Rebelándome por sobre las circunstancias
Hace poco más de un año, escribí “Poniéndome de pie por sobre las circunstancias” y más o menos por la misma época “Dios sin instrucciones”. Y es que honestamente, amado lector, estaba pasando por una prolongada crisis y ya no sabía qué, cómo, de qué modo, ni cuándo pedirle a Dios que me sacara de ella.
Pero hace muy poco tiempo y ya algo más tranquilo, las respuestas comenzaron a hacerse evidentes. E insisto: “hacerse evidentes” son los términos que empleo; no “comenzaron a llegar” que es otra cosa bien distinta.
Creo que las respuestas que necesitaba estuvieron siempre ahí. Que Dios en su amor y misericordia para conmigo, las envió inmediatamente, sólo que yo no estaba en condiciones de verlas. “Señor, muéstrame”; “Señor, abre mis ojos” o “Señor, que recobre la vista” eran oraciones que hacía mucho tiempo no se pronunciaban en mi vida y mi confesión era “Dios no me está bendiciendo”.
Es por eso que una nueva crisis, otra derrota a fines del año pasado, me motivó a mirar en otro sentido. “El que no te conoce tal vez no se dé cuenta. Pero a través de tus escritos puedo ver que ha sido un tiempo de búsqueda, no sólo de trabajo; sino también hacia adentro tuyo…” fueron las acertadas palabras que sonaron una tarde en el teléfono de parte de un amigo, hermano y lector desde Buenos Aires. Y una vez más, ¡cuánta razón tenía!.
Para poder ver bien hay que tener los ojos en condiciones. Para poder oír bien hay que tener los oídos en condiciones. Pero a veces esto no se consigue solamente con buenos hábitos de higiene –muy necesarios y fundamentales, por cierto– sino que en ciertas oportunidades es necesaria la ayuda de alguien más, como el médico, por ejemplo. Alguien que puede y está en condiciones de detectar y proveer solución a una mal función, un problema que no nos permite ver ni oír bien aunque nosotros creamos y estemos completamente convencidos de que nuestra visión y audición son perfectas.
No puedo menos que tener una actitud de humilde gratitud hacia aquellos hermanos que estuvieron lo suficientemente cerca de mí, que fueron capaces de ganarse esa confianza necesaria, y que con humildad, acción de gracias y sabiduría de lo alto tuvieron a bien preocuparse y ocuparse de mi problema, además de interceder con poder en oración. En pocas palabras, ser “ese médico amado” como Lucas (Colosenses 4:14).
Esta vez no me puse de pie por sobre las circunstancias. Eso ya había ocurrido hace poco más de un año. Hoy decidí lisa y llanamente REBELARME por sobre las circunstancias. Comprendí –y alguien me tuvo que ayudar a comprenderlo– que esas situaciones que estaba viviendo no eran de Dios, que Dios no quiere eso en mi vida. Por lo tanto, tuve que salir de la relativa comodidad del conformismo, de la resignación mal entendida y plantar una bandera de guerra con un rotundo ¡NO!
Las crisis hacen eso: que salgas del sopor del conformismo y movilicen dentro tuyo todo ese poder, creatividad y recursos adormecidos para emprenderla lucha. Yano conformarse con “BENDICIONCITAS”… como el perrito que no deja escapar las miguitas que caen de la mesa de su amo. ¡YO QUIERO ESTAR ENLA MESA DEL REY!, no debajo de ella.
Pero para llegar a esto último, tuve que tomar decisiones drásticas. Dar pasos de fe, algunos literalmente “al vacío”, confiado en que en medio de la tormenta, Dios me haría caminar sobre las aguas.
En muy poco tiempo, con el poder del Señor derribé altares de Baal en mi vida; cosas, hábitos y situaciones que unas cuantas de ellas sin ser malas por sí, me alejaban de Dios. Otras, hoy lo confieso: hábitos decididamente malos.
Con el poder del Señor terminé con la adoración a una gran bendición recibida, en vez de adorar a su Autor, como correspondía. Amaba más el milagro de nuestra hija que al Dador de ese milagro.
Con poder del Señor obtuve la independencia del ministerio que el Señor me había dado. Se sentía muy “cómodo y seguro” que la iglesia se hiciera cargo de la “pantalla” y de los gastos. De la mano del Señor, me largué sin saber si el mes siguiente tendría trabajo para solventar los gastos… Un mes y medio después fui despedido de la empresa en la que trabajaba… pero los gastos no dejaron de pagarse, ¡para la Gloria de Dios!
Con una actitud de humildad y gratitud dejé la comunidad en la que me congregaba desde hacía casi siete años. No pretendo insinuar con esto que esa comunidad tenía algo malo o no. Lo que digo, es que yo necesitaba otra cosa.
Esto no necesariamente guarda una estricta cronología, pero es parte de esa REBELIÓN que me permitió creer y tener la certeza de que hay mucho más por qué luchar.
Tal vez estés pasando por situaciones que Dios no ha preparado para ti. SEÑOR… ¡ABRE MIS OJOS! SEÑOR… ¡ABRE MIS OÍDOS! Que sea tu principal oración acompañada de un corazón dispuesto a obedecer, toda vez que cuando Dios cerró una puerta es porque abrió otra mejor y más grande. El tema es que a veces no estamos en condiciones de poder verla ni oír la voz de Dios.
SEÑOR… ¡ABRE MIS OJOS! SEÑOR… ¡ABRE MIS OÍDOS!
Autor: Luis Caccia Guerra