Génesis 39:6-7 "José era muy bien parecido, así que después de un tiempo la esposa de su amo se fijó en él..."
La tentación es un momento de crisis, en el que un abismo se abre debajo de nuestros pies y tenemos que decidir si nos dejamos caer en él o saltamos hacia la salvación. En un momento José queda solo, absolutamente solo para decidir. Podemos reconocer la entereza moral de una persona por lo que hace cuando nadie la ve.
La tentación viene a probar si las quietas aguas de nuestro talante moral descansan en una profunda relación con Dios, o no son más que la calma chicha que precede a la tempestad.
La tentación cruza todas las fronteras humanas. Es tentado tanto el rico como el pobre, el joven como el anciano, el santo como el pagano. Para ser tentado sólo hace falta ser humano y José es humano. ¿Cómo no se deja caer en aquel abismo seductor?
Primeramente desenmascara el mal y lo llama por su nombre: pecado contra Dios. En segundo lugar utiliza una estrategia tan simple como efectiva: se aleja del foco de la tentación. Finalmente demuestra que toma más en serio a su Dios, que los egipcios a sus propios dioses. Jamás alcanzaremos nuestro propio triunfo sobre la tentación, si no tomamos en serio a Dios, si no llamamos al pecado por su nombre y si no evitamos cualquier situación que nos exponga al pecado.
Caminemos este día en el fruto de la paz, dejando al Espíritu Santo llenar nuestros pensamientos con todo lo verdadero, todo lo recto, todo lo puro, lo agradable, lo digno, lo que tiene buen nombre.
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