La carne tiene tres apetitos básicos: la comida, el sexo y el sueño. Cuando nos abstenemos de satisfacer los apetitos de la carne, el Espíritu toma el control total de nosotros y hay un mayor fluir de la unción de Dios.
La razón por la que Jesús se abstuvo de tocar mujer, practicó el ayuno y vigilaba en oración, era precisamente para mantener sometidos a estos apetitos. De modo que estas prácticas no solo son una sugerencia para el creyente, sino deben ser parte de nuestros ejer- cicios espirituales y precisamos adoptarlas como un estilo de vida.
El apóstol Pablo, que ayunaba y en varios pasajes comparte sobre sus desvelos, le habla a una iglesia de Asia y le dice: «No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración» (1 Corintios 7:5). Esta es la única causa por la que el deber conyugal debía ser interrumpido, a fin de concentrarse en la oración, en especial si estamos en medio de un conflicto espiritual.
Por otra parte, en Hechos 27 se nos relata que la embarcación que transportaba a Pablo estaba a punto de hundirse, de modo que para mantenerse avanzando debieron arrojar al mar algunas piezas de la nave.
¡Qué interesante ilustración bíblica del principio de la abstinencia! Las tormentas de la vida nos demandan que alivianemos las cargas si queremos salir victoriosos. Aunque en algún momento esas piezas podían ser beneficiosas, en medio de la tormenta resultaba contraproducente seguir llevándolas.
Del mismo modo, llegó un momento en la vida de Abraham en que la separación de su sobrino Lot era imprescindible para avanzar en medio de los retos que tenía por delante. Aunque lo amaba mucho, entendió que en ese momento era mejor marcar una dolorosa, pero necesaria distancia. Y al final vemos que esta decisión fue de mucho beneficio para él.
En la película Masters and Commanders (titulada en español Capitán de mar y guerra), que protagoniza el artista australiano Russell Crowe, se muestra una escena muy interesante. Mientras se encontraban en medio de una gran tormenta, fue necesario que uno de los miembros de la tripulación subiera al mástil principal para ver si la tierra que necesitaban alcanzar se hallaba aún lejos.
En medio de la oscuridad, este hombre escaló el mástil, pero no pasó mucho tiempo antes de que una fuerte ola golpeara la embarcación y rompiera dicho madero, el cual luego cayó al agua y puso en peligro a toda la embarcación, pues la poderosa columna todavía permanecía amarrada al barco.
Entonces alguien le gritó al capitán que cortara las cuerdas o la embarcación se hundiría. No obstante, siendo el hombre que aún se mantenía aferrado al mástil uno de los mejores amigos del capitán, él se mantuvo vacilante, sin decidirse a actuar. Luego de una lucha consigo mismo, mas entendiendo su responsabilidad como el capitán del barco, tuvo que cortar las cuerdas enviando a su amigo al fondo del mar, pero salvando a la embarcación completa.
Aplicar este principio no resulta fácil, aunque en momentos difíciles es necesario hasta cierto punto.
Tomado del libro Vence la adversidad, Copyright ©2013 por Ruddy Gracia (ISBN 978-08297-5861-0). Usado con permiso de Editorial Vida.