En nuestra cultura hispana, desafortunadamente tendemos a ser un poco idólatras. Les damos excesiva atención a ciertos hombres y mujeres, actuales o históricos, muchas veces confundiendo la línea fina que existe entre admiración y adulación. Hemos crecido con mucha iconografía a nuestra alrededor. Tenemos la costumbre de sacar periódicamente los íconos a las calles y pasearlos entre la gente, rindiéndoles cierto culto y homenaje. Nos acostumbramos a ver estas estatuas, retratos y símbolos de hombres y mujeres que vivieron en otros tiempos, a quienes les rendimos devoción mediante música, baile y otras muestras simbólicas. Es una parte integral y arraigada de nuestra cultura y herencia. Por eso creo que en muchos lugares del mundo hispano, la palabra del «jefe» sigue siendo una que esclaviza a multitudes, y la acatan simplemente porque es el venerado, el que está encargado.
Podemos observar cómo a lo largo de la historia, ciertos hombres fuertes se han apoderado de sus pueblos y los gobiernan con tanta fuerza que los que estamos fuera de esos regímenes nos sorprendemos de la cantidad de poder que ejercen sobre sus pueblos. Les produce resultados en muchos lugares porque los hispanos tenemos una cultura de veneración. Nadie quiere hablar en contra del «jefe», del encargado, del hombre poderoso. He visto a personas educadas, profesionales y cultas golpearse y patearse con el fin de saludar al presidente de su país, por ejemplo. Se rebajan a un frenesí alocado por tanta admiración que le tienen. Me parece que esta es una mentalidad peligrosa y dañina.
Los que deberíamos mantenernos lo más lejos posible de ese pensamiento somos los seguidores de Jesucristo. No podemos participar en una cultura que promueve el culto al hombre, sea ese hombre quien sea. Debemos acompañar la prioridad del Espíritu Santo en nosotros y siempre enseñar a nuestras ovejas que el único que merece la gloria es nuestro Señor Jesús. Nadie más. Acercarlos a Jesús es acercarlos a la fuente de «las aguas de reposo». Nadie más. Solo Jesús puede dar reposo al alma porque Él es la mismísima fuente que no deja de dar agua.
Si hacemos cualquier cosa para que las ovejas dependan de nosotros, estaremos en problemas, y ellas lo estarán también.
Nosotros no somos fuentes de nada. Solo Jesús es fuente de agua viva. El profeta Isaías entona la siguiente canción:
¡dios es mi salvación!
Confiaré en él y no temeré.
el Señor es mi fuerza,
el Señor es mi canción;
¡él es mi salvación!
con alegría sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación. (isaías 12.2–3, nvi)
Siempre tenemos que dirigir la mirada a Jesús. Ni se nos ocurra aprovecharnos de la cultura de veneración que existe en nuestros pueblos como para acercarlas a nosotros mismos. Qué peligrosos son esos terrenos. Más de un líder ha caído en el error de pensar que él es el representante único y oficial de Dios en la tierra, y se ha dado un lugar de autoridad que no le corresponde, dando órdenes y gobernando vidas de tal manera que le rindan culto a él y no a Jesús. Guardemos nuestro corazón de toda tentación de aprovecharnos del lugar de privilegio que ocupamos en el corazón de las ovejas para obtener algún tipo de beneficio personal. Cada vez que observo esas actitudes en ciertos líderes cristianos, mi corazón se duele profundamente, tanto por las ovejas que están siendo engañadas por este hombre sediento de atención y poder, como por el Señor que está siendo colocado a un lado por este mentecato que cree que puede apropiarse de lo que únicamente le pertenece al Señor.
Hagamos siempre todo lo que está en nuestro poder para acercar a las ovejas a nuestro precioso Salvador y Mesías, Jesús de Nazaret. Solo Él merece la gloria por todo lo que ha hecho y hará por Sus ovejas. Él es el Salvador. El Mesías. No se nos olvide nuestra posición como pastores: somos mayordomos de Sus ovejas y nada más (Ezequiel 34.31). Son las ovejas de Su prado, compradas por Su sangre, redimidas por Su obra en la cruz. Todo el agradecimiento y el reconocimiento deben ser siempre solo para Él.
Tomado de Los 8 Hábitos de los mejores líderes, ©20014 por Marcos Witt. Usado con permiso de Editorial Vida.