LOS POBRES
En su prédica, el pastor usó una frase nuevamente: “cuando estés ante situaciones en que dudás sobre cómo proceder, preguntate qué hubiera hecho Jesús en tu lugar”.
Seguramente que habrás escuchado vos también varias veces una frase similar.
Durante una reunión especial en la congregación en la que hubo una cena, tuve la oportunidad de conversar con muchas personas que cargaban la angustia de situaciones que no sabían cómo resolver.
- El padre de familia cuya esposa había recientemente dado a luz a un hijo y que tiene como única fuente de trabajo trabajos eventuales, changas que le permiten juntar el jornal del día.
- El joven recien casado que vive las lógicas crisis de comienzo de la convivencia, que están afectando su ministerio en la Iglesia.
- El varón que hace cuatro meses está lejos de su casa porque su esposa le dijo que ya no quería seguir con el matrimonio producto de situaciones que no han podido resolver con el paso de los años.
- El joven que renunció a un trabajo que le permitía un importante crecimiento profesional por ayudar a su madre, y me dice “si no lo hacía yo, entonces quien”?
- El empresario que agotado de las tensiones cotidianas y las larguísimas jornadas de trabajo ve peligrar su matrimonio y su salud, y necesita el consumo de psicofármacos para seguir adelante.
- La mujer que pasó la barrera de los cuarenta y se encuentra enfrentando la puerta hacia una nueva etapa en su vida preguntándose qué hizo con el tiempo vivido y si le gustaría seguir viviendo de ese modo.
- El matrimonio cargado de angustia porque no dejan de discutir día tras día aunque ambos reconocen que se aman… y tienen miedo que el final esté cercano.
Esa noche escuché a todos, hablé con todos, traté de dar mi visión de sus crisis a todos. Hasta intenté aconsejarlos de acuerdo a lo que veía como potenciales soluciones.
Pero realmente no estoy seguro de haber sido de ayuda. Volví a casa preguntándome si Jesús, consciente de las dificultades del hombre dichas y las no dichas, hubiera actuado de ese modo.
Trato de ponerme en sus ojos, que miraban más allá del cuerpo la profundidad del alma humana, descubriendo en cada persona con la que se encontraba cientos de angustias, de preocupaciones, de problemas que no podían resolver.
Un pasaje de Lucas 6:19 vino a mi mente:
Lucas 6:19 al 21 Toda la gente procuraba tocarlo, porque poder salía de él y sanaba a todos.
Alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: "Bienaventurados vosotros los pobres,
porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.]
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
La gente trataba de acercarse a Él del modo que pudiera, incluso de tocarlo, sabiendo que
Este hombre especial sanaba a todos.
Dice el evangelista que Jesús alzó los ojos, pero no miró a la multitud sino a sus discípulos y a ellos les dijo las bienaventuranzas.
Esto cambió mi visión de este pasaje, que estaba acostumbrado a leerlo de Mateo y no de Lucas.
Era como si Jesús nos dijera “miren la multitud, empobrecidos en el cuerpo, en el alma y en el espíritu. ¿Se dan cuenta? Ellos necesitan que mi mensaje les llegue cuanto antes, porque de ello depende que sean bienaventurados. Ellos necesitan conocerme, tocarme para ser sanos, para que sus vidas cambien de enfoque, para que puedan enfrentar las situaciones que los angustian de un modo completamente distinto.
Era como si Jesús nos estuviera diciendo: ¿Ven cuál es su tarea? ¿Ven para qué están en este mundo? ¿Se dan cuenta porqué las personas necesitan reconciliarse con Dios?
Creo que tenemos algo que aprender y que no queremos ver:
Lucas 4:18 "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos.
Esa unción Jesús nos la transmitió a vos y a mí cuando estaba despidiéndose de este mundo para volver al Cielo con el Padre.
“Ustedes están ungidos para dar buenas nuevas a los pobres”.
“Ustedes están ungidos para sanar a los quebrantados de corazón”.
“Ustedes están ungidos para pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos”.
“Ustedes están ungidos para poner en libertad a los oprimidos”.
No se cansa de repetirlo, de poner en mi corazón una y otra vez la misma cita. ¿Será que no queremos verla de ses modo? ¿Será que buscamos excusas para justificar que nos quedemos quietos sentados en las bancas de nuestros templos mientras las personas sufren sus dramas cotidianos sin tener el apoyo de Cristo en sus pesares?
Vos me dirás probablemente “pero Héctor, escasamente puedo cargar sobre mi espalda mis propias miserias, ¿y vos me pedís que además ayude a cargar las de los demás?”
Tengo que corregirte radicalmente. No soy yo quien te lo pide, es Jesús.
No soy yo quien te dice que has sido preparad@ para esta tarea, que has recibido el entrenamiento necesario y que si no lo hacés vos, como decía el jóven que mencioné arriba… entonces quien lo hará?
Encuentro que muchas veces esta palabra “pobres” que Lucas pone una y otra vez en labios de Jesús, es interpretada como mencionando a aquel que no tiene suficiente dinero para vivir y mantener a su familia.
Necesitamos desarrollar sin embargo nuestra sensibilidad ante la realidad de la pobreza en todas sus manifestaciones.
¿Que no podemos resolver todos los problemas? ¡Claro!
Ciertamente Jesús tampoco resolvió todos los problemas de su época, pero no les dió la espalda, no dejó en ningún momento de solidarizarse con los que sufren.
Creo que es necesario, indispensable, que tomemos conciencia de la realidad de todas las miserias humanas, tanto las económicas como las no económicas, utilizando todo nuestro esfuerzo de modo de influir en el otro para solucionar dificultades.
A veces, muchas veces, demasiadas veces, vivimos como iglesia de espalda a las necesidades de los de adentro y de los de afuera.
Me pregunto si cuando esto ocurre no estamos traicionando al propio Cristo y a la esperanza que Él puso en nosotros cuando nos ungió como los continuadores de su obra.
Me doy cuenta que el mensaje de muchos predicadores trae confusión, porque han convertido sus sermones y sus artículos en mensajes políticos que incluso en muchos casos han sido puestos al servicio de determinadas ideologías.
Adapto debajo comentarios del dr. Jorge Leon, a quien también vengo citando en estos días:
“La palabra de Dios es la única norma de fe y conducta para el cristiano… Tenemos que tener bien claro que todos los problemas sociales que vive el hombre caben dentro del Evangelio, pero que todo el Evangelio no se agota en los problemas sociales”.
Hace unos días atrás fuimos con un técnico que trabaja conmigo, a hacer una tarea de reparación a la casa una de las familias más ricas de Río Gallegos.
Una verdadera mansión construida con todos los lujos arquitectónicos, un poderoso automóvil en la puerta, una escalera de marmol, televisores de lcd en varios ambientes, salones en los que entraba mi casa completa en cada uno.
Nos recibe una señora que por su vestimenta era una de las empleadas domésticas. Nos estaba esperando, de modo que nos llevó directo al problema a resolver.
Mientras realizábamos la tarea, una pequeña niña de 5 años en pijamas (eran las 11,30 hs) vino a charlar con nosotros. Me mostró sus juguetes, incluso quiso regalarme algunos de ellos, cosa que obviamente no acepté. La señora que nos atendió la llamaba para que bajara a almorzar pero la nena seguía conversando… Es que no tenía con quien hablar.
Sus padres estaban de viaje hacía varios días, y la nena vivía únicamente con la compañía de su hermano de 11 años y la empleada doméstica.
La niña me decía que extrañaba a su mamá, que hacía mucho que no la veía.
Cuando nos retirábamos del hogar habiendo terminado nuestra tarea, fui a despedirme de la niña, que estaba almorzando sentada en una enorme mesa de roble que tenía más de 5 metros de largo, con la sola compañía de su osito de peluche, a quien había sentado en otra de las sillas.
Te cuento esto y el corazón se me llena de machucones del alma.
Creo que es necesario que podamos descubrir los lineamientos reales de la evangelización que debemos realizar los cristianos. Indudablemente la tarea de llevar Buenas Nuevas no se realiza únicamente desde el púlpito.
Yo sigo preguntándome qué haría Jesús en mi lugar, trabajando con el mensaje que recibí de mi pastor hace dos domingos.
Y tengo que confesarte que muchas veces no tengo una respuesta clara y concreta.
Y cuando no tengo palabras de consuelo, entonces abrazo, beso, acaricio.
Cuando las explicaciones que pueda dar no sirven porque las respuestas intelectuales ya son conocidas, cuando los argumentos que mi boca pueda esgrimir son solamente una pequeña curita ante la enorme herida del alma, entonces solamente escucho, miro a los ojos, y trato que el Espíritu Santo sea quien haga la obra.
Cuando me tocó la experiencia de misionar entre indígenas de un país extranjero, le pregunté muchas veces a Dios cómo haría, si ni siquiera conocía el idioma de esas personas.
Y nuevamente abracé mucho, dí muchos besos, acompañé a las gentes en sus vidas cotidianas.
Estoy seguro, convencido que Dios usó mis manos que acariciaban y abrazaban, mis labios que besaban para llegar hasta esas personas.
No sé si pude resolver el dolor de la niñita de 5 años almorzando sola en la enorme mesa de roble. No sé si pueda resolver el dolor del hombre excluido de su hogar, o del anciano en la aldea india a quien le amputaron ambas piernas. No sé si tenga las respuestas intelectuales que las gentes necesitan.
Pero le pido a Dios que no me aparte de los sufrientes, que me mantenga cerca. Le pido a Dios convertirme en un instrumento de su paz y de su amor.
Que nunca mis ojos se endurezcan ante los miles de rostros que tiene la pobreza en este mundo en que vivo.
HECTOR SPACCAROTELLA
9400 Río Gallegos
Argentina
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