Entonces el Señor permitirá que todo se desplome. Terminarás entre las ruinas de tu sueño, llorando: ¡Señor, pensé que este proyecto era tu voluntad! Pensé que tenía tu bendición. Oré fielmente a ti acerca del asunto, y me dejaste llegar hasta aquí. ¿Cómo pudiste permitir que fracasara tan miserablemente?
El fracaso de tu proyecto pretende ser la muerte a todo lo que impida que la vida de Cristo se manifieste en ti.
Tu impedimento pueden ser las increíbles revelaciones que recibes de la palabra de Dios. Te preguntarás: ¿Cómo puede ser que una revelación fresca pueda ser un impedimento para un amante de Jesús? Un día te puedes estar gozando por las nuevas verdades que te han sido reveladas, doctrinas profundas que nunca antes habías visto. Tu confianza aumenta, porque constantemente aplicas cada revelación nueva a tu caminar con el Señor.
De repente, sin ninguna razón aparente, tu alma entra en una etapa de sequía. Pronto tu gozo y seguridad dan lugar a un sentir de fragilidad e inutilidad. Una depresión inexplicable llena tu alma, y cada día se convierte en una carga para ti.
Las Escrituras que una vez habían cobrado tanta vida en tu corazón ahora parecen un libro cerrado. En lugar de recibir revelación, piensas si es que alguna vez podrás volver a aprender algo, pero el problema no es tu intelecto. Tu sequía pretende apresurar la muerte a toda confianza en tu carne. Es una muerte a tu tendencia de gloriarte en la revelación que te ha sido entregada, en vez de recibir tu gozo de Cristo.
El hecho es que la revelación tiende a producir orgullo. Esta es la razón por la cual Dios permitió un aguijón en la carne de Pablo. Él estaba impidiendo que Pablo se gloríe en sus muchas grandes revelaciones. Dios quería que su fiel siervo se mantuviera humilde en todo.
Todo este proceso de tener que soportar “situaciones de muerte” puede parecer cruel. Sin lugar a dudas, es uno de los aspectos más dolorosos de nuestro caminar con Jesús. Pero si permitimos que la muerte termine su obra en nosotros, la vida resucitada de Cristo fluirá libremente desde nosotros. Si, por otro lado, resistimos la obra de la muerte, ¡nunca tendremos la vida de Cristo en nosotros!
David Wilkerson