como tipos descomunalmente grandes, más de 15 metros de altura, que se alimentaban de seres humanos.
La realidad no fue esa, pero según el libro del Génesis, estas personas medían entre tres y tres y medio metros de altura. Eran personas que si uno se paraba al lado de ellos, solamente su altura acobardaba.
Deuteronomio capítulo 3:11 “Porque únicamente OG rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿No está en Rabá de los hijos de Amón?. La longitud de ella es de nueve codos, y su anchura de cuatro codos, según el codo de un hombre”.
El relato vuelve a marcar dimensiones medibles. Estas dimensiones equivalen a cuatro metros de largo, por 1,8 metros de ancho. La cama de un gigante, doble de grande que la que usamos nosotros. Literalmente, eran “gigantes”.
La Biblia refleja estos pasajes como antecedentes de que estos hombres realmente existían.
1 Samuel 17 menciona otro gigante (GOLIAT). Y por las dimensiones, uno se da cuenta que se trataba de un hombre bastante fuerte.
Estos hombres, por su gran estatura, y porque eran enormes y robustos, solamente por sus dimensiones acobardaban a la gente que venía a luchar contra ellos.
Porque no era una disputa intelectual. Era realmente “carne contra carne”. El que quedaba con vida era el que iba a dominar a todo el pueblo del perdedor.
Leemos que Goliat desafiaba al ejército de Israel, que Saul estaba al frente del ejército, y que el gigante se paraba por la mañana y por la tarde durante 40 días desafiándolos diciendo
“ denme a un hombre de ustedes que luche contra mí”.
Estas estrategias eran bastante frecuentes, y se utilizaban para evitar la matanza de mucha gente.
Solamente se ponía uno por cada ejército. Pero el que perdía la batalla, tenía el mismo efecto que si todo el ejército la perdía.
El que había ganado, y todo su ejército, serían desde entonces amos y señores del país vencido, que era violado, despojado de todos sus bienes y esclavizado.
Estos relatos no muestran un mundo de ciencia ficción o de dibujos animados. Se trata de hechos reales. Esto existió así como el relato lo muestra, es literal.
En nuestro mundo ya no hay personas de esa estatura, ya no hay gigantes de 3,5 metros de altura.
Sin embargo, vivimos “rodeados de gigantes” que nunca hemos podido derrotar y que cada vez que se levantan nos oprimen, nos desaniman y nos dejan sin poder dar un paso con el propósito de nosotros lograr objetivos en la vida.
Saul dudaba porque había mucho que perder. La lucha no era entre dos hombres. En ese enfrentamiento, había “vidas en juego” que dependían del resultado.
Había niños, mujeres, hombres y ancianos además de los guerreros, cuyas vidas estaban detrás de todo esto, que iban a levantar las manos triunfadores o sus vidas iban a quedar destruidas.
Decía el pastor Lemuel García que hoy, en la actualidad también hay vidas en juego. Personas que de uno u otro modo, dependen de nuestras decisiones y determinaciones, y de la forma en que actuamos.
Ellos terminarán sufriendo las consecuencias de acuerdo al valor que tuvimos.
Hay un gigante que muchos de nosotros no hemos podido vencer. Se llama INTIMIDACION. Su efecto es el de INFUNDIR TEMOR, de IMPONER RESPETO, de ACOBARDAR. Tiene la tarea de SUPRIMIR AL OTRO A TRAVES DE AMENAZAS. Su tarea es hacer todo lo que esté a su alcance para impedir que actuemos.
Muchas veces, ante determinadas situaciones, reaccionamos de un modo que nos resulta inexplicable. Somos miedosos, nos retiramos, nos acobardamos. Después nos preguntamos porqué actuamos así.
Lo que ha pasado, es que algo o alguien nos ha intimidado. No podemos dar un paso más. Nos frenamos. Nos quedamos paralizados.
Luego, cuando la situación ha pasado, nos decimos “Esto no volverá a suceder. No volveré a actuar así”… Pero cuando nos volvemos a enfrentar al gigante, volvemos a reaccionar igual.
Ese gigante tiene que ser destruido. Ese espíritu de intimidación tiene que caer. Porque te está quitando la dicha y la bendición que Dios ha declarado sobre tu vida. Hay que destruir ese gigante. Porque en caso contrario, más tarde o más temprano, volverá a quebrarnos.
Lo que me conmovió de la prédica de Lemuel García, fue que Dios me mostró a través de él que tenemos que superar y vencer al gigante de la intimidación porque hay vidas en juego, otras personas que dependen de que tengamos éxito en la batalla.
Cada uno de nosotros, tiene una autoridad que Dios nos ha dado. Cada uno de nosotros tiene una posición espiritual donde Dios nos ha colocado. Debemos caminar en la autoridad dada por Dios. O alguien tomará esa autoridad y la usará en contra nuestro.
Nosotros tenemos autoridad, pero cuando nos amedrentamos, cedemos esa autoridad.
Jesús, antes de subir al cielo, dijo
Mateo 28, 19 “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”
Jesús podía hacer eso, porque con su muerte había recuperado la autoridad que había perdido Adán. Él vino a la Tierra a rescatar lo que se había perdido. Se perdió la autoridad. Pero Jesús nos asegura que nos hará sentar a nosotros en lugares Celestiales. Nos transmite su autoridad, ganada con su muerte.
Satanás busca intimidarnos para recobrar la autoridad que Jesús le sacó. La pelea hombre a hombre, trata de quitártela a vos a través de asustarte.
Nosotros no nos damos cuenta que aquello que hacemos, repercutirá en la vida de otra gente.
No nos damos cuenta, cómo influimos en la vida de otras personas.
Si tan solo pudieras fijar la atención en tu propia familia, te darías cuenta que que no te podés quedar callado, que no te podés quedar quieto porque sus vidas dependen de vos
El enemigo no puede operar si no tiene autoridad. Y Él no tiene ninguna autoridad. Solamente la que puede quitarnos a nosotros.
A través del pecado, nuestros padres han perdido su posición de autoridad en el espíritu, dejando a sus hijos vulnerables ante el enemigo. A raíz y como consecuencia del pecado.
Algunos de nosotros no sabemos hasta dónde nosotros perjudicamos la vida de otras personas, especialmente de aquellos que dependen espiritualmente de nosotros.
El papá peca, y piensa que es solamente él, y no es así. Está jugando con una autoridad que Dios le ha dado.
El enemigo siempre buscará el mayor nivel de una persona de autoridad para hacerlo caer, porque si controla al que tiene la autoridad, deja sin protección al resto, se quedan sin cobertura.
Cuando papá o mamá fallan y ceden autoridad al tomar decisiones equivocadas,las consecuencias las terminan sufriendo los hijos.
Compartía hace unos días atrás que un especialista en recuperación de adictos a drogas decía por un canal nacional de noticias que cuando tratan con un adicto, saben que él es el menos enfermo de la familia.
Al quedarse una persona sin autoridad, repercute automáticamente en los que están debajo. HAY VIDAS EN JUEGO. Tenemos que hacer carne en nosotros esta realidad.
Cuando la persona tiene deseos de muerte, es porque el espíritu de intimidación está ganando la batalla, y no lo ha podido vencer.
Muchas personas se ocuparon consciente o inconscientemente de destruir la autoestima de la persona que está buscando la muerte.
Y aquí hay un punto importante: Aquellas personas que han logrado utilizar esa autoridad en contra nuestra, son precisamente personas que tienen autoridad.
Son las personas que tienen autoridad sobre nosotros las que nos intimidan. Son las queterminan logrando que tires la toalla y generan en tu alma el deseo de morir.
El espíritu de intimidación desata en las personas CONFUSION, DESANIMO Y FRUSTRACION.
Aquí lo vivimos mucho, en la patagonia. Muchos vinieron escapándose por miedo al gigante. Y aquí volvieron a encontrarlo, porque no está afuera, no es una persona, es una batalla espirtual.
Cuando se dan cuenta de esto, quieren seguir escapando, les viene lo que yo llamo “patagoñitis”. La persona dice: “Me quiero ir de la ciudad, lo más lejos posible, donde pueda empezar de nuevo, donde no me conozcan”...
Eso no cambia nada. Esa persona debe vencer primero al espíritu que la está intimidando. Si no lo hace, se va a seguir escapando toda su vida.
Hay personas que vuelven a su ciudad después que pasó el tiempo, después que murieron sus padres, después que el fracaso por el que vinieron parece haberse disipado en el tiempo. Sin embargo el gigante está a las puertas de su pueblo esperando para seguir asustando, para seguir paralizando el alma.
Tenía que venir un David, que no estaba bajo la cobertura de Saul sino que había recibido una unción poderosa y preciosa del Espíritu santo. El se atreve a declarar algo que no se atreven los que estaban en el ejército de Israel, que ya estaban destruidos, desanimados y frustrados. 40 días y 40 noches soportando un bárbaro que decía: “vamos, manden a uno, a ver quién gana”
Pero llegó David. Los oficiales decían “¿quién es este pibe?” ¿Quién es este chiquito, que se atreve a ponerse en nombre de nosotros, el ejército del Dios viviente?…
Pero David, puede decir algo más: “ En el nombre de Jehová de los ejércitos, te voy a destruir”. Del mismo modo en que he destruido antes todo lo que venía en contra mía, te voy a destruir a ti. Porque el Dios de Israel es poderoso. Tú serás como uno de los leones que he despedazado con mis manos, porque conmigo está el Poderoso de Israel.
Cuando sientas al gigante que intenta paralizarte, pensá en cada una de las personas que están alrededor tuyo. Pensá en tus hijos, pensá en tu esposa. Si les fallás, ¿Qué será de ellos? Serán el hazme reír de la gente. Sus hijos crecerán y se preguntarán porqué.
Te hablo con palabras fuertes para que entiendas que podés detenerlo. Que es solamente una máquina de asustar, como en el tren fantasma de un parque de diversiones. Creeme, creele a Dios. Ese gigante NO PUEDE HACERTE DAÑO.
La decisión es tuya. ¿ Vas a pelear por el bien de las personas que están bajo tu cobertura, o vas a resignar tu autoridad para que otro la tome y vaya en contra tuyo y de los que más querés?
HECTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos
Argentina
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
(inspirado en una prédica del pastor LEMUEL GARCIA).