El lugar en el que Cristo se siente mejor, es sin dudas, en el interior de cada uno de sus redimidos. Es allí donde Él quiere estar y desde allí irradiar su amor, su misericordia, su perdón. Quiere ser y debe ser el centro de la vida de cada uno de los hermanos por los cuales sufrió y se ofreció en sumo sacrificio. Cristo, el centro de nuestra vida. Presidiendo nuestros actos, nuestros impulsos, nuestro modo de vivir, que no es poca cosa... Todo centrado en Él y todo inspirado en Él. Si Jesús vive en nosotros será más fácil nuestro camino, y de más provecho para nosotros mismos y para quienes nos rodean. Nos verán viviendo lo que practicamos y decimos: o sea, que daremos testimonio de aquello que creemos, seremos discípulos fieles del Maestro. Un buen ejemplo en medio del mundo, en medio de las circunstancias que vivimos todos y cada uno de nuestros días. De este modo también contaremos con la presencia de Cristo en la familia. Cristo será el centro de cada familia y cada familia se convertirá en un espacio único, fuerte y feliz, por el amor, por la tolerancia, por el perdón mutuo cuando se presente la ocasión, por el respeto, por vivir la dignidad de hijos de Dios, creados a su semejanza. De estas familias nacerán sociedades sanas, sin odios ni violencia, en las que el mismo Cristo reinará. Viviremos esa paz que Jesús nos regala. Y que todos queremos..... Cristo en el centro. De nuestra vida, de nuestras familias, de nuestros pueblos y ciudades. Cristo en nuestro mundo, con una presencia real, fundamentando la armonía que brota de la paz del mismo Jesús y del corazón del individuo y de la humanidad, unidos a Él.
Todos lo deseamos ¿por qué no ponemos cada uno su granito de arena? Nos haría felices mejorar nuestro entorno familiar y social, mejorando nuestro interior. En el deseo de paz encontraremos el estímulo, y en Cristo, la fuerza y la perseverancia. Y siempre podemos recurrir a María, la Madre de Jesús y nuestra. Jamás nos negará su ayuda. Ella nos ata a su Hijo. Ella nos lleva en cada momento a Él.
¿Y pensamos que no se puede mejorar las cosas? Con Jesús y María y en Jesús y María, apoyados en la oración y los sacramentes que son verdadero regalo de Dios, sí que se puede. Y tarde o temprano se verán los resultados obtenidos con cada granito de arena, insignificante al parecer, con el que con hayamos contribuido, con fe, con decisión y con buena voluntad. Amigos, ¿empezamos hoy?