Acabo de colgar el auricular y tu voz a aún sigue resonando en mi cabeza.
Un tono deprimido me ha narrado, con palabras que parecían prestadas, un relato de sinsabores y miserias.
Alentada por Dios he intentado que mis frases resuenen con credibilidad y a través del frío hilo telefónico mis vocablos orlados de amistad han cruzado kilómetros para llegar hasta ti en espera de ser bien recibidos.
Pocas pinceladas gratas, pocos ejemplos prácticos, mucha congoja, demasiada falta de fe.
Cómodo resultaría prender una llama y dejar que un soplo mágico avive un fuego intuyendo que si no arde es porque quizás no merezca la pena aventarlo.
No me gusta perder amigos. Agito mis manos cual naufrago en un mar que augura no quedar calmo. Este temporal no es el escenario adecuado para invitarte a montar en mi barca, en esta inestable embarcación que parece hacer aguas. Si te invito es porque confío plenamente en el capitán que maneja el timón.
La única manera de evitar caer en derrota es seguir luchando. Hacer de tripas corazón y tomar la actitud correcta para vencer al adversario.
Sé que esto es sólo teoría, que la práctica es algo totalmente diferente y lo realmente duro. Hay que intentarlo, hay que ser fuerte y no dejarse vencer por el miedo a perder.
Para llegar a la otra orilla debes montarte en la barca, no existe otra manera de cruzar el río.
Quiero animarte a que subas a su embarcación. Dios está dispuesto a concederte una nueva oportunidad. Extiende su mano y te muestra las huellas indelebles de su gran amor por ti. Los recursos de Dios son inagotables, Él está dispuesto hacer de ti alguien diferente, un ser con una mente renovada, un corazón restaurado, sanado. Deja que pase el invierno, que llegue hasta ti la primavera, que florezca lo que está mustio y puedas decir con vehemencia que Dios es el único que nos hace verdaderamente libres. Libres en el presente, libres de nuestro pasado.
Un tono deprimido me ha narrado, con palabras que parecían prestadas, un relato de sinsabores y miserias.
Alentada por Dios he intentado que mis frases resuenen con credibilidad y a través del frío hilo telefónico mis vocablos orlados de amistad han cruzado kilómetros para llegar hasta ti en espera de ser bien recibidos.
Pocas pinceladas gratas, pocos ejemplos prácticos, mucha congoja, demasiada falta de fe.
Cómodo resultaría prender una llama y dejar que un soplo mágico avive un fuego intuyendo que si no arde es porque quizás no merezca la pena aventarlo.
No me gusta perder amigos. Agito mis manos cual naufrago en un mar que augura no quedar calmo. Este temporal no es el escenario adecuado para invitarte a montar en mi barca, en esta inestable embarcación que parece hacer aguas. Si te invito es porque confío plenamente en el capitán que maneja el timón.
La única manera de evitar caer en derrota es seguir luchando. Hacer de tripas corazón y tomar la actitud correcta para vencer al adversario.
Sé que esto es sólo teoría, que la práctica es algo totalmente diferente y lo realmente duro. Hay que intentarlo, hay que ser fuerte y no dejarse vencer por el miedo a perder.
Para llegar a la otra orilla debes montarte en la barca, no existe otra manera de cruzar el río.
Quiero animarte a que subas a su embarcación. Dios está dispuesto a concederte una nueva oportunidad. Extiende su mano y te muestra las huellas indelebles de su gran amor por ti. Los recursos de Dios son inagotables, Él está dispuesto hacer de ti alguien diferente, un ser con una mente renovada, un corazón restaurado, sanado. Deja que pase el invierno, que llegue hasta ti la primavera, que florezca lo que está mustio y puedas decir con vehemencia que Dios es el único que nos hace verdaderamente libres. Libres en el presente, libres de nuestro pasado.