Respuesta Express
Génesis 24:6 al 27 Y Abraham le dijo: Guárdate de llevar allá a mi hijo.
El SEÑOR, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra donde nací, y que me habló y me juró, diciendo: "A tu descendencia daré esta tierra", El mandará su ángel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo.
Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este mi juramento; sólo que no lleves allá a mi hijo.
Y el siervo puso la mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este asunto.
Entonces el siervo tomó diez camellos de entre los camellos de su señor, y partió con toda clase de bienes de su señor en su mano; y se levantó y fue a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor.
E hizo arrodillar a los camellos fuera de la ciudad junto al pozo de agua, al atardecer, a la hora en que las mujeres salen por agua, y dijo: Oh SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, te ruego que me des éxito hoy, y que tengas misericordia de mi señor Abraham.
He aquí, estoy de pie junto a la fuente de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad salen para sacar agua.
Que sea la joven a quien yo diga: "Por favor, baja tu cántaro para que yo beba", y que responda: "Bebe, y también daré de beber a tus camellos", la que tú has designado para tu siervo Isaac; y por ello sabré que has mostrado misericordia a mi señor.
Y sucedió que antes de haber terminado de hablar, he aquí que Rebeca, hija de Betuel, hijo de Milca, mujer de Nacor, hermano de Abraham, salió con el cántaro sobre su hombro.
La joven era muy hermosa, virgen, ningún hombre la había conocido; bajó ella a la fuente, llenó su cántaro y subió.
Entonces el siervo corrió a su encuentro, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro.
Y ella dijo: Bebe, señor mío. Y enseguida bajó el cántaro a su mano, y le dio de beber.
Cuando había terminado de darle de beber, dijo: Sacaré también para tus camellos hasta que hayan terminado de beber.
Y rápidamente vació el cántaro en el abrevadero, y corrió otra vez a la fuente para sacar agua, y sacó para todos sus camellos.
Entretanto el hombre la observaba en silencio, para saber si el SEÑOR había dado éxito o no a su viaje.
Y aconteció que cuando los camellos habían terminado de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez siclos de oro, y dijo: ¿De quién eres hija? Dime, te ruego, ¿hay en la casa de tu padre lugar para hospedarnos?
Ella le respondió: Soy hija de Betuel, el hijo que Milca dio a luz a Nacor.
Y le dijo además: Tenemos suficiente paja y forraje, y lugar para hospedarse.
Entonces el hombre se postró y adoró al SEÑOR, y dijo: Bendito sea el SEÑOR, Dios de mi señor Abraham, que no ha dejado de mostrar su misericordia y su fidelidad hacia mi señor; y el SEÑOR me ha guiado en el camino a la casa de los hermanos de mi señor.
En una reflexión que leía escrita por un periodista cristiano, encontré esta cita bíblica como base para afirmar que toda oración que hacemos debidamente, tendrá respuesta antes de terminarla, es decir antes de "terminar de pedir".
Esto es así porque Dios nos ha dado Su Palabra de que cualquier cosa que pidamos en el nombre de Cristo (Es decir, de acuerdo con Jesús y Su Voluntad) y con fe, nos la concederá.
¿Creés que es así?
Por lo menos hemos aprendido en nuestro caminar en el Evangelio a terminar nuestras oraciones poniendo a Jesús como intercesor ante el Padre, haciéndolo garante sobre nuestra petición. En tus oraciones y en las mías usamos las palabras “en nombre de Jesús amén”.
Esa indicación nos fue dada por Él mismo.
“Todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre os será concedido”.
Como Dios no puede faltar a Su Palabra, siempre que en nuestras oraciones cumplamos con estas simples condiciones, obtendremos la respuesta en el Cielo en el momento en que oramos.
Esto sucede así, aunque se tarde mucho tiempo en que la respuesta sea visible en la tierra.
Así que, debemos terminar todas nuestras oraciones, alabando a Dios por habernos concedido nuestras peticiones, a Aquel que nunca apartó de nosotros Su misericordia y Su verdad.
Rescatá conmigo estas citas del libro de Daniel:
Daniel 9:20 al 27 Aún estaba yo hablando, orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y presentando mi súplica delante del Señor mi Dios por el santo monte de mi Dios, todavía estaba yo hablando en oración, cuando Gabriel, el hombre a quien había visto en la visión al principio, se me acercó, estando yo muy cansado, como a la hora de la ofrenda de la tarde.
Me instruyó, habló conmigo y dijo: Daniel, he salido ahora para darte sabiduría y entendimiento.
Al principio de tus súplicas se dio la orden, y he venido para explicártela , porque eres muy estimado; pon atención a la orden y entiende la visión.
Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado, para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y la profecía, y para ungir el lugar santísimo.
Has de saber y entender que desde la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; volverá a ser edificada, con plaza y foso, pero en tiempos de angustia.
Después de las sesenta y dos semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada, y el pueblo del príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario. Su fin vendrá con inundación; aun hasta el fin habrá guerra; las desolaciones están determinadas.
Y él hará un pacto firme con muchos por una semana, pero a la mitad de la semana pondrá fin al sacrificio y a la ofrenda de cereal. Sobre el ala de abominaciones vendrá el desolador, hasta que una destrucción completa, la que está decretada, sea derramada sobre el desolador.
Daniel 10:12 Entonces me dijo: No temas, Daniel, porque desde el primer día en que te propusiste en tu corazón entender y humillarte delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y a causa de tus palabras he venido.
Tanto en Génesis 24 como en las dos citas de Daniel descubro asombrado y maravillado que cuando creemos que una bendición nos ha sido concedida en el Cielo, debemos empezar a orar y obrar en la actitud de fe y como si la hubiésemos recibido. A Dios debemos tratarle de la misma manera que si nos hubiese contestado nuestras súplicas.
El peso de aquello que deseamos debemos de colocarlo sobre Él y hacer de cuenta de que nos la ha concedido y de que continuará dándonos lo que deseamos.
Esta es la actitud de confianza.
Cuando una mujer se casa, inmediatamente toma una nueva actitud y obra de acuerdo con su nuevo estado.
Desearía que nuestros jóvenes que rechazan la formalidad de un compromiso matrimonial ante Dios y ante los hombres pudieran entender el radical cambio y profunda marca espiritual que implica en sus vidas el haber dicho “Si, Quiero” ante el altar y ante el registro civil.
Esto es lo que sucede cuando aceptamos a Cristo como Salvador, Santificador, como nuestro Remedio o Libertador.
Él espera de nosotros el actuar con la seguridad y la actitud de reconocer que el haber puesto en Sus Manos nuestra necesidad nos hace caminar con la seguridad de llevar la concreción de nuestra ncesidad en el corazón.
Yo te invito a que leas una y otra vez estas citas que hoy puse delante de tus ojos.
El Señor responde tan rápido a nuestras oraciones que ni siquiera hemos terminado de pronunciarlas cuando ya se cumplen en nuestra vida.
¿No cambia esto por completo el sentido de tu conversación con Dios?
Es posible que el resultado se demore en el tiempo de nuestro reloj aquí en la tierra. Pero no tengas dudas que inmediatamente de pronunciadas en nombre de Jesús, nuestras palabras marcan un antes y un después en la realidad del Cielo.
Juan 14:13 y 14 Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
HECTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
www.puntospacca.net
Adaptación de una reflexión escrita originalmente por Néstor A. Martinez (Rosario, Argentina)