"Hace muchos, muchos años, en un pueblo pesquero, un anciano iba todas las tardes al puerto. Se sentaba en su vieja silla de anea y observaba atentamente a los chiquillos que jugaban y nadaban entre las pequeñas barcas, los trozos viejos de redes y los desperdicios que flotaban en el agua desde tiempo inmemorial.
Las aguas del pequeño puerto estaban sucias, porque nadie se había preocupada nunca de dragar el fondo, ni de retirar el aceite que formaba un manto viscosos sobre la superficie, ni de sacar del agua las botellas de plástico, que se movían mecidas por las olas.
Cuando caía la noche, y los chiquillos se iban a sus casas, el viejo pescador siempre les decía lo mismo:
- “Os puedo llevar con mi barca a nadar en otro lugar que conozco, donde el agua es trasparente y hay magníficos corales y peces de colores. Podéis encontrar conchas de gran valor y alguna perla”.
Pero los chicos y chicas respondían con risas y burlas. La gente del pueblo se había bañado siempre en el puerto, ¿para qué arriesgarse a ir a otro lugar? ¿Para qué se necesitan los peces de colores, si en el puerto se podían echar unas risas cada tarde, entre juegos y bebida?
Tiempo después el pescador no volvió a decirles nada; se limitaba a observarles cada tarde, mientras escribía algo, con letra temblorosa, en un viejo cuaderno. Luego se volvía a su casa, arrastrando los pies y la silla, con aire cansado. Un día se despidió de los chiquillos, y les dejó como recuerdo el cuaderno. En la primera hoja, arrugada por la humedad del mar, se podía leer esto:
Durante años he querido enseñaros un lugar en el podíais bucear en agua cristalina, pero no me habéis hecho caso. Me voy a otros puertos, con la esperanza de que alguien se atreva a dejar las aguas sucias en las que vive y se arriesgue a bucear en aguas profundas. En este cuaderno os cuento mi experiencia: cómo y cuándo descubrí yo esas aguas, con qué peligros me enfrenté mientras las buscaba, y cómo son los tesoros que he encontrado buceando allí. Cuando yo descubrí ese lugar me di cuenta de que había perdido el tiempo nadando en el puerto. Ahora os toca decidir a vosotros dónde nadaréis el resto de vuestra vida. Mi experiencia sólo puede serviros de invitación"
(Texto Marifé Ramos