“Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos” (Éxodo 32:25) La palabra hebrea usada aquí para desenfrenado es “para”, que significa “desnudarse, relajarse, exponerse, echar fuera toda restricción.” También significa “un nuevo comienzo.” Los israelitas estaban diciendo: “Las cosas no están sucediendo como deberían. Estamos cansados de esta batalla, cansados de esperar en Dios, y ahora vamos a disfrutar. ¡Fuera con lo viejo! ¡Queremos una nueva libertad, un nuevo comienzo y lo queremos ahora!”
Desnudez en la Biblia también tiene que ver con no tener escudo para la batalla. Todo hombre que no tenía su escudo se consideraba desnudo. Estos israelitas estaban literalmente desnudos: desvestidos y bailando ante el becerro de oro, incluso habían depuesto también su armadura.
¿Puedes imaginar a sus enemigos, los amalecitas, mirando esta escena salvaje desde las montañas aledañas? Los amalecitas una vez temblaron apenas divisaron a Israel. Dios había puesto un terror en los corazones de ellos hacia Su pueblo, pero ahora veían a Israel quitarse su armadura y despojarse de sus prendas. Los amalecitas estaban burlándose y riéndose de ellos: “¡Mira, ellos son como nosotros! Su Dios no tiene poder, ellos no confían en Él. ¿Ves? Están desechando todas sus costumbres estrictas. Quieren lujuria, fiesta y juego al igual que el resto de nosotros. ¡Vaya santidad! ¡Qué hipocresía!”
En ese solo acto de desenfreno, Israel menospreció a su Dios ante los ojos de los impíos. Hicieron que el Señor pareciera como despiadado, cruel, insensible, impotente. Ellos mancharon Su honor, Su majestad, Su omnipotencia. Dejaron de ser un ejemplo para el mundo.
Y eso es exactamente lo que hacemos cuando nos despojamos de nuestras vestimentas de fe y dejamos de lado nuestra confianza en Dios. ¡Sin confiar en Dios como un niño, el cristiano queda desnudo ante el mundo, expuesto a todas las dudas, temores e incredulidad!