LA
PARADOJA DE LA FELICIDAD
Un cuento muy antiguo
relata que un hombre quería llevarle nueces a su esposa, que había prometido
cocinarle su comida preferida hecha a base de estos frutos.
Lleno de gozo por la
fiesta para su estómago que venía por delante, hundió la mano en la vasija que
contiene las nueces y tomó todas las que pudieron entrar en su mano.
Al pretender sacar el
brazo de la vasija le fue imposible por más que tiraba de él. Hizo todos los
esfuerzos que pudo, hasta llegó a lastimarse la piel de la muñeca. Insultó,
gritó, lloró.
Llamó a su esposa para que
le diera ayuda tomando el recipiente mientras él tiraba con todas sus fuerzas.
Pero la mano seguía trabada en el cuello de la vasija.
Luego de innumerables
intentos llamaron a los vecinos.
Todos estaban muy
interesados en ayudar. Uno de ellos miró a los ojos al hombre desesperado y le
dijo:
-“te liberaré si hacés
exactamente lo que te pido que hagas”.
-Lo haré de mil amores con
tal que me liberes de esta tortura.
-Vuelve a meter la mano
hasta el fondo de la vasija (dijo el vecino)
Esto soprendió al hombre.
¿porqué habría de meter el brazo en las profundidades del recipiente si quiere
lograr precisamente lo opuesto?
No obstante recordando su
promesa, hizo lo que le pidieron.
El vecino dijo luego:
-Ahora abrí tu mano y dejá
caer las nueces.
Esto enojó al prisionero,
porque si abría la mano dejaría caer las nueces y se quedaría sin su comida
favorita. Pero refunfuñando obedece las indicaciones de su vecino.
Éste le dijo:
-Ahora cierra la mano
juntando los dedos y sácala lentamente de la vasija.
La mano salió con toda
facilidad. Pero el hombre no estaba totalmente satisfecho.
-He logrado sacar la mano,
pero ¿y las nueces?
Entonces el vecino toma la
vasija, la inclina e hizo rodar fuera tantas nueces como fue necesario.
El hombre liberado lo
observa con gran sorpresa y le dice: “¿vos sos mago?”
Hasta aquí la historia.
Cuando la leía días atrás este relato, me pareció que tenía que ver conmigo, y
probablemente con vos también.
Es una variante de un muy
antiguo relato que hablaba de la paradoja de la felicidad. Cuando más tratamos
de alcanzarla más parece alejarse. Lo que deseamos poseer con todas nuestras
fuerzas se resiste cada vez más.
Hay personas que pasan
gran parte de su vida persiguiendo un deseo que nunca logran alcanzar.
Lo más bello, lo más
deseado, lo más valioso, no admite ser tomado por la fuerza. Y habitualmente
está completamente fuera de nuestro alcance.
Sin embargo, estas mismas
cosas vienen a nosotros en momentos en que estamos en paz, simplemente en paz
con nuestro presente.
Entonces y de un modo
completamente imprevisto, nos sorprenden viniendo y entrando a nuestras vidas.
Entonces nos envuelven y nos llenan de sorpresa. Nos iluminan.
De repente la felicidad
más inmensa penetra en el corazón y lo compensa de todas las miserias
espirituales vividas.
Eso es gracia.
El recibir inesperadamente
un regalo, sabiendo que no lo merecemos. Y un regalo tan hermoso que nos
inunda, nos deja las manos llenas.
Lo imposible, aquello que
es tan inmenso que nunca lo soñaríamos alcanzar, lo irrealizable se presenta
sorpresivamente y sin anuncios previos y se deposita gentilmente en nuestras
manos que hasta entonces estaban vacías.
La enseñanza que deja el
cuento es: “Actuá como si pretendieses exactamente lo contrario de lo que
deseás”. Concretamente: “introduce el brazo en la vasija; abre la mano. ¡Suelta
las nueces!”
Y no te preocupes, porque
lo valioso te va a ser dado. Las nueces caen solas sin que las busques en
cuanto la vasija es inclinada. Y caen en tu misma dirección.
Mt 5, 1-12a Al ver Jesús a las multitudes, subió al
monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les
enseñaba diciendo:
—Bienaventurados los pobres de
espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.
"Bienaventurados los que
lloran, porque serán consolados.
"Bienaventurados los
mansos, porque heredarán la tierra.
"Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados.
"Bienaventurados los
misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.
"Bienaventurados los
limpios de corazón, porque verán a Dios.
"Bienaventurados los
pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.
"Bienaventurados los que
padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los
Cielos.
"Bienaventurados cuando
os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de
maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en el cielo.
Al leer estas palabras del Señor
reflejadas en el Evangelio según San Mateo, podemos imaginarnos la escena. Es
una de mis preferidas, sin duda: Jesús ante un numeroso grupo que le escucha,
mientras Él con paciencia, pero con mucha fuerza, va detallando el camino hacia
la plenitud, hacia el consuelo, hacia la prosperidad, hacia la esperanza.
Realmente deseaba grandemente que muchos encuentren una felicidad plena,
completa.
Ese "Bienaventurados",
que repite una y otra vez, parece contener su deseo de vernos colmados,
definitivamente satisfechos para siempre.
El destino común, la
Bienaventuranza que aguarda a los que demuestren ser suyos en las diversas
circunstancias que Jesús va desgranando, es una felicidad y satisfacción tan
grandes, que no es posible pensar en nada mejor.
Pero me sorprende,
cómo en el texto bíblico, Jesús hace uso de la herramienta del mensaje para
enseñarnos lo mismo que el cuento del hombre y las nueces. Que por lo adverso
se llegue a la más completa y eterna felicidad.
Lo que nos resulta difícil
de asimilar es que los valores son completamente opuestos a los que hoy en día
rigen la vida del hombre de hoy. No es así como nos organizamos socialmente en
este mundo. Por el contrario, se nos muestra todo el tiempo que la plenitud
humana se logra a través de acumular satisfacciones. El mensaje que la sociedad
nos muestra 24 horas al día es: “cuanto más satisfacciones, más felicidad”
Sin embargo, el Señor
insiste en que la plenitud propia de los hombres no está en eso. Consiste más
bien, repite una y otra vez, en el desprendimiento
de los bienes materiales porque no son nuestro fin; en la limpieza de corazón para amar dignamente a los demás, libre de
otras compensaciones; en sufrir con
paciencia la adversidad de un ambiente que con frecuencia es ajeno a Dios;
en conservar la paz, cuando sería
más fácil recurrir a la violencia; en ser
menospreciados por permanecer leales a la fe...
Desprenderse,
soltar, vaciar nuestro corazón, aceptar el sufrimiento, buscar la paz, aceptar
que nos desprecien y nos corran al último lugar, al menos buscado, al que nadie
quiere.
Todo esto exige esfuerzo
por parte del hombre, y exige confianza en aquello que nuestros ojos no pueden
ver: Estar dispuestos a renunciar al planteo de un estilo de vida que busca
sencillamente el confort a corto plazo y contempla al hombre como un ser sólo
de este mundo.
Este paradigma social es
justamente una de las claves de porqué la sociedad en la que vivimos toma
valores que contradicen la felicidad del hombre.
Entender esto es el primer
paso hacia una vida plena. Jesús está diciendo: “tené confianza, yo te ofrezco
una realidad que va a contramano de la que vivís como cosa cotidiana”.
La propuesta paradójica del
Sermón del monte es la misma que la del cuento de las nueces. A lo más esplendoroso se llega a través de lo
difícil.
Nuestro Dios conoce de
sobra nuestra flaqueza y nuestra tendencia a buscar caprichosamente pequeños
deleites inmediatos. Más aún, sabe que, aunque queramos, somos incapaces, sin
su ayuda, de vivir el ideal generoso que nos propone. Pero con su ayuda sí.
Siendo hijos pequeños de un Padre Todopoderoso y Bueno, nada nos es imposible.
Como Maestro, Jesús sabe
que enseña algo en cierta medida nuevo, revolucionario. Ese afán de muchos por
disfrutar a base de no tener problemas y gozar al máximo de estímulos
placenteros, no es propiamente, ni puede ser, la causa de la verdadera
felicidad en los hombres. Sin duda que estamos hechos para más. Estamos
pensados para la Bienaventuranza, para una felicidad completa, definitiva, que
no se puede perder y la mayor posible para cada persona.
Soltar, abrir
las manos, arriesgarse a actuar contrario a lo que nuestra lógica humana parece
sugerirnos.
Perder para
ganar. Vaciarnos para ser llenos.
Y esperar en
ese buen Dios que está solamente preocupado por conquistar nuestro corazón,
porque podamos abrirnos a su Amor, ser inundados por su Amor y aprender a
confiar en Él.
Me gustaría
invitarte en este día a cerrar los ojos y abrir las manos. ¿Te acordás? Cuando
éramos chicos y nos traían un regalo nos decían así. “Tengo un regalo para
darte. Cerrá los ojos y abrí las manos”.
¿Entonces los
cerrabas? ¿Sin espiar?
¿Te animás
ahora a hacer lo mismo?
La primera
condición es que para recibir, las manos tienen que estar vacías. La segunda es
que estemos dispuestos a abrirlas. La tercera es cerrar los ojos. CERRAR LOS OJOS Y CONFIAR EN DIOS.
Jesús te está
diciendo en este día que no te creas los mensajes vacíos de contenido del mundo
en que vivimos. Que es posible ser feliz.
Plenamente feliz. Lo que pasa es que la felicidad está exactamente en sentido
contrario a la dirección en que hasta ahora la buscaste.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos, Argentina
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net