No sé si será mi temperamento melancólico de músico, pero desde que tengo uso de memoria he sido arrebatado por expresiones de arte. Han sido innumerables las veces que fui sobrecogido al ver un cuadro, al leer un poema o al escuchar una poesía hecha canción. En muchas ocasiones terminé de leer un libro y no pude evitar el llanto, y no, no eran necesariamente libros cristianos. Al visitar museos de arte o al pensar en el arte en general es muy fácil darse cuenta de que a través de la historia, el arte fue producido en su mayoría por personas de fe. Me suena lógico que mientras más cerca estás de Dios, más creativo serás, pero algo sucedió con el arte y los cristianos. De repente se empezó a pasar el arte por un filtro de supuesta espiritualidad por el que muy pocas cosas pueden pasar, y el arte empezó a ser rechazado.
El único arte que realmente se acepta en la iglesia es la música, pero la música cristiana dista mucho de ser arte o por lo menos arte relevante. La mayoría de los músicos dentro de la iglesia sienten una presión enorme por complacer a sus líderes que cada día los empujan a crear solo cierto tipo de música. Como los pastores son los dueños de las plataformas donde los músicos pueden exponer su música, la música como arte se ha visto empobrecida. Esto no es nada nuevo. En el curso de los años ha habido muchos músicos que dejaron la iglesia para poder expresar su arte ya que una de las características del arte es la honestidad. Cuando eres presionado a cierto tipo de música, pierdes la honestidad. Hay tanta música en la iglesia que carece de honestidad. Como músico siempre sentí la presión de hacer lo que los líderes querían que hiciera, y por algún tiempo lo hice. Durante ese tiempo había en mí una ambivalencia, hacía canciones queexpresaban mi sentir, y estas eran canciones que normalmente la gente abrazaba; pero a la vez hacía canciones que sentía que tenía que hacer, y estas no trascendían. Un día decidí crear desde el corazón y honestamente. La respuesta de la gente fue impresionante. Nuestra música empezó a trascender. El beneficio más grande a nivel personal fue sentir que había dejado de pretender, sentir que de mis labios y mi corazón estaban surgiendo honestidad y verdad. Parece que la gente también lo empezó a sentir así. Nuestro ministerio creció de una manera que no esperaba. Los conciertos a los que iban tres mil personas aumentaron a treinta mil.
Por supuesto que esto no sucedió sin las críticas de aquellos que quieren encajonar la música. Los súper espirituales. Aquellos que a todo lo que no suena como la música que les gusta, le llaman «fuego extraño». Las críticas suenan todas iguales: «Tienes que hacer alabanza y adoración más congregacional». «Tienes que mencionar más el nombre de Jehová en tus letras». Me pregunto cuánto arte ha quedado sin surgir porque nosotros como iglesia lo truncamos. Me pregunto cuántos jóvenes con talentos se apagaron y «colgaron sus arpas»
A. W. Tozer en su libro La búsqueda de Dios dice que la voz creativa de Dios, esa voz que se escuchó al principio de la creación, esa voz que dijo, sea la luz, esa voz que dijo, sepárese la luz de las tinieblas y produzca el mar seres vivientes, se sigue escuchando a través del universo, a través de nuestro planeta y la creación entera, y aquellos que se disponen pueden escucharla.
“…todo lo bueno y bello que hay en el mundo, producido por el hombre, es el resultado de su falaz y pecaminosa respuesta a la Voz creativa que resuena por toda la tierra. Los filósofos moralistas, que soñaron sueños de virtud; los pensadores religiosos, que especularon acerca de Dios y la inmortalidad; los poetas y artistas, que crearon de la materia común obras de imperecedera belleza, ¿cómo se pueden explicar? No es suficiente con decir «Se trata del genio». ¿Qué es el genio? El genio podrá ser un hombre perseguido por esa Voz, que trabaja afanándose como un poseído, por ver si logra alcanzar un fin que vagamente comprende. El hecho de que el genio, sea hombre o mujer, no crea en Dios, y aún hable o escriba en contra de él, no contradice lo que estoy diciendo”
Esa voz que aún se sigue escuchando es la voz creativa de Dios que nos lleva a amar, a sentir compasión, a soñar, a crear música, a hacer arte.
Tomado del libro BESANDO MIS RODILLAS por Jesús Adrian Romero. Publicado por Editorial Vida – 2014 Miami, Florida.