La
Puerta
En
un sitio de internet encontré tiempo atrás esta historia de fantasía cuyo autor
desconozco, y que te comparto como ilustración para la reflexión de hoy:
En una tierra en guerra, había un rey que causaba
espanto. Siempre que hacía prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala
donde había un grupo de arqueros de un lado y una inmensa puerta de hierro del
otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.
En esta sala el rey les hacía formar un círculo y les decía entonces...
"Ustedes pueden elegir entre morir atravesados por las flechas de mis
arqueros o pasar por esa puerta misteriosa".
Todos elegían ser muertos por los arqueros. Al terminar la guerra, un soldado
que por mucho tiempo sirvió al rey se dirigió al soberano y le dijo:
--"Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?"
Y le responde el rey:
--"Dime soldado".
--"¿Qué había detrás de la horrorosa puerta?".
--"Ve y mira tú mismo", respondió el rey.
El soldado entonces, abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía,
rayos de sol entraron y aclararon el ambiente... y, finalmente, descubrió
sorprendido que la puerta se abrió sobre un camino que conducía a la libertad.
El soldado admirado sólo miró a su rey que le decía:
--"Yo daba a ellos la elección, pero preferían morir que arriesgarse a
abrir esta puerta".
¿Cuántas puertas dejamos de abrir por temor?
¿Cuántas veces perdemos la libertad y morimos por dentro, solamente por sentir
miedo de abrir la puerta de nuestros sueños o nuestras metas?
Cuando
leía este cuento me vino a la mente una cita que siempre construyó en mí la
necesidad de reflexionar:
Juan
10:9 Yo soy la puerta: el que por mí entre será
salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos.
No es solamente la
salvación, tomar la decisión de seguir a Cristo nos permitirá además encontrar “buenos
pastos”.
Él se identifica
claramente como la puerta. Para los que somos creyentes esta afirmación tiene
un significado radical, en muchos aspectos:
·
Jesús es la única puerta hacia el Padre.
·
Jesús es la puerta hacia una vida
mejor, hacia un tiempo vivido dándole importancia únicamente a aquellas cosas
que valgan la pena.
·
Jesús es también la puerta hacia la
única forma en que el hombre puede encontrar felicidad.
Pero como toda
puerta, es también un mundo que se abre, el acceso a lo desconocido, la
posibilidad de entrar a lugares donde no estamos acostumbrados y donde quizá no
nos sintamos seguros.
La puerta representa
también la suma de nuestros miedos. Y ese me parece que es el punto de la
reflexión de hoy. Para entrar en comunión con Jesús es necesario vencer
definitivamente nuestros miedos. Cada uno de ellos representa un obstáculo que
nos separa, nos aleja del Mesías. A medida que pasa el tiempo, nuestros miedos
han ido condicionando nuestra vida. Nos hemos ido acomodando de modo de poder
sobrellevarlos sin la angustia que nos generan las situaciones que no podemos
enfrentar y resolver.
Me acuerdo de una
joven que hoy tiene alrededor de 30 años que tiene fobia a los perros. La
palabra fobia es utilizada por la psicología para definir miedo. Fijate lo que
dice el diccionario:
Fobia:
- Temor intenso e irracional, de carácter enfermizo, hacia una persona, cosa o
una situación que pone al individuo que lo padece en un estado patológico de
angustia.
Bueno, después de
haber vivido en su infancia el ataque de un perro, esta mujer fue desarrollando
un miedo irracional a estos animales. A medida que transcurre su vida fue
construyendo mecanismos de defensa que la han ayudado a sentirse protegida. Hoy
sabe de qué modo protegerse de estos “enemigos”, aunque lo que no termina de
entender es que el problema no son los perros, que el enemigo está en su mente.
Así nos pasa con
nuestros temores, en lugar de enfrentarlos terminan convirtiéndose en nuestro enemigo y eso nos paraliza.
¿Porqué asocio la puerta con nuestros miedos?
Porque la puerta
significa lo desconocido, la experiencia que todavía no hemos vivido, las
personas que todavía no hemos conocido. La puerta significa también futuro, con
lo que debemos entender que todo lo que queda tras de nosotros al atravesarla,
quedará definitivamente en el pasado.
Y eso parece estar
bien, hasta que descubrimos que hay situaciones de nuestra historia que no
estamos dispuestos a dejar atrás. Aún ante la seguridad de que el cambio nos
favorece, porque lo que viene es mejor.
Sabemos que Jesús es la puerta, la única puerta que
conduce al Padre. Así fueron sus propias palabras y con nuestra mente lo
creemos.
Pero nuestros miedos
e inseguridades nos hacen abrir la puerta solamente un poquito y la volvemos a
cerrar. Claro que ese tiempo en que estuvo abierta, la puerta nos llenó de
bendición. Nos bendijo y lo que vimos en esa fracción pequeña de nuestro tiempo
fue bueno, quisimos tomarlo… Y allí estaba, mostrándonos un camino nuevo y distinto.
Pero volvimos a
cerrarla, tuvimos miedo, tuvimos vergüenza de que alguien nos viera abriéndola
y nos terminamos quedando con la mediocridad de esto que tenemos hoy.
Nos quedamos con una
pequeña parte de esa realidad que nos ofrece Jesús, una asomada a un mundo
distinto, que se ve maravilloso pero que nos desestabiliza, nos mueve el piso,
nos hace perder seguridad, control.
Hasta ahora habíamos
tratado de manejar las cosas a nuestro modo, pero detrás de la puerta viene un
estilo de vida completamente diferente… y no estamos seguros de querer tomarlo,
de modo que muchas veces terminamos decidiendo que la puerta permanezca
cerrada.
Juan
14:6 Jesús le dijo:
--Yo soy
el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.
La puerta, Jesús es la puerta y es el camino que
luego viene, el sendero que conduce hacia una vida plena, hacia una visión
distinta de las cosas, hacia un cambio de valores. Jesús es el camino hacia el
Padre, la única forma de llegar hasta Él.
Juan 8.12-14 -“Una vez más Jesús se dirigió a la gente,
y les dijo: —‘Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida’. —‘Tú te presentas como tu propio testigo
—alegaron los fariseos—, así que tu testimonio no es válido’. —‘Aunque yo sea
mi propio testigo —repuso Jesús—, mi testimonio es válido, porque sé de dónde
he venido y a dónde voy. Pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy”.
Alguien que se presentaba desafiando todas las
normas de la época, todas las costumbres, todo lo que estaba establecido.
Con esta afirmación tremenda que acabamos de leer
reflejada por el evangelio de Juan, Jesús estaba abriendo una puerta. Es más, estaba
siendo Él mismo la puerta.
Tu vida tiene muchos tonos oscuros, está construida
en base a situaciones que nadie conoce, está llena de espacios que han quedado
en el secreto. Jesús te está ofreciendo sacar todo eso a la luz, porque Él es
la luz. Él te está ofreciendo que abras la puerta, que te dispongas a seguir el
sendero de su propuesta, que te dejes iluminar por su luz, que nunca más
vuelvas a andar en la oscuridad. Cuando Jesús ilumina tu vida todo lo oculto,
todo lo oscuro, todo lo que hasta ahora nunca había quedado descubierto, saldrá
a la luz para sanarse, para restaurarse.
Creo firmemente que una vez más está abriéndose una
posibilidad que no podés desaprovechar. Tenés que animarte, porque la puerta
está abierta. Es cuestión de dar el primer paso hacia un destino que cambiará
tu realidad para siempre.
Te desafío en este día a seguirlo, a traspasar las
limitaciones de tus miedos, a romper con los paradigmas que hasta ahora eran
firmes realidades. Todo eso puede tener un final y un nuevo comienzo.
Animate a abrir la puerta, a cruzarla y a permitir
que todo comience de nuevo.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodeovional@hotmail.com
www.puntospacca.net