ESTAMOS
DISTRAÍDOS
El peligro más grande que todos enfrentamos es no ser capaces de ver a
Jesús en nuestros problemas, y en lugar de verlo, ver fantasmas. En este
momento crítico de temor, cuando la noche es más negra y la tormenta más
violenta, Jesús siempre se acerca a nosotros para revelarse como el Señor del
diluvio, el Salvador en las tormentas. “Jehová preside en el diluvio, y se
sienta Jehová como rey para siempre” (Salmo 29:10).
DAVID
WILKERSON
Hace 7 días me invitaron a llevar la prédica en una
congregación de la ciudad donde vivo. Como la la invitación llegó con varios
días de anticipación, comencé a prepararme en lo que creía que era el tema a
desarrollar. Sin embargo el Espíritu Santo tiene siempre la última carta y la
mañana del día en que debía presentarme, durante el devocional sentí que tenía
que hablar de otro tema, que me comprometía personalmente mucho más ya que
tenía que ver con mi historia.
El título fue “perdón,
me distraje”.
Hice mención a serios accidentes de tránsito que tuve
hasta hace unos 15 años atrás, y que no podía explicarme porqué. El último fue
el más traumático, y me llevó a buscar ayuda terapéutica ya que no entendía las
causas de lo que me pasaba. Luego de trabajarlo, la profesional me dijo que las
causas estaban originadas en mis distracciones. Mi mente estaba ocupada con
otros temas simultáneamente que mi cuerpo estaba conduciendo el vehículo.
Entonces por ejemplo no veía al vehículo que intentaba pasarme por la derecha
en la calle o al llegar a la esquina mi mirada se dirigía al sentido contrario
de la mano que estaba marcada para conducir.
En la última ocasión, justamente mis palabras al enojado
conductor del otro vehículo fueron “perdón,
miré para el otro lado”, justificación que no le alcanzó en absoluto por
supuesto.
Luego de trabajar esto afortunadamente no volví a tener
accidentes de tránsito. Pero como me pasa en muchas ocasiones, debo exponerme
como ser humano falible y mostrar públicamente que cometo errores a veces
serios, como parte de lo que expongo desde el púlpito.
En el mensaje me preguntaba cuántas veces estamos tan
ocupados como Iglesia en muchos de nuestros asuntos, que nos olvidamos de
Jesús, al punto de sorprendernos cuando se acerca a tendernos una mano, porque
creemos estar viendo un fantasma o algo irreal, como le pasó a los discípulos
en la barca:
Mateo 14: 22 al 27: En seguida Jesús
hizo que los discípulos subieran a la barca y se le adelantaran al otro lado
mientras él despedía a la multitud. Después de despedir a la gente, subió a la
montaña para orar a solas. Al anochecer, estaba allí él solo, y la barca ya
estaba bastante lejos de la tierra, zarandeada por las olas, porque el viento
le era contrario.
En la madrugada,
Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Cuando los discípulos lo
vieron caminando sobre el agua, quedaron aterrados.
— ¡Es un
fantasma!—gritaron de miedo.
Pero Jesús les dijo
en seguida:
— ¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo. [1]
Habían estado en contacto con Él todo el día, en una
jornada muy intensa y llena de señales y prodigios. Había sido Él quien les
ordenó subir a la barca aun cuando ellos como viejos hombres de mar seguramente
veían aproximarse la noche cerrada y la tormenta. Y lo hizo con la promesa de
luego alcanzarlos.
Dice el texto dice que después de despedir a la multitud,
subió a la montaña para orar a solas.
Esto es una inferencia personal, pero creo que el
objetivo era justamente dejar a solas a los discípulos con la dificultad que
venía. Para experimentar cómo en medio de la más profunda oscuridad, Jesús
viene en ayuda.
Sin embargo, cuando todo estaba negro y el viento
arreciaba sacudiendo la barca entre las olas, al acercarse Jesús estaban tan
distraídos que no le reconocieron, hasta escuchar su voz clara y firme.
Con razón, un rato después Jesús cuestionó su poca fe.
¿Era porque ellos no habían creído que con Él estaban seguros? No, sino que al estar distraídos se olvidaron
que Él estaba en control de todo, e intentaron dar soluciones basados en
sus propias conclusiones.
Esta mañana recibí un mensaje de un obrero misionero que
está sirviendo hace unos años en un país africano. Ocultando por seguridad su
identidad y el origen del mensaje, reproduzco debajo algunos fragmentos del
mismo:
“Estamos ante una emergencia!
Nuestros remos han cesado de remar, sólo dos remos de los 20 que teníamos han
quedado…la tormenta es tan fuerte…el agua del desánimo entra por ambos lados de
la barca…Señor respóndenos!
Amados nuestros la
barca en la que estamos es el Reino de Dios, y está tanto en Argentina como en el
país donde servimos, muchos brazos han caído dentro de las aguas del desánimo,
otros se han vuelto atrás, otros esperan pero con dudas, el tiempo del final
está cerca y en vez de alegrarnos por el final del recorrido estamos tristes y
nos volvemos vulnerables a las pruebas que embaten sin parar.
No es tiempo de
desistir, ni de abandonar, ¡Jesús viene hacia nosotros! ¡Aunque haya tormentas
o la neblina de la inseguridad y la angustia no nos permita ver, lancemos la
bengala de la Fe!
Aquí las cosas
comenzaron a sacudir nuestra fe muy duramente, los conflictos bélicos
recrudecieron con fuerza y a diario. Hay cientos de cadáveres en las morgues según
los periodistas y las ambulancias no paran con su irritante sonido día tras
día.
Los pastores del Pueblo
de Dios no conocen la Palabra, no conocen a Dios y la manada es dispersada por
las mentiras de Satanás que promete curas rápidas y milagrosas a cambio de
dinero.
Los agentes de Salud
son confrontados con su fe y tienen miedo, los reunimos alrededor nuestro
como a pollitos, los abrigamos en una célula al calor de la palabra de Dios dos
veces por semana y así logramos que reaviven su fe.
Pero con vos, amado nuestro, ¿qué está ocurriendo? ¿Por qué dejas caer los remos? ¿Por qué has
dejado de orar? ¿Por qué has dejado de apoyar?
Estamos orando para que
no te falte la Fe, para que estos tiempos tan salvajes no apaguen la llama que
hay en vos y que el mismo Cristo la encendió. El no fallara.
No tengas miedo, el
Señor no se tarda, sólo es su misericordia tan grande que no desea que
ninguno perezca, sigue esforzando tus manos en la mies, sigue ayudándonos a
recoger la cosecha, no mires la tormenta… ¡Coloca tu mirada en Jesús!”
Tardé cerca de 1 hora de estar a solas con el Señor para
entender los sentimientos que atravesaban mi corazón después de leer este
mensaje recibido en mi correo electrónico de domingo por la mañana.
Finalmente me reuní con mi esposa para compartirle que
aquel mensaje que ella también había recibido, me llenaba de frustración, de
bronca, de tristeza, porque tenía que ver con aquel que por inspiración del
Espíritu Santo yo había pronunciado una semana antes.
También a estos obreros en el campo misionero tenemos que
pedirles perdón, hoy, igual que a tantos otros a quienes comprometimos apoyar
en oración, económicamente, etc.
¡Es que estamos distraídos!
Tendría que haberle dicho.
Aquí en Argentina, hoy domingo muchos cultos se
suspendieron. ¿Por qué? Porque justo a las 19 hs. jugaba nuestra selección el primer partido del
mundial… ¡No hubiera ido nadie!... me decía un pastor.
Por otra parte, en este momento en Brasil muchos de
nuestros jóvenes cristianos argentinos están misionando, entregando folletos
evangelísticos a los miles de asistentes a los estadios de futbol.
¿Cuánto dinero significó para las iglesias o los
individuos participantes de esta actividad evangelística el envío de estos
cientos de chicos?
¿Está mal lo hecho?
La respuesta es no. Pero… ¿era lo mejor en este momento?
¿Era la mejor forma de invertir nuestros esfuerzos?... allí es donde me permito
dudar.
Estamos distraídos, estamos distraídos. El Señor hoy
quedó esperando en nuestros templos, a que terminara el partido de Argentina (o
a que el domingo que entra no suceda algo similar).
¿Mientras tanto? Aquellos que nos necesitan, aquellos que
son parte de nuestro cuerpo Eclesial, y a quienes comprometimos apoyar, sienten
que hemos soltado los remos.
Quiero hacer notar que los comentarios de este misionero
no están dirigidos a la falta de apoyo económico. Ellos sienten que no estamos
orando por ellos. Sienten el vacío de la falta de oración.
Sienten que una Iglesia distraída se olvidó de tomar los
remos para cumplir con la tarea impuesta por Jesús: “crucen al otro lado”.
Y en nuestra distracción estamos tan en la luna que
cuando el mismo Cristo viene caminando hacia nosotros, creemos que es una
aparición irreal.
Si… “¿Dónde está vuestra fe?” me está diciendo el Mesías
a través de estos misioneros.
¿Es que este domingo no hubo gente que necesitara
oración? ¿Es que este domingo no hubo aflicciones?
Si… si… pero es que estaba el partido de Argentina.
Perdón… estaba distraído.
HÉCTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
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[1]
International Bible Society. (1979). Nueva
Versión Internacional (Mt 14.22–27). East Brunswick, NJ: Sociedad Bı́blica
Internacional.