Cómo manejar las rabietas
Rabietas son una parte normal del desarrollo de los niños. Con frecuencia está ocasionada por la frustración; es decir, por no ser capaces de expresarse del modo que desearían, por insatisfacción con la situación en que están o incluso por estar demasiado cansados, hambrientos o aburridos (a veces se sienten mal y no saben qué es lo que les pasa).
Aunque son más frecuentes en niños más pequeños, algunos preescolares siguen teniendo rabietas. La edad en la que las rabietas son más frecuentes está entre uno y cuatro años. Es el modo en que reaccionan los niños cuando están intentando ejercer su independencia pero algo o alguien se lo impide. Algunos niños tienen muy pocas rabietas, mientras que otros pueden tener varias en un solo día. No se sabe exactamente a qué se deben estas diferencias, pero ciertos factores como la edad, el nivel de estrés, su estado de salud o su disposición general, pueden jugar un papel. Las reacciones de los padres también pueden influir; es decir, un niño puede tener una rabieta como reacción a la respuesta que tiene su madre o padre ante una determinada situación. Por otra parte, hay niños cuyas emociones son más intensas y, por tanto, tienden a tener rabietas con más frecuencia
¿Qué hacer ante una rabieta? Estas son algunas de las estrategias que puedes usar
1. Ignórala. Si es posible, aléjate un poco, asegurándote de que tu hijo o hija esté seguro y espera pacientemente, demostrando así que su rabieta no tiene ningún efecto en ti. Al no recibir atención aprenderá que las rabieta no le sirven para nada.
2. Calma a tu hijo/a acariciando su espalda y hablándole con voz tranquila. Puedes repetir la misma frase una y otra vez como: "no pasa nada", o cantar alguna canción que lo relaje.
Si estás en un lugar público lleva al niño/ a un lugar más privado como el coche o un aseo público. Si no puedes controlarlo, llévalo a casa. Si tiene conductas agresivas como morder, golpear o dar patadas, tienes que actuar de inmediato sacándolo de la situación hasta que se calme.
Cuando se le haya pasado la rabieta, abraza a tu hijo o dale un beso, felicítalo por estar ya bien y olvida lo sucedido.
Lo que nunca debes hacer: no le grites ni trates de razonar con él o ella. Mientras está en plena rabieta no hay modo de que llegues hasta él o ella. Tienes que esperar a que se le pase.
Por último, recuerda que esto no durará siempre. Conforme tu hijo/a madure y aprenda a expresarse mejor, irá aprendiendo a manejar sus emociones y las rabietas irán desapareciendo.
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