Parte 29
Pasada esa maravillosa experiencia, les dimos las más expresivas gracias a mis papás y volvimos a nuestra casita, refugio de nuestro amor y de nuestra intimidad.
Cuando apenas teníamos unos cuantos meses de vivir allí en esa casita, se desocupó la casa en la que viví mi niñez y parte de mi juventud, ya que, en tiempos anteriores a nuestro casamiento, la familia de mi papá, incluido yo, nos cambiamos a una casa nueva en la calle de Gral. Rincón, por lo que rentaron la casa de Cooperativismo, a la cual volví con mi señora tras haber convenido con mi papá que le pagaría una renta, la cual, sólo pude pagársela en algunas ocasiones porque no tenía trabajo, inclusive recuerdo que cuando me vi muy apretado para darle dinero a mi chaparrita para que comprara cosas para comer, se me hizo fácil ir a ver a mi papá y pedirle veinte pesitos para comer dos días, y él con gusto me los prestó, al tercer día, por la misma necesidad, volví a pedirle a mi papá otros veinte pesitos para comer otros dos días, y él me los prestó, no sin antes recordarme que ya le debía veinte pesos anteriores. Esta actitud de mi padre, como que me molestó un poquitín, a lo que le dije que no se preocupara, que lo tendría muy presente para pagarle todo lo que me había prestado en cuanto pudiera, pero, para mi desconsuelo, pasaron otros dos días, en los qué, a pesar de buscar trabajo no lo conseguía, porque ni siquiera yo sabía lo que buscaba ya que lo único que sabía hacer era manejar; esto me orilló a volver a recurrir a mi papá, claro que con cierto temor por lo que me diría al pedirle prestaditos otros veinte pesillos, y que sucede lo que me temía, me llamó la atención duramente diciéndome que ya le debía cuarenta pesos, y que no sólo no le había llevado un abonito, sino que encima quería otros veinte pesos, que eso no estaba bien, que el que se había casado era yo y no él, que me los iba a prestar pero que ya le echara ganas para salir adelante por mi mismo, a lo que, por el sentimiento de sentirme un hijo lastimado de esa manera pensé, caray ni que fueran los cientos de pesos los que le debiera a este agarrado señor, pero aún, con esos pensamientos estúpidos, que le agarro los pesos y que me salgo bien bravo por el insulto del que según yo, había sido objeto por parte de mi papá.
Esa actitud de mi papá para conmigo, me hizo reaccionar, ya que lo que yo estaba buscando era un empleo fácil y bien pagado, que me permitiera tener el tiempo libre que yo quisiera, pero ¿ dónde lo iba a encontrar si lo que yo sabía era únicamente manejar ?, pero gracias a Dios me dio una mente despierta y joven capaz de seguir aprendiendo cosas que me permitirían encontrar el trabajo deseado, pero que tenía que empezar desde abajo. Este razonamiento se dio después de aceptar la sugerencia de mi padre, de que aunque tuviera que lavar y barrer carros, tenía que hacer algo para llevar el dinero suficiente para las necesidades de mi esposa, de mi casa, y de las mías propias. De esta manera empecé a contactar choferes amigos míos para que a cambio de un dinerito, lavarles y barrerles sus carros en la noche para que al otro día salieran a trabajar en sus camiones barridos y rechinando de limpios.
Llevando a cabo esa actividad en las noches en las que después de dos o tres horas de intensa actividad me ganaba cuarenta o cincuenta pesitos diarios.
Como no me iba a pasar la vida lavando y barriendo camiones, mi amigo Manuel que se había dedicado de lleno a la publicidad y a la serigrafía, al ver mi situación me invitó a ayudarle a sacar varios trabajos por lo cual me pagaría adecuadamente al mismo tiempo que yo me actualizaba en esa técnica; pasado algún tiempo y ante la escasés por momentos del trabajo serigráfico, empecé a buscar un empleo que me hiciera crecer poco a poco para alcanzar unos objetivos todavía no bien definidos por completo, pero que ahí estaban, inquietándome para definirlos también poco a poco.