Fue un día en que no te esperaba.
Sin que yo te lo pidiera
entraste en mi corazón,
como un desconocido cualquiera, Rey mío,
y pusiste tu sello de eternidad
en los instantes fugaces de mi vida.
Y hoy los encuentro por azar,
dispersos en el polvo, con tu sello,
entre el recuerdo de las alegrías
y los pesares
de mis anónimos, olvidados días.
Tú no desdeñaste mis juegos de niño por el
suelo,
Y los pasos que escuché en mi
cuarto de juguetes,
son los mismos que resuenan ahora
de estrella en estrella.
(Rabindranath Tagore)