EL AMOR AVANZA LA MILLA EXTRA
Algunos cristianos piensan que hacer las paces significa evitar los conflictos, pero hacer eso sólo lleva a una mayor división, contienda y desorden. ¿Cuándo fue la última vez que evitaste una confrontación necesaria con alguien? ¿Terminaste siendo pasivamente agresivo hacia esa persona y refrenando la bondad en tu corazón? ¿Tus correos o lo que posteaste en Facebook acerca de esas personas contenían un mensaje filoso?
Por sí mismo, el evitar el conflicto no quiere decir necesariamente ser guiado por el Espíritu. De hecho, Jesús nos mandó a hacer lo contrario. Inclusive Él nos da instrucciones específicas de cómo hacerlo. “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mateo 18:15). La instrucción de Jesús aquí está repleta de sabiduría. Confrontar a una persona en privado preserva la dignidad de uno frente a su pecado y también permite que la verdad alumbre sobre el pecado.
A pesar de ello, confrontar a alguien en esta forma no es una solución instantánea. ¿Por qué? Primero, puede que no funcione, como Jesús lo señala. “Mas si no te oyere…” (18:16). También, este no es solamente un mandamiento mecánico ordinario, donde después de todo, nosotros podemos irnos y decir: “Bien, hice lo que Jesús me dijo. Eso es todo. No tengo que tratar con esta persona nunca más”. De acuerdo a Jesús, tenemos que hacer todavía más, porque el amor avanza la milla extra: “Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:16).
Y ni siquiera termina allí. El amor se mantiene avanzando la milla extra, sin detenerse. “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (18:17). Esta última frase suena como un rechazo final, pero no es precisamente. Nuestras acciones están destinadas a reflejar a los pecadores su comportamiento para que ellos se puedan arrepentir y disfrutar nuevamente de la comunión.
Esta secuencia de acciones nos muestra algo más. Nos enseña la longitud con la cual Dios extiende Su gracia; y el costo para nosotros como agentes de dicha gracia. El corazón de Dios está siempre listo para traer a la oveja perdida de nuevo al redil. ¿Qué tanto se extiende esta gracia? Como Jesús le dijo a Pedro, tenemos que perdonar al hermano que peca contra nosotros “setenta veces siete”, dando a entender que es cuantas veces sea necesario. Una vez más, esto requiere el tipo de amor de una vida rendida a la cruz. Es un amor que dice: “Todavía estoy aquí para ti. No me he ido a ninguna parte”. Esta clase de amor requiere de un caminar lleno del Espíritu porque nuestra carne simplemente no es capaz de eso.
GARY WILKERSON