LA MUJER HONESTA
Para ser fuertes, respetadas y admiradas, vayamos siempre con la verdad por delante.
Pero con cuidado, no utilicemos la verdad para dañar a los demás (hay cosas que aunque sean ciertas sólo se dicen para dañar).
Seamos mujeres hermosas por dentro y por fuera. Que nuestras vidas se envuelvan de verdad y honestidad, y dondequiera que vayamos, busquemos transmitir alegría, fuerza y paz.
El otro día leí una frase famosa de Mark Twain que me provocó una sonrisa. Traducido al español, sería algo como “si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada.”
Y es que el mundo de las mentiras y las medias verdades es un mundo complicado, donde todo parece ir bien mientras no se sepa la verdad. El problema es que cuando las mentiras salen a la luz, la persona queda expuesta como deshonesta y poco fiable. Esa persona se convierte, tarde o temprano, en motivo de burla.
Todas hemos podido sentir, alguna vez, la tentación de utilizar una mentira para salir del paso. Quizás porque nos avergonzamos de algo o porque tenemos un plan y creemos que la única manera de llevarlo a cabo es mintiendo.
El problema es que, tarde o temprano, la verdad sale a la luz, y las personas que mienten son descubiertas y se quedan sin respeto ni honor.
Estoy segura de que todas nosotras deseamos ser mujeres fuertes, respetadas y admiradas. Por eso, en nuestra vida, no podemos dar lugar a la mentira. La mentira nos mancilla, nos deshonra. Si la verdad nos perjudica, que así sea. La mentira, a la larga, nos perjudicará aún más. Puede parecer que el honor, la dignidad y la decencia han dejado de importar, pero son valores hermosos que debemos reconquistar.
Ahora bien, hay otra cara de la moneda. A veces las personas usamos la honestidad como excusa para insultar a la gente y faltarle al respeto.
Honestas, pero no bocazas.
La honestidad nunca debe ser usada para herir los sentimientos de otras personas. Esto ocurre a menudo, y es deplorable. Muchas personas maliciosas se autodenominan honestas. “Es que yo soy muy sincera”, dicen, después de haberle dicho a una persona que está muy gorda o que no les gusta algo de ella.
Seamos honestas pero no perversas. Ninguna excusa es buena para insultar. ¡Si la honestidad te mueve a ser malvada, cierra la boca! Las palabras pueden hacer más daño que las piedras.
Seamos mujeres hermosas por dentro y por fuera. Que nuestras vidas se envuelvan de verdad y honestidad, y que, dondequiera que vayamos, podamos transmitir alegría, fuerza y paz.
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