La riqueza de nuestros alfolíes
Para aquellos que no me conocen les cuento que con mi esposa, ya desde el año 2008, estamos haciendo experiencias misioneras de tiempo parcial, porque debido a nuestra situación no resulta fácil que podamos hacerlo de tiempo completo, pero si compartimos períodos de cada año en experiencias transculturales.
Cuando estamos en Argentina, siempre que tenemos la posibilidad, compartimos lo que el Señor tiene para mostrarnos en relación con la actividad y la tarea misionera.
Hoy a la tarde imaginaba a alguien que me escucha y que al llegar a su casa le preguntaran -¿cómo la pasaste en la iglesia hoy?- y esta persona respondiera –bien, habló un hermano que tiene experiencia en misiones y nos dio un mensaje misionero-…
No quisiera que se vayan con esa imagen ni con esta actitud en el corazón.
Lo que yo busco, lo que creo que el Señor necesita es que todos nosotros, como iglesia cristiana, podamos entender que estamos llamados a hacer misiones y a vivir en una iglesia misionera.
Ustedes conocen los textos bíblicos muy bien y saben que en Lucas 4, cuando Jesús se presenta haciendo una cita de Isaías y dice a que vino Él, cuál es su función y su tarea en la Tierra, Él se está presentando como un misionero. Es un modelo de misionero al que todos nosotros tenemos que seguir.
El Señor nos está conmoviendo, nos está sacudiendo, nos está alertando, nos está despertando para entender que no hay determinadas personas con un llamado misionero, si no que todos nosotros estamos llamados a hacer misión.
¿Por qué razón cometemos el error de pensar en alguien con llamado misionero?
“como yo no tengo llamado misionero, es buenísimo que vaya Héctor a tal lugar, muy bien por Daniela o por Pedro que van a aquel lugar, yo apoyaré en lo que pueda… apoyaré en oración”.
Tampoco hay que pensar que la iglesia esté llamada a hacer misiones como una tarea de la iglesia; determinada congregación se vuelca específicamente, a partir de la motivación de sus líderes a misiones. Y esta otra comunidad que está acá a la vuelta, que es de la misma denominación o de otra, no tiene la misma actividad misionera. Entonces, hay determinadas comunidades que tienen dos o tres matrimonios, parejas o personas individuales en el campo misionero y hay otros que no tienen ninguno. Esta comunidad si, esta comunidad no…
¿Y qué nos pide Dios?
Yo lo recibí hace poco más de diez años y no lo había entendido. Lo que comparto con ustedes es aquello que yo recibí, aquello que estoy aprendiendo a reconocer y lo que un toque de atención que el Señor ha hecho conmigo en este tiempo.
Yo los invito a que vayan al libro de Génesis, capitulo 41. El contexto, para hacerlo corto, es que José estaba prisionero del faraón egipcio; el faraón tiene sueños y José es convocado por éste para interpretar esos sueños. Él los interpreta con éxito, le anuncia al faraón que vienen tiempos difíciles, tiempos de recoger para tener porque vienen tiempos de hambre, “tiempo de vacas gordas y tiempos de vacas flacas”, como diríamos en Argentina.
José es nombrado como representante del faraón y se le asigna la tarea de prepararse para ese tiempo de vacas flacas que viene por delante.
Génesis 41:48 a 57: Y él recogió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y almacenó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento de los campos de alrededor. Recogió José trigo como si fuera arena del mar; tanto que no se podía contar, porque era incalculable. Antes que llegara el primer año de hambre, le nacieron a José dos hijos, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Llamó José al primogénito Manasés, porque dijo: «Dios me hizo olvidar todos mis sufrimientos, y a toda la casa de mi padre.» Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.» Se cumplieron así los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y comenzaron a llegar los siete años de hambre, como José había predicho. Hubo hambre en todos los países, pero en toda la tierra de Egipto había pan. Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó por pan al faraón. Y dijo el faraón a todos los egipcios: «Id a José, y haced lo que él os diga.» Cuando el hambre se extendió por todo el país, abrió José todos los graneros donde estaba el trigo, y lo vendía a los egipcios, porque había crecido el hambre en la tierra de Egipto. Y de todos los países venían a Egipto para comprar grano a José, porque por toda la tierra había crecido el hambre.
Esto me lo leyeron a mí hace diez años y me dijeron: “esto tiene que ver con tu vida, con tu relación con Dios”. Yo no lo entendí en el momento.
Muchos de ustedes, creo que todos, son gente que hace años está en el Evangelio, gente que hace años recibe y lee la Palabra, años de trabajarla, gente de oración que se ocupa de que sus hijos tengan una vida cristiana, gente que se ocupa de aprender y son buscadores de estar cada día más cerca de Dios.
Pero el Señor está diciéndonos que nuestros graneros, los tuyos y los míos, están llenos, que estamos acumulando granos espirituales en nuestros alfolíes, en nuestros graneros y que no estamos saliendo a dar a un pueblo hambriento.
Nuestros alfolíes están llenos, nuestros graneros están llenos de enormes riquezas. En lo material, todos tenemos aquí muchísimo más de lo que tienen otros, pero también riqueza cultural, nuestra formación, hemos ido a la escuela primaria, a la secundaria. También riqueza espiritual, y la experiencia única de contacto con un Dios que es Amor y que nos eligió como sus hijos. Que nos amó tanto que hasta llegó a dar a su propio Hijo como sacrificio de expiación por nosotros.
Y el Señor está diciendo que es injusto que con nuestros graneros llenos como están, los tuyos y los míos, nos quedemos quietos, sentados en nuestra silla, encerrados en las cuatro paredes del templo, porque afuera hay hambre, hay personas que se están muriendo de hambre.
En la gente de mi generación, tengo 54, un 65% de los matrimonios que se conformaron cuando éramos jóvenes hoy en día están destruidos, 6,5 de cada 10 matrimonios se han desarmado y en muchos casos vuelto a armar ¿por qué? porque no han tenido la oportunidad de ver la familia como nosotros la vemos, de entender la pareja como nosotros la entendemos, no han tenido la posibilidad de entender el trabajo como nosotros.
Nosotros tenemos la oportunidad de tomar conciencia sobre eso, tomamos conciencia y lo pensamos y lo revisamos y cuando necesitamos ayuda tenemos a donde buscarla, pero de la puerta del templo para afuera no tienen las mismas oportunidades que tenemos nosotros.
Y entonces, jóvenes que se están muriendo, adultos y ancianos que mueren sin conocer a Cristo, familias que se destruyen y no tienen la posibilidad de recibir todo esto que en nosotros abunda.
El Señor nos está sacudiendo, me está sacudiendo, me está confrontando con esta realidad, con mi comodidad y me pregunta: “¿qué vas a hacer Héctor? tu granero está lleno, está inundado, está hasta arriba y afuera se están muriendo de hambre”
¿Qué vas a hacer?
Yo les pregunto, ¿tiene que ver esto con el llamado misionero de Héctor, Adriana o de Pepe? ¿O tiene que ver esto con un llamado que Dios está haciendo a toda la iglesia de Cristo en este tiempo?
Díganme si ustedes no están sintiendo que el Señor los está convocando. A ustedes que leen o escuchan el mensaje, a moverse, a movilizarse, a salir de nuestra comodidad para dar, para abrir nuestros graneros y dar.
Me dirán: “pero yo ya soy una persona grande” o “yo no tengo la posibilidad económica de hacerlo”… lo único que está esperando el Señor es que, igual que con Isaías, tu mano se levante para decir “yo estoy aquí, contá conmigo, decime en que puedo yo participar, ayudar, colaborar, servir, decime de qué modo yo puedo hacer misiones, decime de qué modo puedo yo levantarme y salir a la calle”.
Hacer misiones no tiene que ver con irse a África o a Chaco, hacer misiones tiene que ver con mi actitud frente a mi Dios, frente al pueblo, frente a la gente, quien está alrededor mío.
Y, entonces, yo me constituyo misionero en mi lugar, no quiero quedarme con la comodidad de que una vez cada tanto alguien se pare en el púlpito a dar un mensaje misionero. No quiero quedarme con esa comodidad porque hoy estoy sintiendo que Dios me habla a mí.
Eso fue lo que me paso a mí, empecé a entender ese mensaje y, donde puedo y de la forma que puedo, vivo una vida misionera. Eso le pasa a mi esposa que está viviendo una enorme revolución espiritual y que está sintiendo lo maravilloso, lo hermoso que es servir al Señor.
Yo creo que el pensarme como misionero le da un nuevo sentido a mi vida, me hace pararme frente al mundo de otro modo. Yo no pienso en la rutina de ver el noticiero de las siete de la mañana y después salir a trabajar a las nueve, llegar después de trabajar a mi casa a mirar la televisión, ya no pienso en eso, porque el Señor me está movilizando y yo asumo que tengo otra razón para seguir vivo.
Si cada uno de nosotros esta aquí hoy, si vos estás leyendo este mensaje, no es por casualidad; si seguimos respirando no es por casualidad.
Estamos siendo movilizados por el Señor a un tiempo distinto.
Y hay algo más que tiene que ver con todo esto y que les propongo como desafío. Hay gente que viene de otras iglesias, que tiene otras costumbres, otros puntos de vista. Eso genera división y entonces nos sentimos mal y cuando tenemos que servir tratamos de no participar porque hay divisiones, hay problemas…
Todas estas divisiones entre nosotros, que no son de esta comunidad, son parte de la realidad de la Iglesia de Jesús en todos lados, todas estas divisiones tienen que ver con que perdimos el foco.
Hacemos foco cuando dejamos de mirar al de al lado y comenzamos a mirar hacia Jesús. Entonces ya no me preocupa la diferencia de pensamientos que tengo con el otro, ya no me siento dividido ni distinto.
Creo que Dios nos está enfocando a una iglesia transformada y está haciendo que nos preparemos en todos los aspectos y en todos los sentidos para vivir sintiéndonos parte de una comunidad misionera, pero con protagonismo personal. Es tiempo de que empecemos a pensar en misiones, a generar tiempo y espacio para misiones, a tener encuentros misioneros, a tener espacios de oración orientados, específicamente, a este ministeri. ¿Estamos hablando de pensar en los misioneros perseguidos en Irán o en los cristianos en México por ejemplo? ¿Estamos hablando de dejar todo, hacer una valija e internarme en la selva amazónica?
No, te hablo de cerrar los ojos y pedirle al Señor que haga lo necesario en mi vida para transformar mi actitud, mi comodidad, de modo que yo mismo asuma una actitud y una experiencia misionera.
Creo que Él nos está llamando a eso.
¿De qué forma? ¿cómo me preparo? Todo lo que tengo dentro de mi granero, todo está para dar. Y créanme, los graneros son inmensamente ricos, nuestros alfolíes son inmensamente ricos.
De la forma que yo pueda entender que toda la riqueza está adentro mío, no en los libros, no en lo que pueda recibir en un mensaje en la iglesia, si no adentro mío y en mi vínculo con el Espíritu Santo… empiezo a sacar de adentro mío la enorme riqueza que tengo y entonces vuelco todo lo que tengo en la necesidad del otro.
En Marcos capítulo 10, el evangelista relata el encuentro de Jesús con Bartimeo:
Marcos 10:46 a 52: Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Díganme si ustedes no están sintiendo lo mismo que yo. Hay a nuestro alrededor personas que están diciendo –Héctor necesito ayuda, vení a darme una mano porque tengo problemas. Me doy cuenta que tenés una visión distinta, vení, ayudame, necesito de ese Jesús que vos tenés.
¿Quién no está sintiéndose involucrado en este grito que la sociedad está haciéndonos a quienes llevamos a Jesús en el corazón?
Y, ¿qué tenemos que hacer? ¿qué hacemos con la riqueza de nuestro alfolí?
Estar atentos para ver al otro, a nuestro próximo, abrirnos y preguntar:
¿Qué es lo que necesitas?, ¿en qué te puedo ayudar?
Pero mi preocupación como misionero no es traerlo a la comunidad en la que estoy ni a otra, si no sensibilizarme, ser lo suficientemente sensible con la necesidad que tiene el otro y abiertamente con el amor ágape de Dios, darle al otro lo que está necesitando.
Y ¿de dónde lo saco las herramientas para la provisión? Las saco de mi granero, porque mi granero está lleno y tengo la respuesta que el otro necesita.
Me gustaría hacer una oración final:
Señor estamos tomándonos de las manos invocando Tu nombre, invocando Tu Espíritu Santo.
Y este tomarnos de las manos y sentir el calor del otro no hace sentir comunidad, parte de una familia. Señor, que podamos entender cuál es tu mensaje para nuestra vida en este tiempo.
Señor, hoy nos ponemos de pie y decimos: “heme aquí, envíame a mí, levantame Señor, heme aquí para que pueda dar la enorme riqueza de mi granero, para que pueda llenar los alfolíes vacios de quienes están a mi alrededor.
Señor, que pueda entender que me estas llamando a la misión, a Tu misión, que pueda entender que me estás dando la posibilidad de encontrar un nuevo sentido para mi vida y pueda comprender que haciendo foco en Jesús, que haciendo foco en esa cruz vacía, puedo encontrar un sentido para lo que me quede en este mundo y hacer que otras muchas personas, encuentren un sentido que hasta ahora no han encontrado.
Padre oramos a tu nombre, Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Te convocamos a nuestras vidas, Señor, te pedimos que nos inundes con Tu Espíritu Santo, que nos quemes con tu fuego, para que las divisiones entre nosotros sean destruidas y podamos hacer foco solamente en Vos, Padre.
Clamamos Tu presencia en nuestras vidas, oramos y pedimos en nombre de Jesús.
Amén
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
esta desgrabación es el resumen de un mensaje dado a la Iglesia el 03 de febrero de 2013