Hay buenas formas de lidiar con la soledad y las hay también contraproducentes. Una de estas últimas es convertirse en un adicto al trabajo. Uno pasa todo el tiempo trabajando, trabajando, trabajando. Se levanta por la mañana, trabaja todo el día hasta que se desploma agotado en la cama en la noche. Al fin, sin embargo, eso le va gastando físicamente al igual que en lo emocional.
Algunas personas prueban con el materialismo: compran todo lo que esté a su alcance. «Si puedo rodearme de cosas, seré feliz». Pero las cosas no satisfacen. Si alguien le pusiera en una isla y le dijera: «Puede pedir lo que quiera menos contacto hu- mano»; ¿Por cuánto tiempo estaría feliz? No por mucho porque las cosas no satisfacen. Uno no puede comprar la felicidad. La forma de castigo más devastadora es el confinamiento solitario porque las personas necesitan a otras personas. Necesitamos socializar. Necesitamos aceptación y amor.
Unos tienen encuentros extramaritales; buscan compañía fuera de su matrimonio. Otros recurren al alcohol o a las drogas. Y aun otros se pierden en un mundo de fantasía a través de la lectura de novelas o de mucha televisión. Los hay también que no hacen nada; se quedan sentados y se echan en brazos del dolor.
Pero Pablo hizo cuatro cosas para combatir su soledad, y son tan adecuadas para nosotros hoy como para Pablo en suiempo. Estas cuatro cosas son los siguientes conceptos: utilizar, reducir, reconocer e identificarse.
Utilice
La primera manera de combatir su soledad es utilizar su tiempo sabiamente. En otras palabras, sáquele lo mejor a su mala situación. Resista la tentación de quedarse sin hacer algo.
La soledad tiende a paralizarlo si se queda sentado sin hacer nada. Resístala; piense en una manera creativa para sacarle provecho a la carencia de cosas que le distraigan.
Si la vida le da limones, aprenda a hacer limonada. Lo que tenga a la mano para hacer, hágalo. Esto fue lo que hizo Pablo: «A Tíquico le envié a Éfeso». (v. 12) y: «cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas, en casa de Carpo; trae también los libros, especialmente los pergaminos» (v. 13). Pablo se negó a quedarse sentado lamentándose. No pensó: «¡Pobre de mí, pobre de mí!» No se quejó: «¿Dios, esto es lo que recibo a cambio de treinta años de ministerio?» «¿Esta es mi recompensa después de haber levantado un sinnúmero de iglesias y ser la persona más responsable por el avance de la fe cristiana en el mundo romano?» «¿Esto es lo que saco, morir en un calabozo húmedo en Roma?»
Reduzca
La segunda manera de lidiar con la soledad es reducir el dolor. No le preste demasiada atención a la soledad. No exagere ni ensaye una y otra vez: «Me siento tan solo, tan solo». No permita que la soledad le produzca amargura ni que el resentimiento se acumule en su vida. Pablo dijo: «Nadie me respaldó … no les sea tomado en cuenta» (v. 16).
El Apóstol tenía mucho tiempo a su disposición, pero no para guardar resentimiento. Sabía que el resentimiento solo lo hace a uno sentirse más solitario y levanta un muro alrededor. La soledad nos encierra en un calabozo personal y nos aleja de los demás, porque a nadie le gusta estar en compañía de un cínico, alguien que siempre está amargado y quejándose. Pablo dijo: «Quiero mejorarme, no amargarme, así que utilizaré mi tiempo y reduciré mi dolor».
Reconozca
La tercera manera de lidiar con la soledad es reconocer la presencia de Dios. Pablo dijo: «Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas» (v. 17). ¿Dónde está Dios cuando uno se siente solo? Justo al lado. Jesús dijo: «No los voy a dejar huérfanos» (Juan 14:18); «No los dejaré sin consuelo». Dios dijo: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré» (Hebreos 13:5).
No hay un lugar donde Dios no esté. Él está en todas partes todo el tiempo y usted puede dialogar con él constantemente. Mientras reconozca esto, nunca estará realmente solo. Hable con Dios y deje que le hable. David aprendió que la comunión con él es un antídoto poderoso contra la soledad. Por eso clamaba: «Dios, estoy tan solo. El rey Saúl me persigue y estoy solo en una cueva. Pero luego pienso en ti. ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú. En cualquier parte de la tierra, allí estás tú. No puedo huir de ti» (Salmo 139).
Identifíquese
La cuarta manera de lidiar con la soledad es identificarse con las necesidades de los demás. En vez de concentrarse en uno mismo, enfóquese en otras personas. En vez de contemplarse a sí mismo, contemple a otros. Empiece ayudando a otraspersonas solitarias. Eso fue lo que hizo Pablo. Su mayor meta en la vida fue un ministerio de alcance hacia fuera; sirviendo a otros sin enfocarse a sí mismo. Tal como lo dijo: «El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que por medio de mí se llevara a cabo la predicación del mensaje y lo oyeran todos los paganos» (2 Timoteo 4:17). Pablo estaba solo al final de su vida y aun así nunca se olvidó de su meta: ayudar a otros.
Llene el vacío
¿Qué tiene que decir Dios con respecto a su soledad? Lo primero que dice es: «Entiendo. De veras, entiendo». El Hijo de Dios conoce la soledad. En la hora más oscura de Jesús, justo antes de ser crucificado, en el jardín de Getsemaní, todos sus amigos se durmieron. Cuando los soldados se lo llevaron preso para presentarlo ante el consejo, todos sus discípulos huyeron. Cuando Jesús llevó todas las iniquidades del mundo sobre su cuerpo en la cruz, gritó a voz en cuello: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Marcos 15:34).
Sí, Jesús entiende la soledad. Por eso le dice: «Entiendo cómo te sientes. Yo cuido de ti y quiero ayudarte». ¡Permítale que le ayude a vencer su soledad en lo que lo busca en oración y alcanza con amor a las personas solitarias que le rodean!
Extracto del libro Respuestas a dificultades de la vida de Rick Warren (ISBN 978-0-8297-5231-1 ) ©2002 por Editorial Vida. Usado con permiso de Editorial Vida.