SANTA CENA LUNAR
1Reyes 8:22 y 23 Entonces Salomón se puso delante del altar del SEÑOR en presencia de toda la asamblea de Israel y extendió las manos al cielo.
Y dijo: Oh SEÑOR, Dios de Israel, no hay Dios como tú ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y muestras misericordia a tus siervos que andan delante de ti con todo su corazón,
Igual que pasa con toda mi generación, aquello que sucedió el 20 de julio de 1969 impactó mi vida para siempre.
Yo tenía 10 años.
Toda la familia nos reunimos frente al viejo televisor Dumont blanco y negro de pantalla redondeada y cambiador de canales rotativo, a ver incrédulos y con lágrimas en los ojos cómo por primera vez en la historia del hombre, dos humanos en una pequeña nave espacial alunizaban en “El Mar de la Serenidad” sobre la superficie del suelo lunar.
Todavía hoy me conmuevo en pensar en aquella hazaña.
Claro que además tenía otros condimentos tan exóticos como el alunizaje. Y es que podíamos verlo “en directo”. No era una filmación de una noticia sino lo que auténticamente estaba sucediendo en ese momento, a cientos de miles de km de distancia de nuestro planeta. No era época de satélites ni de celulares ni de aparatos de video. Todo este despertar tecnológico estaba recién desempacando en el mundo. Solamente hacía 11 años había comenzado la televisión en Argentina.
Ver posarse en la arena lunar el módulo de aterrizaje, ver el pie de Amstrong descendiendo mientras él lleno de emoción decía “un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”, a esos dos astronautas correteando a los saltitos aquí y allá es algo difícil de olvidar.
Fueron tres héroes. Amstrong, Aldrin y Collins.
El tercero quedó dando vueltas alrededor del satélite terrestre, y sus compañeros dentro de una especie de araña de acero con 4 patas equipada con la más alta tecnología de entonces, comenzaron el proceso de descenso.
De esto hace 44 años.
Y pensaba que ya no tenía nada que pudiera sorprenderme, que ya lo había leído todo, visto todo.
Sin embargo, me llevé una sorpresa leyendo un artículo del diario español La Razón.
Había algunos aspectos de estos hechos increíbles que todavía no habían salido a la luz.
Momentos que tienen que ver con el objeto de esta reflexión diaria y por eso los comparto hoy.
Uno de los dos tripulantes de aquel módulo lunar era evangélico. Protestante presbiteriano para ser más preciso. Aldrin, llevó un salmo al suelo lunar, y tomó el pan y el vino según la fe evangélica.
A lo largo de estos 40 años hemos leído y escuchado mucho a favor y en contra de esta aventura espacial.
Era un tiempo de enormes procesos revolucionarios en el mundo. En esa época, los Estados Unidos de América se encontraban en plena guerra fría con lo que era la Unión Soviética. Historias de espionaje y contraespionaje, ver quién era el que ganaba en la lucha por la conquista del espacio, ver quien ponía el primer pie en la Luna.
Los viajes a la luna representaron una poderosa y millonaria inversión económica, que muchos americanos pensaron que podría aprovecharse en objetos más beneficiosos.
Todavía hoy 40 años después hay quienes dudan sobre si realmente esta aventura fue cierta o solamente un montaje cinematográfico de Hollywood, de modo que eran todas películas que simulaban situaciones en suelo lunar que nunca existieron.
En pleno proceso de carrera espacial se pusieron de moda los Ovnis, y crecieron las historias de avistamientos de naves extraterrestres por los astronautas, ocultadas en el relato oficial, inclusive una voz nunca confirmada que hablaba de bases espaciales extraterrestres montadas en la cara de la Luna que siempre está oculta desde la Tierra.
Y podría seguir, seguramente porque fue uno de los hechos que marcaron la historia del siglo XX.
Pero de lo que casi no se ha hablado, aunque no es un secreto, es que uno de los dos hombres del Apollo 11 que pisó la Luna, conmemoró lo que en la fe protestante se conoce como «la cena del Señor» o «Santa Cena»; este rito que repetimos todos los meses en nuestras iglesias en el que tomamos el pan y el vino como símbolo y recuerdo de la muerte y resurrección de Jesús.
Pero vayamos a la historia.
Te invito a que escuchemos la descripción que hizo el pastor de la iglesia donde se congregaba Aldrin a partir del relato propio del astronauta en el libro que publicó en 1973, «Regreso a la Tierra».
Ya posado el módulo lunar sobre la superficie de la Luna, Aldrin, celebró de manera privada este ritual, con ayuda de una pequeña porción de pan, unas gotas de vino y una pequeña copa que le procuraron en la Iglesia presbiteriana de Webster, en Texas. Según describió Aldrin, «abrí los pequeños envoltorios de plástico que contenían el pan y el vino. Vertí el vino en la copa que me dieron en mi parroquia. En la gravedad de la luna, el vino se rizó lentamente y se deslizó por el borde de la copa. Entonces, leí en la Escritura: ´Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante´. Comí el pan y bebí el vino.
Dí gracias por la inteligencia y el espíritu que habían llevado a dos jóvenes pilotos al Mar de la Serenidad. Fue interesante pensar: el primer líquido jamás bebido en la luna y el primer alimento comido allí, fueron las especies de la comunión».
Mi corazón se conmueve al pensar en este hombre bebiendo el pan y el vino mientras veía el cielo negro sin atmósfera de la luna y viendo en el horizonte muy lejos el círculo del planeta Tierra de donde había venido, su lugar en el universo.
Desde entonces, la copa que fue usada en la luna, es guardada en la iglesia presbiteriana de Webster, donde cada año, el domingo más cercano al 20 de julio, celebran el «Día de la comunión lunar». Una organización de beneficencia subastó la tarjeta con el versículo escrito por Aldrin; y fue adquirida por 179.250 dólares.
Hubo más hechos religiosos registrados en la misión lunar. Así, en la pequeña placa de silicona que quedó en la Luna, firmado por cuatro presidentes de los EEUU y otros 73 líderes mundiales, siete de ellos hicieron referencias a Dios. Fueron los presidentes de Brasil, Irlanda, Vietnam del Sur y Malasia; el rey Balduíno de Bélgica, el Papa Pablo VI y el Sah de Irán.
La idea del miembro de la tripulación más famosa de la carrera espacial, era haber dejado testimonio gráfico de todas sus expresiones de fe con ayuda de las cámaras de que disponían. Sin embargo, los astronautas se vieron obligados a realizar todas sus prácticas religiosas con una gran discreción y en forma oculta, porque la NASA no veía con buenos ojos estos gestos.
Un año antes, en 1968, la misión del Apolo 8 había logrado su objetivo de orbitar diez veces la Luna en a lo largo de 20 horas.
Otro hecho de profundo contenido cristiano y gran emoción para quienes somos personas de fe, sucedió con esta tripulación:
Era la víspera de Navidad, el 24 de diciembre por la noche, y sus tres tripulantes, Frank Borman, Jim Lovell y Bill Anders, realizaron por primera vez en la historia una sorprendente transmisión en directo con los canales de televisión de todo el mundo.
«Estamos cerca de la Luna y, para todos los que nos siguen desde la Tierra, la tripulación del Apolo 8 tiene un mensaje que le gustaría compartir: “En el principio, Dios creó el cielo y la Tierra”», comenzó a leer Anders. Era el inicio del libro del Génesis, que prosiguieron leyendo los tres astronautas en turnos hasta el versículo 15. «Y Dios hizo dos lumbreras grandes, la mayor para gobierno del día y la menor para gobierno de la noche», continuaron. «Buenas noches, buena suerte, feliz Navidad y que Dios les bendiga a todos», finalizando así la conclusión de su conexión en directo.
Este gesto enfureció a Madalyn Murray O’ Hair, una conocida activista atea, quien demandó a la NASA. El auto fue desestimado por la Corte Suprema, pero la agencia espacial exigió a partir de esa protesta a sus astronautas desde ese momento una mayor «contención» religiosa.
El astronauta presbiteriano Aldrin llevaba también un trozo de papel en el que había garabateado algunos versículos del salmo 8: «Cuando veo los cielos, obra de tus manos, la Luna y las estrellas que creaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te preocupes?». Aldrin posó el papel sobre la superficie del satélite y regresó a la nave.
El católico Michael Collins, otro de los integrantes del Apolo 11, también quiso dejar constancia de su fe. En una de las paredes internas de la nave dejó escrito: «Nave espacial 107. La mejor creada. Que Dios la bendiga».
En enero de 1971, dos de los tripulantes del Apolo 14, Shepard y Mitchell, depositaron sobre la superficie lunar un paquete que contenía la Biblia en microfilm y el primer versículo del Génesis en 16 idiomas. Seis meses más tarde, durante la misión del Apolo 15, James B. Irwin, tras caminar sobre la Luna, declaró haber «sentido el poder de Dios como jamás lo había sentido antes». En 1998, John Glenn, que regresó al espacio después de 36 años, declaró: «Para mí es imposible contemplar toda la creación y no creer en Dios».
El periodista del diario La Razón de Madrid después de tomar conocimiento de estos hechos de expresión profundamente religiosa por parte de los astronautas, dice irónicamente:
“Quien sabe, quizás haya que estar en la Luna para encontrarse con el Señor... “
Yo creo que es mucho más que eso.
Pienso que el hombre sumergido en ese misterio de infinitud, consciente de la enormidad del Dios en el que cree, no tiene más que terminar admitiendo que está allí, a 384.400 km de su casa, en un ambiente hostil, y que no llegó producto de la mucha tecnología o la excelencia de los científicos, sino porque el mismo Dios quería hacerlo testigo de su gloria.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
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Fuentes: La Razón, ReL, EFE, Protestante Digital. Redacción; ACPress.net