Buscando la pareja perfecta
Jorge Bucay es un psiquiatra argentino, que tuvo mucha trascendencia hace tres o cuatro años atrás, por su protagonismo en un programa de televisión. A partir de allí se hizo muy conocido y actualmente atiende a los famosos, cobrándoles fortunas.
Bucay escribió varios libros en donde muchas veces, se mezclan cosas que no me terminan de convencer y, que no recomiendo.
Sin embargo, antes de trascender a la fama mediática, escribió un excelente libro para parejas, en conjunto con Silvia Salinas, también Licenciada en psicología.
El libro que hoy te recomiendo se llama “Amarse con los ojos abiertos”, de la editorial El nuevo extremo, año 2000.
“Amarse con los ojos abiertos”, me gustaría reflexionar sobre un párrafo de este libro.
Cuando las personas se encuentran con dificultades en la relación, tienden a culpar a su pareja. Ven claramente cual es el cambio que necesita hacer el otro para que ésta funcione, pero les es difícil ver que es lo que ellos mismos hacen para generar problemas.
Es muy común, preguntarle a una persona, durante una sesión de pareja, -¿qué te pasa?-, y que conteste : - Él no me entiende-, y yo insisto- pero ¿qué te pasa a vos?- y ella me vuelve a responder: -Lo que me pasa es que él es muy agresivo- y yo sigo repitiendo – pero ¿qué sentís vos, qué te pasa a vos?-.
Es muy difícil que la persona hable de lo que le realmente le esta ocurriendo, de lo que esta necesitando o sintiendo. Todos queremos hablar siempre del otro.
Es diferente encarar los conflictos, que surgen en una relación, con la actitud de revisar que me esta pasando a mi, a enfrentarlos con enojo pensando que el problema es que estoy con la persona inadecuada, que es él otro el que se esta equivocando, que es él otro el que se corrió del eje.
Muchas personas se separan a partir de la creencia de que, con otra pareja seria distinto y, por supuesto, al reiniciar su nueva vida esa fantasía se acaba, vuelven a vivir situaciones similares donde lo único que cambió es el interlocutor.
Por eso, frente a las situaciones de parejas con problemas de encuentro, el punto es tomar conciencia de que las dificultades son parte integral del camino del amor.
No podemos, es imposible concebir una relación íntima sin crisis, sin conflictos.
Yo creo que aquellos matrimonios que dicen – entre nosotros no hubo nunca, ni un si ni un no-, esos son los que de verdad son de temer. Ese matrimonio seguramente tiene cáscara de tal, pero en su interior no hay nada.
La salida sería dejar de lado la fantasía de una pareja ideal sin conflictos, enamorados permanentemente. Es sorprendente ver como la gente busca este escenario ideal, en el que no haya conflictos, ni ninguna dificultad, una situación en la que la discusión no tenga lugar alguno.
Y cuando el Señor X, se da cuenta de que su pareja no corresponde con ese modelo romántico, ideal, fantasioso y novelesco, insiste en decirse ¿Por qué otros sí, tienen esa relación que él esta buscando?, ¿por qué otros son felices, por qué los otros sí pueden y él tuvo mala suerte?, ¿por qué él se casó con la persona inadecuada?.
No. No es así, no se casó con la persona equivocada, lo único incorrecto es su idea fantasiosa de lo que es el matrimonio. Lo que esta haciendo en forma inadecuada es buscar la pareja perfecta.
En cierto modo, me tranquiliza saber que esto que yo no tengo, no lo tiene nadie, que la pareja ideal es una idea de ficción y, que la realidad es muy diferente.
El pensamiento de que el pasto del vecino es más verde o, que él otro tiene eso que yo no alcanzo, parece generar mucho sufrimiento.
Quizás, el aprender estas verdades pueda liberar a algunas personas de los tóxicos sentimientos. La realidad mejora notoriamente cuando me decido a disfrutar lo más posible, en lugar de sufrir por una ilusión o una fantasía que no se dá.
La propuesta que me gustaría poder sembrar en tu corazón, es que hagamos con la vida que tenemos, todo de la mejor manera posible.
El sufrir, el que estés sufriendo porque nada es como te las habías imaginado, no solamente es inútil, sino además es infantil.
Lo que nos ocurre no es como en tu fantasía, las circunstancias no son como las de un cuento de Danielle Still. Esas películas románticas que a mi esposa le gusta mirar los domingos por la tarde en la tele, en las que hay amores ideales e idílicos, con atardeceres y música especial.
Eso es sólo una parte de lo que es la pareja, pero eso no lo es todo, es solo una arista de la relación conyugal. El matrimonio también es la crisis, también es la discusión, también es desesperarse porque no se encuentra una salida, el matrimonio también es salir a buscar ayuda cuando entre nosotros no logramos entendernos.
El matrimonio es no tener miedo de que, producto de nuestra crisis, podamos separarnos.
En el amor de pareja no hay temor, no hay miedo. No debemos tener miedo, porque esa persona que esta frente a mi, decidió estar conmigo hasta el fin y renunció espiritualmente a la palabra divorcio.
Y entonces, no tengo nada que temer, porque ese que esta hoy discutiendo conmigo, lo esta haciendo porque no me entiende, no porque no me cree. Ese que ve las cosas desde otro punto de vista solamente, no porque quiera hacerme daño o embromarme.
Esa persona que esta discutiendo conmigo, no lo esta haciendo porque se sienta mal o frustrado, o arrepentido de estar conmigo, esta discutiendo porque no me entiende, solamente esta discutiendo porque desde su propia naturaleza, ve las cosas distintas.
Recuerdo una historia de dos ciegos y un elefante. Uno de ellos esta parado enfrente del animal, delante de su cara, de su rostro, de su trompa y, el otro hombre ciego, está parado frente al elefante pero en la parte de atrás, en la parte de su cola.
Los dos son ciegos y, se les pide que hablen de lo que pueden percibir delante de sus cuerpos. Entonces, uno de ellos, dice -Yo me doy cuenta con mis manos, que tiene una trompa larga, que en la punta hay dos orificios por donde aparentemente respira, entra y sale aire. La trompa es áspera, llena de rugosidades, pero esta tibia. Y más abajo de su trompa tiene una abertura, que me parece que es la boca, si es la boca-.
El otro ciego, que esta en la parte de atrás del elefante, le dice -¡vos estas loco!, un elefante no es así, yo estoy tocando un elefante con mis manos y, me doy cuenta de que tiene una tirita de piel larga, que me parece es como si fuera una cola. Es una piel larga y finita que termina en una vellosidad, en cabellos, en pelos más largos. Y también, tiene dos partes que le llegan hasta los pies, me doy cuenta que son las piernas, esas partes son muy carnosas, es parecida a la cola que tenemos las personas-.
Entonces el otro le responde –“Pero eso no es un elefante, lo que yo toco del elefante es algo bien distinto”-.
Dos realidades, que son la misma porque el elefante es uno solo, el mismo. Ahora bien lo que están viendo, lo que están sintiendo, lo que están percibiendo viene desde lugares distintos.
Eso es muchas veces nuestra pareja y eso es además, causa para las peores discusiones y las peores crisis. No significa que uno se este corrido de la realidad, no es que uno este viendo cosas distintas, sino, simplemente que de la misma realidad se perciben realidades distintas, de acuerdo al lugar, a la posición en la cual uno se encuentra frente a ella.
No desconfíes de lo que esta viendo tu pareja, no desconfíes de lo que esta sintiendo tu pareja. Y sí te discute, lo hace convencido de que esa es la realidad, aunque sea distinta a la tuya.
¡No te asustes!. En el amor, no hay temor, en el amor a nuestra pareja no hay miedos. Y aunque nos de la impresión de que estamos parados en lugares distintos, viviendo realidades distintas, nunca dejes de pensar que lo que el otro te dice, salé desde su más profunda y honesta percepción.
Otra historia cuenta que un famoso maestro estaba frente a un grupo de jóvenes, que se proclamaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y, que es preferible acabar con la relación cuando este se apaga, en lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero a continuación les relato lo siguiente: -“Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras, para prepararle el desayuno a papá y sufrió un infarto, cayó.
Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y, casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando autos, sin respetar los semáforos, pasando en rojo, condujo hasta el hospital. Cuando llegó por desgracia, mi madre ya había fallecido.
Durante el sepelio mi padre no habló, su mirada estaba perdida, casi no lloró.
Esa noche sus hijos nos reunimos con él, en un ambiente de dolor y de nostalgia, recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano que sabia de las cosas de Dios, que le dijera a donde estaría mi mamá, en ese momento.
Así fue como mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, a conjeturar donde y como estaría ella. Mi padre escuchaba con atención, de pronto, pidió que lo lleváramos al cementerio. –¡Papá!-, respondimos, -son las once de la noche, no podemos ir al cementerio ahora-.
El anciano alzo su voz y, con una mirada vidriosa, dijo: -No discutan por favor, no discutan conmigo, no con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años-. En ese momento se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más, nos fuimos al cementerio y le pedimos permiso al cuidador para poder pasar en ese horario. Con una linterna llegamos hasta la lápida, mi padre acaricio la piedra, oró, y nos dijo a sus hijos, que veíamos la escena conmovidos: -Fueron 55 años, ¿saben?. Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer-.Ahí hizo una pausa y se limpio la cara.
-Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis, en esa que sucedió cuando cambié de empleo. Hicimos juntos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Ella y yo compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras en la escuela y, lloramos uno al lado del otro la perdida de seres queridos. Esta mujer y yo, rezamos muchas veces juntos en la sala de espera de hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en muchas navidades. Porque, ¿saben por qué? Por que aprendimos a perdonar nuestros errores.
Ahora se ha ido y estoy contento, porque se fue antes que yo y no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola, después de mi partida. Seré yo quien pase por eso. Y le doy gracias Dios, la amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera-.
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: -Todo esta bien, podemos irnos a casa, hoy ha sido un buen día-.
Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Esta muy distante del romanticismo, el verdadero amor no tiene demasiado que ver con el erotismo ni con el sexo. Más bien se vincula al trabajo, al complemento, al cuidado y sobre todo, al verdadero amor que se profesan dos personas realmente comprometidas.
Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes que estaban escuchándolo no pudieron debatir, porque ese tipo de amor era algo que no conocían.
¡Ojalá!, algún día puedas encontrar un amor así. Y si lo encuentras, jamás, pero jamás lo dejes ir.
Me conmuevo porque me tocó vivir algo similar a esto con una pareja de viejitos. Ella se llamaba Marta y él se llama Aldo, él tiene 83 u 84 años hoy, y hace dos que perdió a su Marta. Él me dijo, -estoy feliz, porque ella no tiene que sufrir el seguir viviendo sin mi. Estoy feliz, porque eso me toca a mi-. Igual que el anciano del relato anterior
Este hombre Aldo, me decía – fueron 55 años, que lindo!-.
Hay mucho que aprender, hay mucho que conocer.
Yo te pido, al igual que a mi, que pongas tu matrimonio en manos de Dios y te comprometas en esta mañana, en esta jornada, en este día, que le pidas a Dios por tu pareja.
HECTOR SPACCAROTELLA
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