Parte 30
Por fortuna, uno de mis amigos, Roberto Garrido, me dijo que estaban solicitando personal para trabajar en Bimbo. Fui con él a la agencia de Bimbo aquí en Xalapa para presentarme con el supervisor y luego de una entrevista con él, que presento y apruebo un examen de conocimientos básicos y que me envían a Veracruz a pasar otros exámenes llamados psicométricos, y también que los paso, posteriormente tuve que pasar un examen de manejo en uno de esos "camioncitos de Bimbo" lo que se me hacía un juego de niños después de manejar un camionzote del Servicio Urbano; que me llaman, y después que le revisé al camión el estado de las llantas, su presión, estado general del vehículo y varias cosas que un "conductor" debería saber, que me toca sacar el carrito de la fábrica, que lo arranco, que checo la presión del aceite, luces, alternador, limpiadores, y vámonos, que me enfilo hacia la reja de salida y cuando apenas salí por ella, que me dice el instructor, suficiente, está usted reprobado, la causa, no pedir la tarjeta de circulación del vehículo al salir.
Sentí como si me hubieran echado literalmente una cubeta de agua fría; el regreso a casa fue angustioso, pues pensaba en lo que le afectaría a mi esposa la noticia, y así, sin querer mentirle, llegué llorando a la casa y que le platico de lo frustrante que fue el viajecito a Veracruz y cómo, según yo, por una babosadita no fui admitido en Bimbo.
Después de que dimos rienda suelta al sentimiento de impotencia que nos embargaba, mi chaparrita me sugirió ir a ver nuevamente al supervisor y que le platicara lo sucedido a ver que se podía hacer. Fui no muy convencido a verlo, y para mi sorpresa, al supervisor le indignó lo sucedido y prometió hablar con sus superiores para que me dieran otra oportunidad.
A los quince días aproximadamente me envió de nueva cuenta a Veracruz y para asombro mío no encontraron ningún documento que hiciera saber que yo ya había estado allí, por lo que tuve que pasar nuevamente los exámenes psicométricos y por lógica resultaron más sencillos, lo que me dio la rapidez adecuada para terminarlos, y al presentarme con el supervisor de vehículos para que me hiciera el examen de manejo, él no podía creer que yo estuviera de regreso, y me dijo que iba a ser muy difícil que cambiara su veredicto anterior.
Volví a hacer lo mismo que la vez pasada, con la suerte de volver a ser el primero a examinar, pero con la diferencia, de que ahora si, antes de salir de la fábrica, solicité la tarjeta de circulación del vehículo, y, ¡moles! como la vez anterior que me dice el instructor: ¡deténgase! y pensé, ¡chin! ¿y ahora que hice? bueno, pues lo que pasó, fue que en esos momentos se encontraba en la fabrica uno de los dueños de Bimbo haciéndole señas al instructor para que nos detuviéramos, así lo hicimos, y al acercarse le preguntó algo, y él volteándose que me señala a mí y que me hace bajar del camión, entonces el dueño le dijo al instructor: ¡ El Señor Hernández está aprobado! al mismo tiempo que me felicitaba por las altas calificaciones obtenidas en todos los exámenes presentados y me dijo que ya me tenía echado el ojo para ocupar, con el tiempo, la gerencia de ventas de la fábrica en Veracruz por lo que me conminaba a superarme todos los días en mi trabajo.
Cuando regresé a Xalapa pensé que ya la había hecho y que sin duda me esperaba el mejor de los camiones y la mejor de las rutas y ¡oh sorpresa ! me esperaban unos tambos que había que llenar con el pan recogido a las rutas y yo ocuparía un puesto al que se le llamaba de recibidor, el puesto más bajo en la agencia, en el que además de recibir y checar el producto que llegaba en los trailers, tenía que acomodar ese producto en los camiones de acuerdo a lo que el vendedor había solicitado, también, tenía que hacer la limpieza de toda la agencia y posteriormente recibir y checar toda la devolución que traían los vendedores de las rutas y nuevamente a llenar los tambos con el pan recogido después de quitarle la envoltura.
Aguanté como los verdaderos machos, y al poco tiempo, que me ascienden a ayudante de vendedor, algo así como la mula de carga del vendedor, posición que me ayudó a aprender las funciones de un vendedor y que más adelante me serviría para proyectarme como uno de ellos.