No olvides que de vez en cuando te llega la oportunidad de ponerte zapatos de cristal transparente.
La vida regala momentos maravillosos. Dejas de ser Cenicienta para convertirte en la Princesa de un cuento feliz. Es posible que sea sólo por un rato, pero aprovéchalo.
Cada vez que los calzas compruebas que están hechos a tu medida. Caminar no te cansa, pues te conducen a las horas bonitas, las risas, las conversaciones agradables entre amigos, la lectura de un buen libro, los buenos recuerdos, las ilusiones, la tranquilidad.
Mientras los llevas vives horas especiales y el mundo te parece de ensueño. Eres otra aún siendo tú. Te desdoblas. En ti se produce la metamorfosis que te concede un par de alas y sabes que son para volar donde quieras.
Después, la otra realidad que te impone la rutina y las prisas, aparece. Te envuelve. No ves más solución que correr hacia ella y, a traición, te descalza.
Se apodera de tus pies. Los aprisiona. Consigue arrebatarte uno de esos zapatos y lo esconde. Promete devolvértelo con sobornos y te niegas.
Ante el espejo ves cambiada tu imagen. Tus circunstancias visten ahora de harapos grises y alpargatas. Son tus dos vidas, te pertenecen.
Existen un par de realidades: Una, la que te hace estar radiante. Otra, la que te lleva al infortunio.
Cuando esto último suceda, grita: ¡Quiero mi zapato de cristal! Es tuyo. No te rindas por haber perdido uno de ellos durante el trayecto. Mientras lo recuperas, te queda el otro, póntelo.