CAMBIAR DE CASA O CIUDAD??????
Te has puesto a pensar alguna vez amiga, en todo el circo, maroma y teatro que representa para una mujer, tener que realizar una mudanza? Ésta puede ser de casa, de zona habitacional, de ciudad, de región, o incluso hasta de país.
Cuando planeas el cambio de residencia, en primer lugar sientes mucha tristeza de tener que dejar tu vieja casa donde has sido tan feliz y donde seguramente dejarás tantos recuerdos.
Sientes una enorme pereza, nomás de pensar en todo lo que tienes que hacer. Se te junta el cielo con la tierra, te sientes echa todo un lío, estás nerviosa, ansiosa, preocupada, angustiada y al borde de la histeria; no sabes por dónde empezar y hasta el sueño se te espanta nomás de pensar en todo el mundo de cosas que tienes que hacer… ¡Qué flojera! ¿cierto?, pero hay ocasiones en que las circunstancias te obligan a actuar, e incluso hasta tienes que hacerlo rápido, aunque sientas que tú sola no podrás hacerlo.
Por supuesto que tú sola no vas a lograrlo y mucho menos en un solo día, porque aunque te parezca que no tienes muchas cosas que empacar, ¡puf!, a la hora de la hora, no se de dónde salen tantos cachivaches… ¡Es increíble! que no te alcanzan las cajas de cartón, ni las bolsas ni los costalitos de plástico grueso para trasladar tantísimas cosas, y lo que es peor, terminas con varios objetos rotos o descompuestos o extraviados, porque encima se te olvidó marcar las cajas, cestas o bolsas y no encuentras lo que buscas y puedes necesitar de última hora.
Realizar un cambio de casa, o como se le llama comúnmente “Efectuar una mudanza”, significa armar todo un show, y preparar anticipadamente un buen plan perfectamente organizado, con tiempo y con responsabilidad para que las pérdidas sean mínimas, pues siempre en una mudanza algo sale dañado en el traslado, es imposible que todo llegue ileso a su destino y peor si quienes te ayudan en la mudanza son gentes extrañas y tienes que supervisar todo personalmente. Por supuesto que existen compañías o empresas mudadoras, pero éstas no trabajan gratis, y pues francamente a veces los altos costos no van de acuerdo a nuestro presupuesto, entonces buscamos la manera de que la mudanza nos salga lo más económica posible y suele en ocasiones resultarnos contraproducente, pues lo barato nos sale más caro todavía. ¡Qué paradoja! Hay que tener doble cuidado.
Todo lo anterior, por supuesto te deja desgastada y con la lengua de fuera. El ajetreo, el revoltijo asfixiante de cajas, ver que poco a poco vas dejando la casa vacía, vas desarmando un hogar para ir a empezar de nuevo a armar (levantar) el otro, adaptarte al nuevo ambiente, colgar tus cortinas, tus cuadros, tus lámparas, tus plantas, tu decoración en la sala, recámaras, baños, cocina etc., sacar todo para acomodarlo en su nuevo lugar…¡puf!…. ¡Otro show extra… y vas de nuevo!
¡Ahhh!, pero al final, cuando ya todo parece haber vuelto a la normalidad, cuando ya todo está desempacado, en su lugar y todo en orden, te observas y te das cuenta de que quedas con la enorme satisfacción del deber cumplido y la inmensa alegría de escuchar a tus hijos, a tu esposo y demás familiares exclamar: ¡Qué a gusto se está en esta casa!
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