Sacas pecho, insuflas aire, agitas tus cabellos y caminas con paso firme. Te sientes fuerte, grande, indestructible.
Eres joven, la vida te sonríe. No tienes miedo a nada, todo te parece absolutamente fácil de ejecutar, así que, esgrimes tus sueños atacando con ellos la realidad que te rodea.
Crees tener razón en casi todo, piensas que nada puede turbar esa paz que maceraras en tu interior y de la que hablas con orgullo. La vida no pasa por ti, eres tú quien pisa con fuerza el asfaltado camino dejando una estela de proyectos cumplidos, de metas alcanzadas, de proyectos ejecutados…
A veces nuestras historias cambian. Un brusco giro hace que todo lo que teníamos quede fracturado, que la ilusión se convierta en desesperanza, que los sueños sólo sean quimeras.
Ahora tu vida no es tuya, depende de otros. Tus fuerzas han quedado mermadas y son los brazos de quienes te quieren los que mueven tu cuerpo que preso del dolor ha quedado maltrecho a causa de la enfermedad.
Somos frágiles, y aun así, nos creemos poseedores de una perdurable fortaleza.
Vivimos de forma apresurada sin ser capaces de visualizar lo que nos rodea con una mirada presta a la esencia real.
Nos creemos fuertes siendo sólo aves de paso.
En nuestro fútil intento por vivir nos olvidamos de la vida. Pisamos hermosos terrenos que bordan nuestros pies de una inusitada sencillez y afanosamente seguimos corriendo sin prestar atención a la tierra que pisamos.
Con qué torpeza perdemos tiempo intentando subsanar los errores cometidos en vez de esforzarnos por ser más auténticos, más humildes, más proclives al bien.
Cuando me dejo atusar el corazón por los sones de la Verdad y convierto mis días en espacios de tiempo vividos intensamente, soy feliz. Comprendo que el día de hoy me ha sido regalado para vivirlo, no para entenderlo. Por ello cuando me esfuerzo en vivir con lo puesto comienzo a entender las palabras del profeta:
Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol?
Una generación va y otra generación viene, más la tierra permanece para siempre.
El sol sale y el sol se pone, a su lugar se apresura y de allí vuelve a salir.
Soplando hacia el sur, y girando hacia el norte, girando y girando va el viento; y sobre sus giros el viento regresa.
Todos los ríos van hacia el mar, y el mar no se llena; al lugar donde los ríos fluyen, allí vuelven a fluir.
Todas las cosas son fatigosas, el hombre no puede expresarlas.
No se sacia el ojo de ver, ni se cansa el oído de oír.
Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol.