"La paz os dejo, mi paz os doy." -- Juan 14: 27.
La paz de otros hombres es innoble y despreciable. Su paz nace en la guarida del pecado. Sus padres son la arrogancia y la ignorancia. El hombre no sabe quién es, y por tanto piensa que es algo, cuando no es nada. Dice: "yo soy rico y próspero en bienes," cuando está desnudo, y es pobre y es miserable. El nacimiento de la paz del cristiano no es así. Esa paz es nacida del espíritu. Es una paz que Dios el Padre da, pues Él es el Dios de toda paz; es una paz que Jesucristo compró, pues Él ha obtenido la paz con Su sangre, y Él es nuestra paz; y es una paz que el Espíritu Santo obra: Él es su autor y la deposita en el alma.
Entonces nuestra paz es hija de Dios, y su carácter es semejante a Dios. Su Espíritu es su progenitor, y es como su Padre. ¡Es "mi paz," dice Cristo! No es la paz de un hombre; sino la paz serena, calma y profunda del Eterno Hijo de Dios. Oh, si sólo tuviera esta única cosa dentro de su pecho, esta paz divina, el cristiano sería ciertamente algo glorioso; y aun los reyes y los hombres poderosos de este mundo son como nada cuando se les compara con el cristiano; pues lleva una joya en su pecho que ni todo el mundo podría comprar, una joya elaborada desde la vieja eternidad y ordenada por la gracia soberana para que sea la gran bendición, la herencia real justa de los hijos elegidos de Dios.
Entonces esta paz es divina en su origen; y también es divina en su alimento. Es una paz que el mundo no puede dar; y no puede contribuir a su sustento. Los bocados más exquisitos que alguna vez haya degustado el sentido carnal, serían amargos para la boca de esta dulce paz. Ustedes pueden traer su trigo fino, su dulce vino, su aceite desbordante; sus exquisiteces no nos tientan, pues esta paz se alimenta con alimento de ángeles, y no puede saborear ninguna comida que salga de la tierra....Spurgeon