Levantar las manos caídas
Heb 12:11 al 15 Es
verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de
tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de
ella han sido ejercitados.
Por eso, levantad las manos caídas y las
rodillas paralizadas, y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo
cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.
Seguid la paz con todos y la santidad, sin
la cual nadie verá al Señor.
Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar
la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe
y contamine a muchos.
Si uno se acostumbra a mirar a los ojos a la persona con
la que habla, si uno se preocupa por mirar el rostro de esa mujer o ese hombre
al que tenemos enfrente viéndolo y siendo sensible a lo que el interlocutor
muestra, es posible ver su historia en sus facciones. Pueden verse sus alegrías
y sufrimientos a través de las huellas que éstas dejaron.
Me pesa admitir que me encuentro con demasiada frecuencia
con rostros cansados, sin luz, que han pasado a los tumbos la primera mitad de
su vida y a esta altura algo de ellos ya no quiere seguir. Incluso una parte de
ellos, como se dice en el ambiente del boxeo, ya está a punto de tirar la
toalla.
¿Será entonces que no es casual que surjan a esta edad la
mayor parte de las enfermedades graves que afectan al ser humano? ¿Será que no
es casualidad que el mayor índice de mortandad en un adulto se de en esta época
de sus vidas? ¿Será entonces que tiene relación que en la edad mediana de
hombres y mujeres es donde hay mayor incidencia del cáncer (próstata, mamas,
colon, etc…) o de problemas cardíacos?
El autor del libro de Hebreos habla de aquellos que nos
discipulan, nos preparan, aquellos que muchas veces se ven con la ingrata tarea
de disciplinarnos. Pero no con el sentido de castigo que muchas veces se asocia
a la palabra “disciplinar” sino con el de verse en la necesidad de ofrecernos
enderezar aquello de nosotros que lleva muchos años torcido.
Es que aunque parezca que esta tarea no nos trae gozo,
aunque parezca en un principio que nos llena de angustia, que despierta en
nosotros sensaciones infinitamente tristes que estábamos consciente o
inconscientemente tratando de evitar, el resultado seguramente será de mayor
alivio, el mismo que experimenta aquel que durante mucho tiempo carga una
pesada mochila en su espalda y que de un momento a otro es despojado de ella.
¡wow Es que nuestra calidad de vida cambiará
tremendamente!
El texto de Hebreos que es base de lo que
trabajamos en este día, nos dice que esta disciplina trae consigo un fruto
apacible en aquellos que en ella han sido ejercitados.
¿Estás dispuesto a pasar tu alma por
estos sacudones? ¿Y si el Sr. te
revelara que el final del camino de este sufrimiento al que te sometes es la posibilidad
de ser mucho más feliz de lo que hoy eres?
Hebreos 12:12 nos dice enfáticamente levantad las manos caídas y las rodillas
paralizadas.
¿Qué pasa por tu mente cuando lees este texto?
A mí por lo menos, me vienen a la mente primero que
ninguno mi propio rostro, aquel que miro en el espejo cada mañana. Veo cada uno
de los momentos en que los cachetazos de la realidad que me tocó vivir, me han
dejado las piernas paralizadas e imposibilitadas de seguir andando.
Inclusive podría decirte que hay partes de mí que han
estado paralizadas, bloqueadas emocionalmente durante más de 30 años. Partes de
mi propio yo que han necesitado de mucha ayuda de personas idóneas preparadas
para entender lo que realmente estaba pasando y pudieron (siempre con mi
colaboración) asistirme para que comenzaran mis piernas a moverse, comenzaran
esas rodillas inmovilizadas de las que habla Hebreos, a flexionarse para dar
los primeros pasos hacia mi propia realización, hacia mi propia felicidad.
“Levantad las
manos caídas” nos sugiere Hebreos 12:12.
¿No reconoces esto en ti mismo? ¿Ese desprecio por cuidar tu cuerpo, ese
descuido en el que se encuentra tu propia imagen, esas cosas de ti mismo que te
niegas a reconocer que no están bien?
Si hasta… cuando alguien toca el tema ese que te duele, sientes
que hay algo en ti que se desmorona… que se está por quebrar… y sin poder
soportarlo te sales por la tangente para escaparte…
¿Qué pasaría si tuvieras que pasar por este valle, con la
PROMESA DE DIOS de que después de él verías el más bello de los paisajes?
¡Esa es la promesa del libro de Hebreos que acabamos de
leer!
Es tiempo de hacer sendas derechas para nuestros pies. Es
tiempo, primero que nada, de reconocer que muchos de los caminos por los que
transitamos no están del todo enfocados a la meta… es más, creo que están
bastante fuera.
Y lo que quiere nuestro buen Dios, como el mejor de los
padres, es que seamos felices, que aquel tiempo que nos quede por vivir sea
mucho mejor que el que hasta ahora hemos transitado.
El camino hacia el valle al que tanto tememos incluye
seguramente pasar por situaciones que nos llenan de temor, momentos de miedos
muy profundos y antiguos a los que verdaderamente no nos animamos a transitar
solos. Por ello la necesidad del consejero, el pastor, la persona entrenada
profesionalmente. Porque haciendo aquello que es su don, tomarán tu mano para
transitar juntos el camino.
Hebreos 12: 15 habla de “Raíces de amargura”. Un
término que hemos escuchado y leído muchas veces y que hoy me pregunto si
conocemos en toda la profundidad.
Si aspiramos a una calidad de vida espiritual mayor,
debemos tener cuidado en detectar y quitar el brote de cualquier tendencia que
nos sea hostil. Estar atentos porque estos nos impedirán alcanzar el lugar
Santísimo, la gracia de Dios.
Si en tu búsqueda se manifiesta por ejemplo algún pecado
incipiente, debe ser erradicado de una vez; si se lo tolera, nuestra alma
seguirá contaminada.
El pasaje de Hebreos es tomado de Deuteronomio 29:18,
donde Moisés advierte a los israelitas contra cualquier inclinación a caer en
prácticas idolátricas…: “no sea que haya en medio de vosotros raíz que
produzca hiel y ajenjo”
En principio, reconocer aquí que la tarea de tus pastores
INCLUYE el velar para que aquellas raíces que llevás profundamente enterradas
en tu alma puedan ser definitivamente arrancadas. Y es también su tarea el
VELAR PARA QUE NO VUELVAN A CRECER. ¿Te
das cuenta de la profundidad de esto que estamos hablando? Las personas que hoy
son tus guías espirituales han sido entrenados (y no solamente por hombres sino
por la unción de Dios) para que puedan percibir, descubrir, desenterrar y
arrancar de tu vida aquellas raíces que tanto te están haciendo daño.
La raíz de un árbol puede ser lo suficientemente grande para
destruir una calle, una vereda, tirar abajo una pared.
Lo mismo pasa con nuestra existencia; y esos raigones son
en muchos casos las causas por las que las sendas de nuestra vida no han sido
suficientemente derechas.
El poder trabajar en torno a estas cosas tan íntimas para
cada uno de nosotros, permitirá, como dice Hebreos, que ninguno deje de
alcanzar la gracia de Dios.
Tremenda esta frase. ¿Es que será que aprender a vivir
por gracia y no por ley, condición para entrar al lugar que Jesús preparó para
nosotros en el Reino de Dios, es también circunstancia necesaria para poder
enfrentar y destruir aquellas cosas, aquellos temas espirituales o de tu alma que
hoy están impidiendo que seas feliz?
Iba a comenzar estas reflexiones con la pregunta: ¿Se puede en esta vida ser feliz?
Ahora sé que hay una respuesta clara a esa interrogación.
Sí, y tanto más feliz como permitamos que Dios penetre hasta lo más íntimo de
nosotros mismos.
Piensa en Hebreos 12: 15 “y para que no brote ninguna raíz
de amargura que os perturbe y contamine a muchos”. Es necesario que
aquello que está frustrando el fluir de la Gracia sea eliminado, no solamente para
tu bien sino porque contamina a otros, a toda la comunidad.
He aquí una razón muy poderosa que debe motivarte a
trabajar en estas raíces de amargura. Es que de no ser extraídas también
estarán contaminando a tus seres queridos, a aquellos a quienes más amas. A tu
esposa, tu esposo, tus hijos, tus nietos, tus amigos, los hermanos dela
congregación. Es que como creyente tienes la OLBIGACION de superar aquello que
ha estado haciéndote daño durante todos estos años. Si de verdad amas a quienes
dices amar, si de verdad quieres que ellos tengan la posibilidad de ser
felices, es INDISPENSABLE que te sometas al proceso de sumergirte en tu
historia, en tu pasado y tu presente, sanarte para que aquellos que tienes a tu
alrededor puedan también crecer sanos.
Es que… me duele tener que decirlo de este modo… esas raíces, esa
enfermedad del alma es contagiosa. Y (como dice la carta a los Hebreos) puede
contaminar a otros.
En uno de los himnos de acción de gracias de la comunidad
de Qumrán, se dice de aquellos que no están dispuestos a procesar aquello que
tienen sin resolver en sus vidas: “Una
raíz que cría amargura y ajenjo está en sus pensamientos; y en la terquedad de
sus corazones se descarrían, y preguntan por Ti en medio de los ídolos”.
El apartarnos de la Gracia, nos confunde y nos lleva al
camino de la idolatría, no necesariamente asociado a figuras de yeso. Cualquier
forma idolátrica que desplace a Dios del lugar central en nuestra existencia.
El desafío está planteado: ¿Estaremos dispuestos a
someternos a la necesaria disciplina? A través del autor de la epístola a los Hebreos
Dios se ocupa de mostrarnos que vale la pena.
Ahora la decisión, como siempre, está en tus manos.
HECTOR SPACCAROTELLA
Río
Gallegos
Argentina
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
Bibliografía:
Biblia Reina Valera 1960
F.F. Bruce: La Epístola a los Hebreos. Editorial Libros
Desafío, Míchigan EEUU.