AMOR
REAL
1 Juan 4.19 Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó
primero.
Recientemente me invitaron con solamente horas de tiempo a llevar el mensaje
central en una reunión de culto. Ante el desafío me puse en manos de Dios para
que Él me indique qué predicar, e inmediatamente vinieron a mí las palabras de
un pastor amigo, que hace más de 12 años me enseñó una vez que los cristianos
siempre tenemos un tema del que debemos hablar a otros. Predicar sobre el
amor de Dios.
Esto lo sabemos todos, Dios nos ama. Nos ama profundamente.
Sin embargo, por alguna razón que hay que analizar, ese
amor tan profundo e incondicional no nos llega al alma conmoviéndonos. Y lo
mismo pasa en el camino inverso, decimos amarlo pero no parece que eso lo
actuemos como lo hablamos.
No vivimos una relación de ida y vuelta de amor con Dios,
como debería pasar entre dos seres que realmente se aman.
Es que lo maravilloso es que Dios te ama de forma
personal. Poderosamente. Apasionadamente.
Otros te prometieron lo mismo y fallaron.
Pero Dios hizo una promesa y la cumplió
Pienso que fuimos endureciendo nuestro corazón, y ya no está abierto
incondicionalmente al amor. Tenemos miedo de abrirlo nuevamente. Tenemos miedo
que Dios nos termine defraudando, como lo hicieron las personas.
Es que las experiencias de amor imperfecto humano vividas
desde la infancia nos obligaron a replegarnos en nosotros mismos, a construir
protecciones que cubran la fragilidad del corazón.
En este tiempo de seguir a Jesús, descubro que muchas
personas vienen a la iglesia para no estar solas.
O por agradecimiento a los pastores o líderes, que en
algún momento los ayudaron.
O por una necesidad material.
O porque necesitan un sentido para sus vidas.
O porque se dieron cuenta que los valores morales con que
se manejaron hasta ahora, no fueron buenos, y creen que necesitan un cambio.
Creen en la filosofía del cristianismo, creen que los
cristianos llevan una vida sana, creen que es la mejor vida que pueden ofrecer
a sus hijos.
Pero no están verdadera y profundamente convencidos que
Dios esté presente en sus vidas como un ser real, no están verdaderamente
conscientes de Su Amor… y tienen miedo de amar.
Una cosa es participar, entregar nuestro tiempo, dar
nuestro dinero… y otra cosa es entregar nuestro corazón.
Es delicado… ¿y si nos vuelven a lastimar?
¿Dónde estás tú
que lees? ¿Cuál es la razón íntima y verdadera por la que dices estar en el
camino de Cristo?
Él te ama con un amor indefectible. Y su amor, si se lo
permites, te puede llenar.
Te cuento una historia
Él es el líder de la iglesia. Ella es una mujer de la
calle.
Él se gana la vida promoviendo principios morales. Tiene
una autoridad espiritual respetada por la comunidad.
Ella se gana la vida rompiendo esos mismos principios.
Él hizo una fiesta, una gran fiesta porque tiene un invitado especial. Ella
entró sin invitación.
Si les preguntas a cualquiera de la ciudad, te van a decir con toda claridad
cuál de los dos es más piadoso. Si ellos tienen que hablarte de los dos,
seguramente van a elegir hablar bien de él. Se llama SIMON.
Pregúntales, todos eligen a Simón.
Porque, al fin y al cabo, es un brillante estudiante de
teología, es un hombre de hábitos saludables. No sale de noche a bailar, ni
anda en las tabernas. No bebe alcohol, y pasa su vida en el templo. Todos lo
elegirían a él.
Es decir, todos menos Jesús.
Jesús los conoce a los dos.
Y si Jesús eligiera, se quedaría con la mujer.
Jesús elige a la mujer.
Simón piensa ¿Cómo pudo colarse en mi casa, en mi fiesta,
esta mujer de la calle? ¿Quién dejó entrar a esa mujerzuela, a esta prostituta?
Simón está enojado. La mujer arrastrándose a los pies de Jesús delante de todos
los presentes.
¡Y besa sus pies!
Si Jesús fuera quien dice ser, no tendría nada que ver con
esa mujer.
Una de las lecciones que aprendió Simón en la fiesta fue: “No tengas
pensamientos que no quieras que Jesús oiga”.
Porque Jesús los oyó, y después de oírlos decidió responderle.
Lucas 7. 40-47"Simón una cosa tengo que decirte. Y él le dijo:
Di maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos
denarios, y el otro cincuenta. Y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a
ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más.
Y Él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a
esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies, mas ésta ha
regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste
beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi
cabeza con aceite, mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo
que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho, mas aquel a quien
se le perdona poco, poco ama"
Simón no hace nada para que Jesús se sienta bien. Para él, la presencia del
Maestro es importante, porque se puede jactar ante sus amigos y conocidos. Para
que las otras personas digan “estuvo en casa de Simón”… Realmente no le
interesa aprender nada de Él.
En cambio, la mujer hizo todo lo que no hizo Simón.
No sabemos su nombre. Sólo su reputación: una pecadora. Una
prostituta. Ella no sería aceptada en el templo. Su presencia molestaría a los
demás.
Pero el "qué dirán "no la hizo desistir de ir a la fiesta.
Ella no vino por la gente. Vino por Él.
Cada uno de los movimientos de la mujer tiene un sentido
claro. Apoya las mejillas en los pies de Jesús.
Ella no tiene agua, pero sí lágrimas.
No tiene toalla, pero tiene su cabello.
Usa ambas cosas para lavarle los pies a Cristo. Abre un
frasco de perfume, quizás su única posesión valiosa, y lo derrama sobre la piel
de Jesús.
Lo increíble es que la mujer no trata de evitar a Jesús. No se queda lejos de Él sintiendo que no hay
lugar para ella en el corazón del Mesías.
Es una mujer de la noche, una mujerzuela del pueblo.
Si viviera en Río Gallegos, estaría trabajando en una de
nuestras “casitas”. Viviendo lejos de la gente respetable. A muchas cuadras de
donde viven los decentes.
Probablemente nunca se acercaría a alguna de las 44
congregaciones cristianas de nuestra ciudad, o de la tuya que estás leyendo.
Pero ella no puede resistirse a Él.
Hay algo que ella descubrió y que Simón ignora.
Un tesoro que ella valora y que Simón pasó por alto.
Ella descubrió a
los pies de Jesús el amor de Dios.
No sabemos cuándo ni cómo oyó hablar de Jesús.
¿Andaría por ahí cerca cuando el Mesías se compadeció de
la viuda de Naín?
¿Le habría contado alguien que Jesús tocaba a los
leprosos y convertía en discípulos a cobradores de impuestos?
Creo que no lo sabremos hasta que podamos hablar con ella
en el Cielo. Pero hay una cosa que sí sabemos: estaba sedienta, desesperada. Se
sentía culpable, ya no podía más. Vino con sed. Estaba verdaderamente seca y
arrepentida. Necesitaba ser ministrada por el Amor de Dios.
Simón en cambio, ni siquiera sabe que tiene sed.
La gente como Simón no necesita la gracia, no necesita
misericordia.
No es que Simón no
pudiera recibir perdón, es que nunca lo pidió porque nunca creyó necesitarlo.
Mientras ella tiene un montón de amor que dar, él no puede ofrecer ninguno
¿Por qué?
Jesús lo explica claramente. "mas aquel a quien se le perdonó poco, poco ama".
En otras palabras, no podemos dar lo que no hemos
recibido.
Si nunca hemos
recibido amor, ¿cómo podemos amar a otros?
Tenemos miedo. Miedo de amar.
Porque probablemente estemos equivocándonos en el
procedimiento. El primer paso en el amor no es hacia la gente, sino hacia Él.
Das amor si lo
recibís primero. "Nosotros le amamos
a Él porque Él nos amó primero".
¿Quieres aprender a amar más? ¿Te tocó
una vida sin amor y quieres cambiar ese pasado?
Empieza por aceptar tu lugar como un hijo amado." Por tanto imiten a Dios, como hijos muy
amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó".
¿Quieres aprender a perdonar?
Entonces piensa en todas las veces que recibiste perdón…
"Más bien,
sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como
Dios los perdonó a ustedes en Cristo".
¿Necesitas más paciencia? Inunda tu
corazón con la paciencia de Dios.
Seguramente me estarás diciendo, “Pero si nosotros no hemos recibido estas
cosas, ¿cómo podemos dárselas a otros”?
Separados de Dios no tenemos en nosotros el amor
necesario:
·
para salvar un matrimonio.
·
para mantener nuestras amistades.
·
Para preocuparnos por nuestros hijos y salvar
sus vidas.
·
Para honrar a nuestros padres.
·
Para amar a nuestros enemigos.
·
Necesitamos ayuda de una fuente externa. ¿Podemos
amar como Dios ama?
Para lograrlo, tenemos que comenzar recibiendo el amor de
Dios.
Nuestros corazones no tienen suficiente amor.
El apóstol Juan expresa: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió
a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a
nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados".
Un amor inentendible. El amor Ágape es locura para los
que no han tenido contacto personal con Jesucristo. Sin entender ese amor, la
cruz es una locura absoluta e inentendible.
El secreto de amar es vivir siendo amado. Al igual que los árboles sacan sus
nutrientes de la tierra, nosotros los obtenemos del Padre.
Tenemos que dejarnos penetrar, atravesar por completo por el amor de Dios.
Tenemos que bajar las barreras del miedo con Él.
Juan nos dice que "Dios es amor, y
el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él"
Mucha gente nos reclama amor. Sólo Dios nos da el poder para poder darlo.
Pero, ¿cómo podemos hacerlo? ¿Cómo podemos ser cariñosos con la gente que no
cumple sus promesas? ¿Con los antipáticos? ¿Cómo ser amables con personas tan
frías como témpanos de hielo y tan tiernas como un puerco espín? ¿Cómo podemos
amar del mismo modo que Dios nos ama?
¿Cómo podemos amar al violador, al adúltero, al asesino,
al que encarcela, tortura y mutila hasta morir a quienes no comparten su fe?
La única senda, la única respuesta es: “si vivimos recibiendo amor. Primero
recibir, segundo amar”.
Me gustaría que pudieras darte el permiso de intentarlo.
La Biblia dice: "El amor es
paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni 0rgulloso. No
se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda
rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija en la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás
se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será
silenciado y el de conocimiento desaparecerá".
Verdaderamente recité y prediqué muchas veces este pasaje, pero tengo problemas
con él. Esta cita de Pablo marca un estándar que no puedo alcanzar. Nadie lo
puede alcanzar.
Nadie, excepto Cristo.
En vez de dejar que este texto nos haga pensar en un amor
que no podemos producir, dejemos que nos recuerde un amor al que no podemos
resistirnos. El amor de Dios.
Yo sé que tienes sed.
Yo sé que te sientes seco por dentro.
Yo sé que necesitas esa cuota de amor de la que hablo.
Estás sediento de este tipo de amor.
Aquellos que pudieron amarte no lo hicieron. Te
abandonaron en el hospital. Te abandonaron en el altar. Te dejaron con una cama
vacía. Con un corazón roto. Hasta con golpes en la cara.
Por favor, escucha la respuesta del cielo. Dios te ama. De forma personal.
Poderosamente. Apasionadamente. Otros te han prometido lo mismo y han fallado. Pero Dios hizo una promesa y la cumplió. Él
te ama con un amor incondicional.
Yo sé que tienes sed, amigo. Sé que necesitas de ese amor
que vuelva a darle sentido a tu vida.
Ven entonces, en el altar está la copa llena que va a
saciarte para siempre. No es una promesa mía, sé que no la creerías. Es promesa
de Dios, y Él nunca pero nunca miente.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río
Gallegos
Argentina
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Inspirado en un texto de Max Lucado, que adapté agregando contenido propio.