TIBIEZA
Todo empieza con una pregunta que le hacen a Jesús:
---Señor, ¿van a ser muchos los que van a ir al cielo? ¿O van a ser pocos?
Y Jesús les contesta con otras palabras, que no se preocupen por la cantidad de personas que van a ir al cielo, preocúpense de hacer las cosas con entusiasmo, con esfuerzo, jugándose por hacer lo que creemos correcto, no importa el precio.
Y todo lo contrario del jugarse, del esfuerzo, del entusiasmo, es la tibieza.
No hay que ser tibio. Dios no quiere tibios. A Dios no le gustan los tibios.
La tibieza puede invadir cualquier aspecto de nuestra vida.
Decíamos ayer que la tibieza puede colarse en el afecto que uno trata a su cónyuge, que ya no es como era tiempo atrás. Y ello afecta en mucho la unidad del matrimonio.
Vivimos juntos, los chicos siguen creciendo, van al colegio, las cosas siguen pasando, pero somos un matrimonio tibio.
La tibieza también se puede colar en nuestra vida cristiana.
Voy a la iglesia los domingos, pero ya no me entusiasma. “Cumplo” pero hasta ahí llego. He perdido mi primer amor, el fuego del primer tiempo de convertido.
Hubo mucha gente que comentó las reflexiones que se hablaron en el programa en esta dirección. Personas que se sintieron tocadas y revisaron su relación con Dios y con los demás, su calor como hombres y mujeres, como cristianos, como hijos de un Dios que no soporta la mediocridad.
La tibieza es una enfermedad que ataca el alma, también al amor y la pasión. Es decir debilita el amor y la pasión que yo puedo tener por algo, hace que no me juegue por algo. Debilita el entusiasmo para hacer, lo que debo hacer.
Tomás de Aquino llamó a la tibieza como "cansancio del alma".
Antes hacía las cosas con entusiasmo, con ardor: ahora me aplasté, me cansé, me adormecí. Físicamente puedo estar bien, pero me faltan las ganas de hacerlo.
Se cansó mi alma. El alma se adormeció.
La tibieza es una enfermedad que ataca el alma.
Es el espacio para el que se conforma con lo que está haciendo, y que justifica lo que no está haciendo.
Desde esta fatiga del alma terminamos aceptando todo lo que sea fácil y rechazando lo que vemos como difícil, lo que necesita esfuerzo, entrenamiento, preparación. Conversión.
Otro escritor dijo que “nunca el hombre de valor, el hombre valiente, hace lo que quiere, sino que quiere lo que hace”.
En nuestra posición de vida, evaluamos la tibieza de nuestro corazón porque hemos resignado lo que creemos hermoso en la vida, hemos dejado de buscarlo, de desearlo, de pensar que es posible.
Y con esta resignación también renunciamos a la posibilidad de ser felices, nos conformamos con menos… con mucho menos.
Lo triste es que esta enfermedad del alma no afecta solamente a individuos sino a congregaciones enteras, que terminan sumergiéndose en un gris que no es ni blanco ni negro, en una penumbra que no es ni oscuridad ni luz.
Te propongo que revises el estado de tu alma. Si estás leyendo esto que escribo es porque todavía hay tiempo de revisar y corregir rumbo.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos
Argentina
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