ARREPIÉNTETE Y VIVIRÁS
Pastor Tony Hancock
¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas sufren grandes tragedias, mientras que otros viven tranquilos y felices? Hay quienes piensan saber el por qué. Creen que cualquier sufrimiento que enfrentamos es el resultado directo de algún pecado. Si sufrimos, es porque hemos hecho algo para merecerlo - según ellos.
Quizás has sufrido alguna gran tragedia en tu vida, y te has encontrado con alguna de estas personas. ¡Pero algo tuviste que haber hecho para merecer esto! Si no te lo dicen con sus palabras, sus miradas lo comunican muy claramente. Y por supuesto, ellos creen que, como personas buenas, jamás les podría suceder semejante desgracia.
En el día de Jesús, así pensaba la gente. Ellos creían que cada persona que sufría había cometido algún enorme pecado para merecer lo que le sucedía. Algunos de ellos llegaron a Jesús para darle la noticia de una tragedia que acababa de suceder. Es muy interesante que nos encanta hablar de las tragedias, pero ¡nadie cuenta las buenas noticias! Si prendes el noticiero, verás guerras, epidemias y crímenes horribles - pero nadie te contará de las cosas buenas que acontecen.
Esta gente llegó a Jesús para contarle de unos hombres, probablemente revolucionarios, que el gobernador Pilato había matado cuando llegaron al templo para ofrecer sus sacrificios a Dios. Pilato era un hombre cruel, y él castigaba con mano dura a cualquiera que se rebelara contra la autoridad romana. Estos hombres habían llegado de Galilea, que era una provincia conocida por sus rebeliones.
Quizás estaban organizando una rebelión, o quizás Pilato simplemente tenía sospechas de ellos; en cualquier caso, mandó a sus soldados a matarlos en el templo, y allí terminó el asunto. Como sucede con estas cosas, se convirtió en la noticia del día. Todos lo estaban comentando: "¿Escuchaste lo que sucedió en el templo? ¡No lo puedo creer! ¿Qué habrán hecho esos pobres?"
Le llevaron la noticia a Jesús, seguramente pensando que El aprovecharía la oportunidad para señalar el terrible error que habían cometido esos hombres para merecer tal castigo. Quizás diría:"Eso les sucede por tratar de rebelarse contra las autoridades." Seguramente Jesús tendría algo que decir, porque los muertos eran de la misma provincia donde se había criado El.
La respuesta de Jesús los sorprendió por completo. ¡Él les dijo que ellos eran tan culpables como aquellos galileos! ¿Cómo podía ser? ¡Si ellos no estaban sufriendo! Sí, dijo Jesús. Si no se arrepienten, todos ustedes también perecerán, como ellos. Todos tienen la necesidad de arrepentirse.
Luego, Jesús les mencionó a otro grupo de personas que también habían fallecido trágicamente. Ellos eran trabajadores que hacían una obra pública. Desgraciadamente, un muro se desplomó, y murieron aplastados. Quizás podríamos comprender por qué morirían unos rebeldes contra el gobierno, pero ¿unos simples trabajadores? ¿Qué error habrán cometido ellos?
Ellos no eran nada diferentes de los demás residentes de su ciudad, dice Jesús. No eran más pecadores. No habían cometido algún pecado extraordinario. Más bien, su muerte sirve como una señal del destino que nos espera a todos, al menos que nos arrepintamos.
Leamos esta historia en Lucas 13:1-5 En esa misma ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
Esta historia nos enseña dos grandes lecciones. En primer lugar, nos enseña que no debemos juzgar a los demás. Es fácil ver los sufrimientos de otros, y querer creer que tuvieron que haber hecho algo para merecer su castigo.
¿Por qué preferimos creer esto? Nos da una sensación de control sobre nuestras propias vidas. Estamos seguros que nosotros no hemos hecho nada tan grave como aquellas personas, así que nuestras vidas están seguras. Nos parece imposible que nos suceda una tragedia tan grave, porque nosotros sí nos portamos bien.
Así pensaban los amigos de Job. Él era un hombre justo, pero Dios permitió que Satanás lo pusiera a prueba. Perdió sus bienes, perdió a sus hijos y perdió la salud. Por fin, se quedó sentado en el polvo, lamentándose y rascándose las llagas con pedazo roto de una olla de barro. En eso, llegaron sus tres amigos para tratar de consolarlo.
Pero ¡qué amigos! Cada uno de ellos insistía en que Job tuvo que haber hecho algo para merecer lo que le había sucedido. Has pecado, y por eso sufres, le decían. Pero Job no había hecho nada para merecer su sufrimiento. Por fin, Dios habló y les aclaró la situación. Ellos habían acusado a un hombre inocente, y sólo serían perdonados si Job intercedía por ellos.
La tragedia no sólo llega a los peores pecadores. No siempre se puede explicar. Si tú llevas una vida de obediencia al Señor, puedes evitar muchos problemas; pero no hay ninguna garantía de que la tragedia no tocará tu vida. Puede ser que estés sufriendo como Job, en una prueba permitida por el Señor. Del mismo modo, cuando ves a alguien sufrir, no te imagines siempre que se lo buscó.
La segunda lección que aprendemos aquí es aún más importante. Jesús nos dice que todos nos tenemos que arrepentir. Vemos las tragedias que suceden cada día, y decimos: ¡Qué bueno que no me tocó a mí! Pero Jesús nos dice que la destrucción nos tocará a todos, a menos que nos arrepintamos.
En otras palabras, nosotros queremos creer que hay ciertas personas malas en este mundo, y sólo ellas sufren. Nosotros, por supuesto, no somos malos. Por lo tanto, no debemos sufrir. Pero Dios nos dice algo muy diferente. Él nos dice que todos somos pecadores. Todos merecemos la muerte. Todos vamos rumbo a la destrucción.
Las tragedias que vemos en el mundo no son el juicio de Dios sobre ciertas personas muy malas. Más bien, representan un aviso, un escarmiento, de lo que nos tocará a todos. Pero felizmente, hay una forma de escapar la destrucción. No me refiero a escapar el sufrimiento en este mundo, sino más bien a escapar la destrucción eterna. Es el arrepentimiento.
¿Qué es el arrepentimiento? El arrepentimiento es un cambio radical en tu corazón. Es una transformación de tu forma de pensar y de ver el mundo. Es algo tan extremo que produce una diferencia notable en tu vida. El arrepentimiento no es simplemente darse golpes de pecho por un momento, y luego regresar a la misma forma de vivir de antes. Es una reorientación total en la dirección de nuestra vida.
La gente que le hablaba a Jesús pensaba que estaban bien, que no necesitaban arrepentirse. Muchas personas hoy piensan lo mismo. Dicen: "Yo soy una buena persona. ¿De qué tengo que arrepentirme? Voy a la Iglesia, no mato, no robo, casi no digo mentiras. ¿Qué más espera Dios de mí?"
Pero la Biblia declara que todos hemos pecado. Todos tenemos rebelión en nuestro corazón. Todos tenemos pensamientos, palabras y acciones que no le agradan a Dios. Todos tenemos que cambiar. Eso significa darle la espalda a nuestra propia voluntad para la vida, y tomar la decisión de seguir a Jesús. Significa entregarle toda nuestra vida a Él.
Muchos prefieren una fe que no les exige tanto. Buscan una fe que sólo les pide algunos sacrificios de vez en cuando, pero que les permite llevar su vida como ellos quieren el resto del tiempo. Pero Dios no acepta esa clase de fe. Con El, es todo o nada. Cristo dijo: "Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga."
Cuando no le entregamos todo a Cristo, vivimos frustrados. Queremos tener lo que Él nos ofrece, pero también tener lo que hay en el mundo. Constantemente somos jalados en dos direcciones, y no podemos estar en paz. Sólo tendremos la paz y el gozo que Dios tiene para nosotros cuando nos arrepentimos de corazón y nos entregamos completamente a Él.
¿Te has arrepentido de corazón? ¿Le has dado la espalda al pecado, y le has entregado tu vida por completo al Señor? Jesús te dice que, si no lo has hecho, tu vida terminará perdida. Llegará el día del juicio, y no tendrás defensa. Hoy es el día de arrepentimiento. Hoy es el día de dar la espalda al pecado y mirar la cruz, donde Cristo murió por tus pecados. Es el día de tomar tu cruz, y seguirle a Él. ¿Cómo responderás?