Prometo no olvidarme.
O por lo menos, para ser honesto, prometo intentar no olvidarme…
¿De qué?
Cuando vea a alguien sin saber qué hacer de su vida, no me olvidaré que alguna vez estuve perdido, sin rumbo, y mirando con estupor cómo podía existir gente en el mundo que sí supiera qué hacer de su vida.
Cuando quiera resistirme a perdonar alguna ofensa recibida, no me olvidaré cuántas veces he sido perdonado, cuántas veces me dieron otra oportunidad. Y, por sobre todas las cosas, recordaré la Gracia y Misericordia de Dios para conmigo.
Cuando la impaciencia vaya ganando en intensidad ante los malos hábitos del otro, no me olvidaré cuánto me ha costado realizar ciertos cambios. Tampoco olvidaré que, al día de hoy, también lucho para mejorar ciertos comportamientos.
Cuando me equivoque, no me olvidaré de mis aciertos.
Cuando obtenga algún logro, no me olvidaré cuánto me ayudó Dios, cuánto me ayudaron otras personas y cuánta perseverancia desarrollé para llegar a ese punto. Tampoco olvidaré que alguna vez, los resultados no fueron los mejores.
Cuando el desprecio hacia alguien quiera aparecer, no me olvidaré el precio que Jesús pagó por esa persona.
Cuando tenga el profundo deseo de abandonar la tarea, no me olvidaré que estoy cumpliendo una misión y que, al apagarme, dañaré a otros.
Amigo, te propongo el mismo ejercicio: No te olvides. Usa tu memoria a favor tuyo y de los demás. No te olvides.
GUSTAVO BEDROSSIAN