“Después hubo hambre en la tierra, además de la primera hambre” (Génesis 26:1). Ahora bien, si tú eres un granjero y todo tu sustento depende de la cosecha, no vas a querer oír que hay hambre en la tierra. Tampoco quisieras oír: “…además de la primera hambre”.
Esto es lo que Isaac enfrentaba. Su padre había pasado hambruna y ahora él estaba atravesando una segunda hambre. Probablemente él recordaba lo duro que fue la primera vez y tenía mucha preocupación en su corazón.
La Biblia dice algo interesante: “y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar. Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis 26:1-5).
Una palabra clave en el versículo 5 es “oyó”. Abraham obedeció al Señor y también lo hizo Isaac. De hecho, Isaac fue gloriosamente obediente a Dios. Quiero decir esto tan claro y simple como pueda: Cuando obedeces a Dios, el resultado es Su bendición. Eres salvo por gracia y aun así eres llamado por Dios para ser un pueblo obediente.
Cuando das un paso de fe y dices: “Dios, esto es difícil. No estoy seguro de poder hacerlo, pero obedeceré”, entonces las ventanas del cielo se abrirán para ti.
No importa lo que Dios te pida que hagas, obedécele. Si Él te pide que des, obedécele, Si Él te pide que vayas, obedécele. No vivas en base a lo que tú quieras hacer, vive en base a lo que Dios quiere que hagas y verás la bendición venir hacia ti, sobre ti y alrededor de ti.
GARY WILKERSON