¿Cuál
transformación espiritual?
Días atrás al momento de escribir este artículo, la Sra. Presidenta
de nuestra amada Argentina visitó por tercera vez desde su asunción, al clérigo
primado del catolicismo romano, el Papa Francisco.
Siempre resulta interesante (y hasta divertido si se me
permite) poder ver a través de medios de comunicación este encuentro entre dos
personas que hasta hace poco tiempo no tenían ningún contacto. Claro que a
partir de un año atrás, la figura del ahora Papa le da valor de jefe de estado
y entonces esas manos que se estrechan tienen un valor protocolar, que nada
tiene que ver con lo religioso o espiritual.
Sin embargo, de aquella breve reunión los medios tomaron
provecho para horas de desarrollo escrito, radial y televisivo.
Y también tomó provecho el jefe de gabinete de gobierno
de Argentina, Jorge Capitanich.
Al día siguiente de esta visita en Roma, en una
conferencia de prensa el vocero presidencial dijo que respecto de los problemas
enormes de inseguridad que vivimos los habitantes de este país, era necesaria
una “transformación
espiritual”. Los interesados pueden ver la nota en http://tn.com.ar/politica/capitanich-sobre-la-inseguridad-es-necesaria-una-transformacion-espiritual_457907
.
No quiero escribir sobre política, sino sobre
espiritualidad cristiana, y es allí donde me sumerjo si me lo permite el
lector.
Es a partir de ahí donde reflexiono, cuando vienen a mi
mente las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Tesalónica:
1 Tesalonicenses 5:23: «Y el
mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma, y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo».[1]
Es indudable que la preocupación de Pablo al escribir
esta cita, estaba abarcando la integridad del ser de aquellos a quienes iban
dirigidas sus palabras.
Como humanos podemos definirnos como seres “neumo-psico-somáticos”, donde “neumos”
es una palabra griega que se traduce como espíritu, “psicos” como corazón o alma
(pensamientos, emociones, sentimientos, relaciones con los demás) y “somas” se
refiere a la dimensión física, a lo material, a nuestro cuerpo.
Hay muchos pensadores que llevan a dividir esta realidad
única que nos define, pensándonos en forma aislada y fragmentada. Por ejemplo
la cosmovisión de la ciencia médica occidental del siglo XX/XXI ha cometido a
mi criterio este error, tratando únicamente los síntomas allí donde se
manifiesten. De modo que por ejemplo un médico gastroenterólogo suele ver
nuestro aparato digestivo y tratar un problema de vesícula, sin ver la unicidad
que relaciona ese órgano enfermo con la totalidad del paciente; y lo mismo por
supuesto en otras áreas; un psiquiatra trata a un paciente depresivo diagnosticándolo
y prescribiendo medicamentos psicofármacos por supuestas carencias químicas
cerebrales, cuando esa persona tiene 50 años y todavía no encontró para qué está
en esta vida, tiene un trabajo que no lo satisface pero que necesita para
sobrevivir, y su ex esposa le contó que su hija adolescente está embarazada de
tres meses, con 14 años de vida.
Y por supuesto que también es fragmentada la visión del
sacerdote o pastor, que visita a un feligrés que está postrado en su cama para
orar por él, sin tener en cuenta que esa enfermedad que está tomando su cuerpo
tiene origen en que hace 30 años que está distanciado de toda su familia, por
lo que la tristeza de su alma compromete también su cuerpo y su relación con
Dios… o a que debido a las necesidades materiales se está alimentando mal desde
que nació por poner otro ejemplo.
La pregunta disparadora de estas palabras que escribo es:
¿Puede hablarse desde el gobierno de la
necesidad de una “transformación espiritual” en relación con las situaciones de
inseguridad que vive todo occidente?
Creo que es algo mucho más profundo, y tiene que ver con
esta integridad de la persona de la que hablaba Pablo a los tesalonicenses.
Es que comprendo que se hace complicado pensarlo en estos
términos, pero inevitable si trato de buscar una solución de fondo y no seguir
poniendo parches necesariamente insuficientes y poco efectivos.
Una familia que vive hace generaciones en condiciones de
pobreza estructural, con niños que no pueden ir a la escuela porque deben
ayudar a los papás en la cosecha del algodón, o en las viñas o en la caña de azúcar
desde los 5 o 6 años y que luego que el dueño del campo cambió el cultivo por
soja (cuya cosecha es totalmente automatizada en máquinas) dejándolos sin
trabajo deben emigrar a una villa de emergencia en Buenos Aires, tienen necesidades
que no pueden limitarse a lo espiritual.
Otra familia vecina de la anterior en la que los niños sí
necesitan ir a la escuela para obtener el único plato caliente del día, porque
las “changas” de las que vive su padre no alcanzan para una buena alimentación,
tienen necesidades que deben ser revisadas en su desarrollo corporal,
psicológico y espiritual.
La señora de la despensa de la esquina del barrio, que
dado que no puede competir comercialmente con el supermercado de la vuelta tomó
decisiones equivocadas y comenzó la comercialización de drogas ilegales,
afectando a adolescentes de toda la zona, que a su vez se ven necesitados de
robar para conseguir el dinero, plantea una realidad que va más allá de lo
puramente espiritual.
Un joven de 25 años que egresó de la secundaria con un
enorme esfuerzo económico de sus padres, y hace 7 años busca un trabajo digno y
en blanco acorde con su preparación intelectual, pero que no consigue más que
empleos de 3 meses en negro vez tras vez, necesita algo más que una
transformación espiritual.
A ver si puedo completar mis pensamientos sin hacer
demasiado largo lo que comparto.
Viktor Frankl fue un prestigioso médico psiquiatra,
creador de la llamada tercera corriente psicoanalítica de Viena, la Logoterapia.
Nació en 1905 y desde 1940 a 1942 (teniendo
solamente 35 años de edad) dirigió el departamento de neurología de un
prestigioso hospital de Viena.
Como judío, sufrió los embates del nazismo, que acabaron
con la vida de su esposa, su madre y su padre. Fue prisionero en varios campos
de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau.
Virtualmente perdió todo lo que era de valor para él,
hasta su nombre y pasó a identificarse como millones de sus compañeros, por un
número tatuado con fuego en su brazo.
Allí su experiencia profesional le permitió observar que
en esas condiciones más que miserables de higiene, pobrísima alimentación y mal
trato físico y psicológico, había algunas personas que con todo se mantenían
saludables (la proporción era de 1 cada 22). ¿Por qué? ¿Qué tenían de especial?
Al indagarlos y conocerlos, todos ellos tenían una razón
para seguir vivos. Aún en esas deplorables condiciones, seguían encontrando sentido a la vida. Justamente estas
observaciones son las que lo llevaron después de la guerra a desarrollar la
Logoterapia (terapia a través de la búsqueda del sentido).
3000 años antes, Salomón, un hombre que lo tuvo todo, que
a ojos del mundo de entonces (y del actual) lo tuvo todo, considerado el hombre
más sabio de la historia, inmensamente rico, con 700 esposas y 300 concubinas,
prestigioso y rey entre reyes, escribió a sus 64 años y en el final de su vida,
después de haber gobernado Israel durante 40 años en un tiempo de inmensa
prosperidad, el libro de Eclesiastés. En él reflexiona también sobre el sentido
de la vida, utilizando la palabra hebrea “Yitrom”
(equivalente al “logos” griego).
Ambos, concluyen en términos similares, diciendo que la
única forma de construir una vida plena y con sentido, es a través de un
encuentro íntimo y personal con Dios.
Un Dios Padre, protector, sanador, liberador,
restaurador.
Un Dios preocupado por la integridad del ser humano, y
que llama a una vida con sentido más allá de lo que los ojos puedan ver, transformadora
en sí misma y en el entorno.
Un Dios que por amor y justamente entendiendo como
necesaria para este cambio tan profundo la encarnación, se hizo hombre para que
podamos entenderlo desde nuestra limitada dimensión humana.
Desde ahí puedo comenzar a pensar en una “transformación espiritual”. ¿Será esa la intención del jefe de gabinete
del estado argentino en la conferencia que reproduje arriba?
¿Será consciente el gobierno (el de mi país y el de cada
nación occidental y cristiana), que la única puerta para llegar a encontrar
sentido a la vida, a través de la comunión íntima y el conocimiento pleno con
Dios es Jesucristo?
No hay otro camino. No es cierto que todas las religiones
sean iguales. No es cuestión de construir un modelo de país donde a través de
una “transformación espiritual” al estilo mencionado por un político de turno,
la gente sea “más buena”.
Eso no alcanza, definitivamente.
Hay que trabajar temas de fondo, que al paso que vamos
llevarán generaciones de restauración y restitución. Que afectan la totalidad
de la naturaleza humana, neumo-psico-somática.
Y es necesario, indispensable, única condición para que
estas situaciones tan antiguas como la historia de nuestras repúblicas, que
Cristo además de pasar por la constitución en forma retórica, atraviese la
realidad del país.
Juan 14:6 y 7 Jesús
le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por
mí. Si me habéis conocido a mí, también
conoceréis a mi Padre; y desde ahora le conocéis y le habéis visto. [2]
No hay otro camino. O cambiamos de dirección como
sociedad, mirando hacia Dios, buscando una comunión íntima con el Padre a
través de Jesús, o no habrá “transformación espiritual” ni de ningún tipo, que
venga a cambiar la realidad social, económica y política de nuestros pueblos.
Viene a mi mente un viejo himno bautista, y lo recito
mientras sueño con que alguna vez podamos cantarlo todos los argentinos y
latinoamericanos, más allá de religiones; lo hago entendiendo que o pasamos la
realidad de nuestras sociedades por la Cruz, o continuaremos con esta espiral
que todos percibimos que lleva camino a la profunda oscuridad.
Mi espíritu, alma y cuerpo, mi ser, mi vida
entera
Cual viva, santa ofrenda entrego a Ti, mi Dios.
Mi todo a Dios consagro en Cristo, el vivo
altar;
¡Descienda el fuego santo, su sello celestial!
Soy tuyo, Jesucristo, comprado con tu sangre;
Contigo haz que ande en plena comunión.
Espíritu divino, del Padre la promesa;
Sedienta, mi alma anhela de Ti la santa unción.[3]
Sedienta está el alma de millones de personas, que buscan
una oportunidad de una vida distinta, con sentido, con futuro.
Escribo porque sé que he sido elegido por Dios como agente
de transformación, igual que usted que lee o de lo contrario no hubieran
llegado hasta sus ojos estas palabras.
Escribo, con la esperanza en Dios de que algo distinto
puede cambiar en esta realidad que vivimos, signada por la hipocresía, la
ambición, la idolatría, el egoísmo.
Como ya he dicho otras veces, la respuesta final está en sus
manos.
Dios le bendiga
HÉCTOR SPACCAROTELLA
Río Gallegos, Santa Cruz, Argentina.
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
[1]
Buswell, J. O., Jr. (1980). Teología
sistemática, tomo 2, El Hombre y su vida de pecador (p. 231). Miami,
Florida: LOGOI, Inc.
[2] Santa Biblia : Reina-Valera Actualizad.
(1989). (electronic ed. of the 1989 editio., Jn 14.6–7). El Paso: Baptist
Spanish Publishing House.
[3] El himnario bautista de la gracia.
(2000). . Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.