Es impactante ver la cantidad de predicadores y músicos que al hablar no dan Palabra de Dios o dicen una cantidad de «burradas» simplemente porque no conocen la Biblia, no la leen, no la estudian, no meditan en ella. Un cristiano verdadero lee su Biblia todos los días.
Si usted no lee la Biblia, ¿qué está predicando? ¿Qué está ministrando? ¿Qué está cantando? ¿Qué está diciendo? ¿Qué inspira sus canciones? ¿Pensamientos humanos? ¿Frases célebres de grandes personalidades? ¿Filosofías humanas? ¿O lo que leyó en Condorito?
La falta de conocimiento bíblico o la falta de disciplina para la lectura diaria de la Biblia es lo que ha llevado a muchos predicadores a improvisar o supuestamente profetizar. Necesitamos palabra profética, pero inspirada en la Biblia, porque hoy se oye mucha profecía que es hueca o se oye a personas que siempre repiten lo mismo sin decir nada.
En Juan 14.26 Jesús dijo que el Espíritu Santo «les hará recordar todo lo que les he dicho», pero para que esto suceda ne- cesitamos saber lo que dijo Jesús y para eso tenemos que leer la Biblia todos los días. Una persona que no conozca la Biblia no debe predicar ni ministrar.
En 1 Samuel 3.1 dice que «en esos tiempos no era común oír palabra del Señor», en la Reina-Valera dice: «Y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días». ¿Por qué escaseaba? Porque Dios solo le habla a los que obedecen su Palabra.
Seguramente predicaban, pero no era la Palabra de Dios para el momento, no era el rhema de Dios, no era relevante, no confrontaba, no desafiaba, no llevaba a la gente a tomar decisiones. Muchos recordamos sentarnos en una iglesia a oír nada, ni siquiera se entendía lo que el predicador decía. Pues eso es lo mismo que está sucediendo hoy, en muchos lugares
«no es común oír Palabra de Dios».
La primera vez que David trató de llevar el arca a Jerusalén falló en su intento simplemente porque no leyó la ley de Dios. Por eso en 1 Crónicas 15.13 David dijo:
«La primera vez ustedes no la transportaron ni nosotros consultamos al Señor nuestro Dios, como está establecido; por eso él se enfureció contra nosotros».
En el segundo intento tuvieron éxito porque consultaron a Dios.
«Los descendientes de los levitas, valiéndose de las varas, llevaron el arca de Dios sobre sus hombros, tal como el Señor lo había ordenado por medio de Moisés» (1 Crónicas 15.15).
Si logramos que la iglesia lea la Biblia, la ética cristiana no sería impuesta por los pastores sino directamente por la Palabra de Dios. Si enseñamos la Palabra de Dios a nuestros hijos, no importará que sus compañeros del colegio se emborrachen, fumen, rumbeen o hagan cosas indebidas, nuestros hijos jamás las harán.
«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuanto te acuestes y cuando te levantes.
Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades» (Deuteronomio 6.5–9).
El salmista dijo:
«¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu palabra» (Salmos 119.9).
«En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti» (Salmos 119.11).
Un papá le preguntó a su hijo ya mayor: «¿A qué le atribuyes el vivir una vida cristiana comprometida y no como otros hijos de cristianos?». Y él respondió: «Gracias a que todas las noches mi mamá nos leía la Biblia y oraba por nosotros».
Tomado de ¿Cómo conquistar el corazón de Dios? Copyright © 2013 por Andres Corson (ISBN 978-0-8297-6322-5). Usado con permiso de Editorial Vida.