Las fronteras son Franjas que delimitan lo que es mío y lo que es tuyo.
Términos que nos separan convirtiéndonos en extraños.
Eres como yo. Estás plagado de imperfecciones. Lloras cuando estás triste y ríes cuando te sientes feliz. Aun así, estamos separados, alguien ha decidido poner entre nosotros límites para hacer que nos sintamos diferentes. Barreras que consiguen separarnos, creando distancias, haciendo que entre tú y yo no se conjuguen afectos.
Vienes de lejos y quieres cumplir tus ilusiones, deseas tener una oportunidad. Pero se han encargado de poner espinos en las fronteras. Tu sino es el de volver por donde viniste, con tu hatillo de esperanzas maltrecho, con ese desagradable sentimiento de pérdida.
A alguien se le ocurrió poner fronteras para alejarnos, cercar no sólo terrenos, también personas, razas, culturas.
Sueñas con llegar hasta aquí, sacudir el polvo de tu desgastado calzado y descansar sin miedo. Sueñas cada noche con deshacer barreras para acariciar un nuevo porvenir. Sin embargo el terreno donde habitas está contorneado y te aleja. Alguien lo trazó y torpemente olvidó dejar una pequeña abertura para que pudieras entrar libremente, un resquicio donde ensartar tus aspiraciones, hacerlas realidad y compartirlas.
Pese a las muchas adversidades con las que eres azotado en el camino empleas la tenacidad y el coraje para enfrentarte a la cruda realidad, instando a tu corazón a huir hacia un quimérico paraíso.
El hambre, el desconsuelo, la miseria han de doler mucho más que cualquier golpe, es por ello que prefieres sentir el tormentoso dolor físico que provoca la huida, a tener que convivir diariamente con ese mal gusano que te come desde dentro.
En estos días son muchos los sueños que se han roto. Con tristeza han de desandar un camino para desembocar en no se sabe dónde, portando como únicas señas de identidad un corazón fatigado, jadeante, sin ganas de seguir latiendo.
Regresar a una tierra sembrada de desdicha, un lugar al que prometían no volver.
A algunos, ni tan siquiera se les facilitará esa vuelta, quedarán abandonados en el mar donde concluirá de forma trágica la aventura que emprendieron.
De seguro los que pueden hacer algo no reclamarán sus cuerpos y como hacen casi siempre, mirarán hacía otro lado. Sólo madres, padres, esposas, hijos, echarán en falta a aquellos que carentes de aliento perecen en un lugar que nada tiene que ver con el paraíso.
Hoy lloro contigo, condoleciéndome de ti, sintiéndome un ser privilegiado, demasiado afortunada.
Inútil labor la mía, pues para ayudarte únicamente puedo esgrimir palabras de descontento envueltas en dolor.
Pero… aún me queda la oración, ese puente mediante el cual llegar hasta Dios y derramar en su seno todas mis peticiones, sabiendo que Él es el único capaz de enjugar lágrimas, de proceder con misericordia, de hacer que lo lejano sea cercano y doblegar el sufrimiento para ofrecer ápices de una distante y utópica alegría a quienes buscan con desespero un lugar donde anidar.