Detener el tiempo. Hacer que las agujas del reloj se inmovilicen y nos den la oportunidad de: enmendar los errores cometidos, o bien, saborear de nuevo ese instante goloso al cual sólo podemos acudir con la nostálgica remembranza.
Detener el tiempo. ¡Qué cosa!
Imaginaos que podéis, que con un chasquido de dedos todo se paraliza consiguiendo degustar un trazo de existencia sin medida, un instante eternizado, y que en el transcurso de este, pudieseis hacer lo más deseado.
Seguramente son muchas las pericias que todos nos atreveríamos a realizar, cosas significativas o insignificantes, pero todos realizaríamos algo fuera de contexto, algo insólito, extravagante…
Hoy quiero detener mi tiempo; no precisamente con un chasquido de dedos, pero sí paralizar el contenido vertiginosos de mi cabeza para dar cabida al silencio.
En el silencio hay aforo ilimitado, cabe más de lo que parece.
Encuentras voces que te hacen comprender la apremiante necesidad de hacer un alto en el camino, una pausa que precede a un momento de sosiego.
Alrededor de ese instante descubres la insensatez que a veces nos rodea, esa rítmica cabalgata de seres que acuden en masa a ver como se extingue un nuevo día sin pararse a contemplar el transcurso del mismo.
Ceñido de quietud te sientes obliga do a detener la premura y descubrir así la belleza de cada instante.
El silencio te ofrece la oportunidad mágica de suspender ficticiamente el tiempo arropando cada segundo con la melodía de un corazón asombrado.
Ahora que todo vuelve a normalizarse, que la rutina toma la posición de siempre y forcejea con ese síndrome tan contemporáneo denominado post-vacacional, es el momento de paralizar el tiempo, congelarlo, para que las cosas sin importancia se empequeñezcan y tome forma lo que realmente importa.
Atesorar en la memoria los instantes mágicos, esos segundos gloriosos en los que apenas nadie ha reparado y que para ti han sido especiales.
Almacénalos en el corazón, tamízalos con esa criba que solamente deja filtrar lo bueno, lo especial. Una vez cernidos, déjalos guardados para poder requerirlo en las horas bajas, en los días grises, en esos momentos en los que con un chasquidos todos desearíamos detener el tiempo y vivir a la sombra de un instante que ya pasó y del que sólo nos queda el recuerdo.